martes, 4 de noviembre de 2025

Entrevista capotiana a Álvaro Cruzado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro Cruzado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El parque de atracciones.

¿Prefiere los animales a la gente? Sí, hasta que me agacho a recoger sus deposiciones, entonces no.

¿Es usted cruel? No, no hay necesidad de ser cruel; el capitalismo se encarga de eso.

¿Tiene muchos amigos? Diría que tengo los mejores y que son unos cuantos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean buenas personas y que entendamos el mundo de forma similar (que no idéntica).

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Casi nunca, pero es inevitable. Es lo que significa ser una persona: sentir, querer, cuidar… Creo que las decepciones son intrínsecas a la vida.

¿Es usted una persona sincera? Lo intento, aunque a veces cuesta, sobre todo si les vas a hacer daño a alguien.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo y de vez en cuando viendo películas. Pero leer es básicamente a lo que dedico mi tiempo libre.

¿Qué le da más miedo? La muerte. Durante mucho tiempo fueron las serpientes y las ratas. Ahora que lo pienso, lo que más miedo me da son las serpientes y las ratas, porque me matan de un susto seguro.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que no seamos capaces de acabar con el capitalismo y los desequilibrios que genera; que se puedan hacer apelaciones a la dictadura franquista sin que eso tenga consecuencia alguna; que se culpabilice a los inmigrantes de todo lo que sucede en España; que se pongan en riesgo los derechos de las personas LGTBIQ+; que se niegue el cambio climático; que haya señores y señoras con columnas y programas en primer time quejándose de que no se puede decir nada; que se le cobren pocos impuestos a los millonarios; que se permitan genocidios…

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Llevaría la misma vida, pero bastante más aburrida. Seguro que estaría más obsesionado con el ajedrez.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy al gimnasio a hacer ejercicios de fuerza porque me lesioné las rodillas jugando al fútbol.

¿Sabe cocinar? Diría que me defiendo, sobre todo porque he aprendido siguiendo las recetas de mi madre.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Frank O’Hara.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Empatía.

¿Y la más peligrosa? Miedo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sería incapaz de matar a nadie, soy una persona bastante tranquila y pacífica.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? De izquierdas, no entiendo la vida de otra forma.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Gran Maestro de ajedrez. Al menos así le habría ganado una partida a mi abuelo.

¿Cuáles son sus vicios principales? Comprar libros y, recientemente, los relojes.

¿Y sus virtudes? Eso no me corresponde a mí decirlo. Hay una virtud que es también un suplicio y es que soy muy disciplinado y constante.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Los momentos de felicidad, espero. Supongo que me vendría a la cabeza el día que vi las pirámides de Giza o el día que firmé el contrato para publicar mi primera novela. Quizá el día en el que me dieron mi primer beso. Quizá vería a mi abuelo haciéndome tortilla de patatas porque sabía que llegaba sin cenar.

T. M.