lunes, 13 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a Israel Díaz Reinado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Israel Díaz Reinado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Lo romántico sería elegir una isla desierta donde contemplar las puestas de sol y pescar lubina con lanza. Pero la realidad es que soy enormemente feliz en el salón de mi casa rodeado de libros, películas y videojuegos. Tiene el inconveniente de la insalubridad del sedentarismo, pero de algo hay que morir.

¿Prefiere los animales a la gente? En absoluto. De pequeño me crie en una casa con animales de todo tipo. Tuve una infancia bastante bucólica. Los bichos los criábamos y nos los comíamos. A los que hemos vivido así nos supone una dificultad añadida comprender y asumir la actual corriente humanizadora de los animales, que respeto pero no practico.

¿Es usted cruel? No, soy muy buen chiquillo. Me da pena la gente y soy incapaz de matar una mosca, y es algo que me trae más problemas que ventajas.

¿Tiene muchos amigos? No, tengo un grupo muy reducido de amigos a los que conozco desde la infancia y tenemos una relación muy cerrada. Nos vemos con mucha frecuencia. Tenemos nuestro propio vocabulario y nuestro propio sentido del humor. Vivimos una juventud muy intensa y ahora nos divertimos recordando viejos tiempos. Valoro mucho esta amistad de décadas. Es muy difícil de conseguir y conservar. Son un tesoro.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Con que sepan escuchar me conformo. Es una de las virtudes que más admiro en las personas. No es fácil, ni todo el mundo sabe hacerlo.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No es algo que me preocupe. Seguirán siendo amigos. No les voy a poner a prueba con retos que puedan dar pie a la decepción.

¿Es usted una persona sincera? No, paso dificultades para llevar la contraria a cualquiera en una conversación, simplemente porque no quiero meterme en problemas. Ya tengo bastante con los míos. Así que prefiero montarme en el barco y dejarme llevar por la corriente. Nadie me verá rasgarme las vestiduras por defender mi postura. Es una cuestión de salud.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Lo que más me gusta con diferencia es cualquier tipo de reunión con amigos. Tenemos una especie de secta en la cual nos reunimos una vez en semana para divertirnos con juegos de mesa modernos, rol y cosas así. Es toda una gozada.

¿Qué le da más miedo? Sin lugar a dudas el peor de mis miedos es al propio miedo, y eso nos pasa creo que a todo el mundo. La cantidad de horas estúpidas que perdemos pensando en lo mal que lo vamos a pasar enfrentándonos a cualquier desafío, como si tuviéramos que cazar leones con nuestras propias manos, cuando lo más difícil que hacemos en la sociedad que nos ha tocado vivir es llegar puntual a las reuniones de trabajo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? No hay nada que me escandalice.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Pues hubiera sido músico, sin dudarlo. Montar una banda de rock es mi asignatura pendiente, pero me faltan horas en la vida. Tal vez cuando me jubile.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta la bicicleta de montaña. Además de mantenerte en forma es una manera de llegar a lugares que de otra forma sería imposible conocer. Me refiero tanto a parajes naturales como rincones perdidos de la civilización. Esa pedanía desconocida donde sólo hay un bar y dos agricultores. Te sientas a descansar y de repente ves un nuevo motivo para escribir una novela.

¿Sabe cocinar? No he pisado una cocina en mi vida. Y si dijera lo contrario no podría regresar hoy a mi casa.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sin lugar a dudas, Juan Carlos Aragón. Fuera de Cádiz no se le conoce. Fue un filósofo y músico gaditano, autor de más de cuarenta agrupaciones del Carnaval de Cádiz, con un talento fuera de lo común para el humor, la sátira y la poesía. Murió muy joven. Por el Reader's Digest habrán pasado miles de personajes inolvidables, pero seguro que no Juan Carlos.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Bondad. Es una cualidad humana que va más allá de cuestiones políticas y religiosas. Gracias a ella es por lo que el mundo sigue girando.

¿Y la más peligrosa? Hay muchas. Quizá condescendencia. Se puede decir en muchos idiomas y en todos oculta las mismas miserias.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Por supuesto.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy claramente de izquierdas, eso lo sabe todo el que me conoce, aunque de boquilla. No soy una persona muy comprometida. Una vez un amigo al verme hablar de política mientras sostenía una copa de vino me dijo: así es como beben los de derechas.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Siempre tuve curiosidad de ser un jerarca católico en la Edad Moderna española. Un cardenal poderoso, teólogo, amigo de Carlos I y con capacidad para tomar decisiones en el imperio que tuvimos. Una mezcla entre Juan de la Cruz y Adriano VI. No soy muy creyente, así que esto sería lo más opuesto a lo que soy ahora.

¿Cuáles son sus vicios principales? No lo puedo decir aquí. Tal vez en mi biografía póstuma si me hago realmente famoso.

¿Y sus virtudes? La perseverancia. Es por esto que he publicado un libro.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis hijos.

T. M.