jueves, 20 de marzo de 2025
Un artículo viajero sobre el Hotel Almanac Barcelona
miércoles, 19 de marzo de 2025
Entrevista capotiana a Víctor Herrero de Miguel
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Víctor Herrero de Miguel.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Quizás es que vivo,
allí donde en cada momento me toca vivir, como si fuera ese el único lugar,
consciente de que allí está, al alcance, todo lo que a la vida le hace falta.
¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a
la personas que cuidan a los gatos. Como aquel verso de Borges que nombra como
uno de los justos a quien acaricia a un animal
dormido.
¿Es usted cruel? Sé que ninguno, en
determinadas circunstancias, estamos libres de caer en la crueldad. Por eso,
levanto bien alta la cerca y me protejo, para que no entren en mí esas bestias.
¿Tiene muchos amigos? Tengo amigos de muy
profunda amistad. Y, en lo profundo, nunca hay masas.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Más que buscarla, he encontrado su capacidad de quererme sin hacerme
igual a ellos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Tengo la inmensa fortuna de no haber probado jamás esa hiel.
¿Es usted una persona sincera? Si dijera que no, resultaría que, al estar mintiendo, sí que lo soy.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy fraile franciscano, doy clases de literatura antigua y soy poeta. No
tengo muy claras las fronteras entre el tiempo libre y otros tiempos.
¿Qué le da más miedo? Dañar. Dejar de agradecer. Volverme exigente o descuidado.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La delectación en el mal.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Me
encantaría haber sido jardinero o guarda forestal, pero entonces seguiría
estando muy cerca de la poesía.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? A diario
camino unos diez kilómetros. De vez en cuando corro. Me gusta la montaña. Y
estoy aprendiendo a estirar.
¿Sabe cocinar? Sé
hacer lo necesario pero sé que no lo hago bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Francisco de Asís.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Umbral.
¿Y la más peligrosa? La que se emplea de forma absoluta: Dios, dinero, naturaleza, progreso,
libertad, sexo, yo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero reconozco haber sido infectado por el virus de la indiferencia
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las que conducen al encuentro, las que conceden tiempo a la gente, las
que se centran en cuidar.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Podría decir que me gustaría ser jilguero, pero es mejor ser yo y seguir
contemplando a los jilgueros.
¿Cuáles son sus vicios principales? Si algo de verdad no me interesa lo más mínimo, carezco de capacidad de
fingir.
¿Y sus virtudes? Saber leer,
escuchar, contemplar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Rostros de seres que amo.
T. M.
martes, 18 de marzo de 2025
Ir de museos a los Países Bajos sin salir de casa
Realmente, es una oda al subjetivismo y a la moda imperante actual de destacar lo emocional como vara de medir el mundo en vez de un camino de análisis y conocimientos científicos. Este enfoque personalista sigue hasta ver cómo la autora tiene una especial querencia por el arte neerlandés, por una anécdota familiar, pero en todo caso es un buen trabajo para conocer más a Fabritius, «un joven de un sombrío atractivo»; pero también para fijarnos en detalles de la obra de pintores como Rembrandt u otros menos conocidos como Hendrick Avercamp, cuyos «cuadros muestran un mundo helado».
Publicado en La Razón, 7-XII-2024
lunes, 17 de marzo de 2025
Entrevista capotiana a Álvaro Guijarro
En 1972, Truman Capote publicó un original
texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato»
(en Los perros ladran,
Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez.
Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y
costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista
capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro
Guijarro.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? San Vicente de la
Barquera (Cantabria), aunque es duro en invierno. Mi madre empezó a ir con mis
hermanos y conmigo cuando yo tenía 14 años, y desde entonces. Aprendería a jugar
bolos cántabros, me conocerían en la lonja y sabría diferenciar las mareas. Si ese
lugar, por el contrario, fuera un lugar metafísico, y eligiera el fuego, como
Jean Cocteau cuando le preguntaron qué salvaría de un incendio, tal como canta la
banda Migala, no saldría nunca de mi intimidad.
¿Prefiere los animales a la gente? Trabajé algunos años en el Museo de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y fue
una experiencia mágica, si bien esos animales estaban disecados/naturalizados. Ya
en vivo, tengo una gata carey que se llama K., ahora que ha sido el aniversario
de Kafka, y que ha aprendido mucho desde que salió de un antro en la Sierra,
del cual me pidieron que no compartiera las señas, para que la gente no llevara
gatos allí. Desde luego, a esa gente no la elegiría. Todo el mundo es todo el
mundo, etc.
¿Es usted cruel? No,
claro que no y oficialmente. De hecho, la crueldad es una de las cualidades
humanas que más temo. En perspectiva, parece el resultado de lo aprendido allí,
en el Infierno, cuando no se transforma en algo más común como la burla, la
ridiculización o el ataque al más débil, hacia los que los crueles se
enemistan.
¿Tiene muchos amigos? Tantos como para sentir que el camino ha sido suficiente, o los caminos.
Por épocas o etapas, tengo amistades de veinte años y otras de los últimos
meses. Y, en algún momento malo, ha sido un hecho que había amigos, y además
buenos. Los amigos son un milagro; el tesoro que retornara siempre a nosotros. Suelo
dedicar una parte de la tarde-noche a hacerles llamadas, todavía en analógico.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ternura, empatía, sentido del humor…, y un alto sentido de la
conversación. Me gusta admirar el carisma de mis amigos, su bienestar, todo lo
que se merecen. Quedarme impactado en una silla ante lo que acaba de decir X, hacer
Y, y seguir y actuar como si nada. ¡Como si esa belleza fuese habitual,
presente, cotidiana!
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, y los que me
decepcionaron me hicieron entender que no eran tan amigos míos.
¿Es usted una persona sincera? El «yo» que escogí es confesional,
pero sin mentir, está bien tener algún secreto, lo que no evita seguir siendo
sincero. De todas formas, máscara y persona se atan por algo. Dicho esto, una cosa es la
literatura y otra la vida, por mucho que algunos confundan hasta lo literal lo
que expresa un yo en una página impresa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Pasear todo lo que
puedo y pensar ahí, en esa libertad, e ir a la matinal en los cines Verdi,
cuando es posible. Aprovechar el día desde temprano, leer, escribir y trabajar
y que el trabajo no me embrutezca; más los afectos. Y tengo una relación
especial con la ciudad, que bien mirado, es el origen de la Modernidad: la del
sujeto en ese escenario, con sus imágenes, ritos y correspondencias. De ahí al
situacionismo y la deriva hay un paso, y más hoy en día.
¿Qué le da más miedo? El verme
absorbido por el propio miedo, que muchas veces es irracional. Lo irracional
apoderándose de lo racional, sin que haya nada que pueda pelear contra esa naturaleza
neta. Y el señalamiento y la humillación de mis acciones.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? El propio escándalo, que es una suspensión del tiempo
donde todo es presente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Hubiera sido fotógrafo
(aunque también lo soy, en menor medida que escritor). Arte fundacional, es un
lenguaje que aprendí antes incluso que el de la escritura y que siempre me ha
acompañado, pero no le he dedicado el tiempo necesario como para poder ponerlo
en primer plano. En él, decir «memoria», «abismo», «vitalidad» es mucho más difícil, aunque
parta de lo real-real, que con palabras.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? El del
paseo, como Robert Walser, con el que comparto además otras cuantas cosas
personales. O al menos ahora, como que lo pequeño es grande y viceversa.
¿Sabe cocinar? El cuestionario se pone técnico. La
respuesta es «sí», pero no soy ningún virtuoso, aunque tengo platos a-los-que-vuelvo,
como pasa con El Quijote.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sylvia Plath, y a
todos los niveles. Del humano al literario al celestial.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Sabiduría.
¿Y la más peligrosa? Violencia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Prometo que no, y lo
juraría, pero no me gusta la connotación del juramento.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Una izquierda leída
por algunas de las vanguardias del siglo XX, o bajo su actitud. Tengo también
amigos anarquistas, hacia los que siento cercanía. En general, más partidario
de la justicia social, la igualdad y unas condiciones de vida dignas para todos
que partidista de partidos, que me han conducido a cierto desencanto. A la
política he llegado yo por vías profundas, verdaderas, de papel en sociedad.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? El que aún
no soy, pero seré.
¿Cuáles son sus vicios principales? El tabaco, principalmente.
Aunque mi amigo Nico fumó todo lo que pudo hasta los 30 y luego se quitó: ésa fue
la promesa que él mismo se hizo, ¿no es brillante? También bebo mucho café con
leche, y soy perfeccionista hasta la médula.
¿Y sus virtudes? Que lo digan otros.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Pensaría en mi madre, que sufrió más de lo debido y me entregó un
testamento abstracto. No me atrevería a pedir un mondadientes como Alfred
Jarry, o tal vez sí, si hubiera alguien conmigo. Pensaría en que lo hice, aquí,
de la mejor manera, y me acordaría de los días enamorados, de las fiestas, de
los vínculos que vinimos a trazar. Y cuando mi cuerpo tocara la arena, pensaría
que eso es el Más Allá.
T. M.
domingo, 16 de marzo de 2025
Irse “a la Cochinchina” hasta Borneo y Camboya
El vasto mundo de los dichos populares nos dice que «irse a la Cochinchina», o referirse a alguna cosa que «está en la Cochinchina», es sinónimo de aludir a un sitio tan desconocido como lejano. Lo explica así la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA): «Uno se puede ir de viaje lejos. Luego puede irse de viaje más lejos aún. Pero sólo cuando se ha ido a la Cochinchina el interlocutor entenderá que está realmente en un sitio tan raro y lejano como para no seguir preguntando más».
Todo el mundo asentirá tras leer esta definición, pero tal vez pocos sabrán que el nombre de Cochinchina (o Conchinchina, no se sabe cuándo ni por qué se le añadió una ene) es hoy el sur de Vietnam y, mucho menos, que España tuvo una relación directa con la zona al apoyar la iniciativa de Francia de anexionar ese territorio, en el delta del río Mekong y llamado originalmente Annam, que los galos rebautizaron como Cochinchine. En un año muy reciente, un libro escrito por un militar que presenció todo aquello —fue segundo jefe de las tropas españolas destinadas en esa zona, de 1858 a 1863— y que se publicaría en Cartagena en 1869, el mariscal de campo Carlos Palanca Gutiérrez, titulado Reseña histórica de la expedición de Cochinchina (Miraguano, 2015) reavivó ese episodio prácticamente olvidado.
Tal olvido era denunciado por Alejandro Campoy Fernández, oficial del Ejército de Tierra en activo, en una breve pero muy completa nota al comienzo del extenso volumen, dado que semejante y exótica expedición apenas está reflejada en los libros de estudios secundarios; se dedica, como mucho, «algún párrafo a esta hazaña bélica que desgarró la vida de más de mil españoles en tierras ajenas y hostiles y que no tiene la conmemoración histórica que a todas luces merece».
Pero ¿de dónde partió la decisión de que las tropas españolas alcanzaran una región tan lejana, tanto en lo geográfico como en lo que respecta a sus intereses políticos o económicos por aquel entonces, como el Reino de Annam durante la segunda mitad del siglo XIX y que, asimismo, iba a constituir el comienzo de la colonización gala de Indochina? Campoy lo resume del siguiente modo: «La participación de España en la guerra de la Cochinchina es consecuencia del compromiso internacional que adquirió nuestro país con la firma del Tratado de la cuádruple Alianza compuesta por Gran Bretaña, Portugal y Francia. Las ambiciones mercantiles y comerciales de este último país demandaron la colaboración del nuestro y requirió la cooperación de un contingente español acuartelado en Filipinas, compuesto por más de 1.500 soldados españoles y tagalos».
Ir más allá
Fue un acto valiente aquel, como lo refleja el hecho de que durante seis meses varias docenas de soldados españoles en Saigón resistieran tenazmente las embestidas del enemigo, a la espera de que llegaran refuerzos franceses, y un acto sacrificado sin rédito alguno de ninguna clase; de hecho, el resultado sería sangriento por el número de bajas sufridas, que se añadirían a los asesinatos previos de diversos misioneros españoles por orden de los mandarines locales. Al fin, se firmó un tratado en 1862, entre Francia, España y el Reino de Annam, por el que Francia recibía varias provincias annamitas y España, una indemnización de guerra por su participación en un conflicto bélico que había empezado en 1858.
Pues bien, el libro que presentamos a continuación tiene mucho de este ejemplo de Cochinchina: «Conquistas prohibidas: Españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI», es decir, se trata de un texto por completo desconocido y reproduce, por decirlo con el subtítulo, las «relaciones de viaje, memoriales y breve y verdadera relación de los sucesos del reino de Camboya de fray Gabriel de San Antonio». Una historia, así las cosas, de conquistas, poder y dominio, sobre, también, la aventura española en ultramar que ha editado el académico Juan Gil, que destaca nada más empezar que «a nadie se le oculta que el ímpetu conquistador de los españoles», puesto que, «lejos de detenerse en las islas llamadas Filipinas en honor de Felipe II, hizo suyo el emblema de Carlos I, Plus ultra, y quiso ir más allá, sometiendo a su dominio las islas y tierras comarcanas».
La mirada histórica y filológica de Gil quedó reflejada en el hecho de que fue asesor del Pabellón del Siglo XV de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Este catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla, y licenciado en Filosofía y Letras, además de catedrático de instituto, profesor de Filología Latina de la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de esa misma especialidad en la Universidad de Sevilla, ha sido pionero de los estudios del latín medieval en España, con trabajos sobre el latín de los visigodos y los mozárabes, y entre sus especialidades destaca la especial atención a la historia de Cristóbal Colón en tres libros. En resumidas cuentas, estamos ante un experto en los asuntos que presenta en «Conquistas prohibidas», en que se centra en las expediciones militares enviadas a Borneo y a Camboya.
Estas fueron auspiciadas por sendos gobernadores, Francisco de Sande y Luis Pérez das Mariñas, en un contexto en que la religión tenía una trascendencia social y diplomática absolutas. De esta manera, Sande «exigió al sultán de Brunei que prohibiese en sus dominios la enseñanza del Corán. En definitiva, “la predicación del Evangelio” fue “el designio principal de Vuestra Majestad y de sus católicos antecesores”, como Guido de Lavezaris [maestre de Campo y Contador de la Armada que descubrió las Islas del Poniente, en Filipinas] recordó al rey el 25 de julio de 1567». Pero Felipe II no necesitaría tales indicaciones, pues él mismo explicó, prosigue relatando Gil, «el motivo que lo impulsaba a prolongar sus dominios por el Sureste asiático.
sábado, 15 de marzo de 2025
Entrevista capotiana a María Ovelar
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María Ovelar.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sin duda, una isla; el
mar salvaje en invierno, tranquilo en verano, con hamacas en los pinares, robledales
en las colinas y cardúmenes entre arrecifes. Abundarían las bibliotecas y
librerías, los centros comunitarios, las residencias artísticas, la comida
sabrosa, la gente y los animales.
¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué gente. Tengo fe en el ser humano, pero los gatos nunca me
defraudan.
¿Es usted cruel? Intento no serlo, pero la escritura tiene algo de
disección, y eso puede ser cruel.
¿Tiene muchos amigos? Tengo la suerte de tener unas amigas y amigos
maravillosos, una familia elegida que crece y se nutre a cada paso.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bondad, el sentido del humor, la parresia, el entusiasmo, la pasión.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Pero debemos aprender que muchas veces no son ellos los que decepcionan,
sino nosotros los que nos sentimos desilusionados tras imponerles el yugo de la
expectativa.
¿Es usted una persona sincera? Sí, mucho. Ya lo dijo Pessoa, "El poeta es un fingidor. Finge tan
completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente".
Y estoy más con él que con Platón, que en La República, expulsaba a los poetas
de su ciudad ideal porque consideraba que eran mentirosos y manipulaban las emociones
del pueblo con sus ficciones. Pero hay una gran verdad en la mentira de los
poetas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo, haciendo el amor, visitando exposiciones, viajando,
acariciando a Totoro, mi gato.
¿Qué le da más miedo? Dormirme y despertarme en una oficina gris atrapada en un relato de Kafka
sin final.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Un mundo sin poesía, sin
reflexión, sin amistad, sin amor. La guerra, la violencia (contra todo ser vivo).
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Me
resisto a pensar que solo los llamados artistas son creativos, todo ser es un
artista, todos creamos. Hay muchas profesiones que me fascinan, la
arquitectura, la arqueología, la restauración…
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí: practico yoga, corro, nado. Y bailo mucho. Adoro bailar.
¿Sabe cocinar? Sí,
aunque no siempre encuentro el tiempo para hacerlo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A cualquiera de las mujeres anónimas que cocinaron, lavaron la ropa de
sus maridos e hijos, plancharon camisas mientras urdían un plan para escapar de
la dominación.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Amor.
¿Y la más peligrosa? Guerra.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero en la ficción
he matado ya a mucha gente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Antifascista, anticapitalista, antirracista. De izquierdas. Feminista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Pintora y escultora.
¿Cuáles son sus vicios principales? La nostalgia y el perfeccionismo.
¿Y sus virtudes? La curiosidad, la
pasión, la perseverancia, la capacidad de asombro, la paciencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un atardecer con mi amigo Chuchi y una cerveza en Famara (Lanzarote), la sonrisa
de mi madre al verme disfrutar de sus canelones, la mirada de mi padre en el crepúsculo
lento de Villaescusa, el instante antes de besar a Eros, yo recitando Contención
mecánica en frente del Ministerio de Salud; Totoro persiguiendo un fantasma
debajo de una sábana en mi cuarto, mi amiga Sara tocando el piano, Notre Dame
de Paris cuando corrí la medio maratón…
T. M.
viernes, 14 de marzo de 2025
Vivir para la escritura
jueves, 13 de marzo de 2025
Entrevista capotiana a Romina Tumini
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Romina Tumini.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Antes algo así me hubiera matado. Ahora me
conformaría con una casa con vista al mar en un lugar tranquilo, eso sí, con
internet, computadora y cuadernos de notas.
¿Prefiere los animales a la gente? Amo a los
animales —siempre he tenido— pero prefiero la gente. Son mi principal fuente de
interés, asombro y motivación.
¿Es usted cruel? No. Y no justifico
la crueldad. Entiendo la violencia, la reconozco en todas sus formas y en todos
lados. Pero la crueldad de hacer daño a sabiendas es lo que lleva a la gente
hasta alguien como yo; una terapeuta especializada en trauma. Ser cruel con
otro ser humano es denigrarlo a algo inferior, a un objeto, y creerse que uno
tiene alguna razón, algún derecho, para hacer eso.
¿Tiene muchos amigos? Tengo bastantes
amigos y muchísimos conocidos. Intento no perderlos en las idas y de las
mudanzas, los océanos y los tiempos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Conectar desde un
lugar profundo, desde el aprecio a pesar de las diferencias, la cercanía
emocional pese a los tiempos y las distancias.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Ni los amigos ni los
enemigos. Tomo a la gente por lo que es, ni la idealizo ni la defenestro. No me
decepciona alguien que hace las cosas diferentes de lo que yo esperaba, está en
su derecho, solo está siendo humano. Si saliera de su yo para satisfacer mis
expectativas quizá terminara perdiéndole el respeto.
¿Es usted una persona sincera? Sin duda.
Aunque también soy fabuladora y hay veces que dejo decantar bastante lo que
pienso antes de opinar, nunca diría algo que no pienso.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo o con mi
familia. Es siempre una tensión difícil. Por un lado, hay montañas de libros “imprescindibles”
que quisiera leer, y por otro lado, mis hijos crecen tan rápido que cada vez me
necesitan menos y hay menos tiempo para estar juntos. También me gustan la
naturaleza y las charlas con la gente con la que sintonizo.
¿Qué le da más miedo? La
indiferencia. La desidia frente a las catástrofes humanas y naturales. El
individualismo de ignorar todo lo que a uno lo le toca. La aversión a la
otredad, al diferente, al que sufre y ha tenido menos suerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Quizá ya nada me escandaliza. He asimilado a tal punto la
diversidad, a través de experiencias muy distintas de vida y de humanidad que
puedo relativizar prácticamente todo. En mi trabajo con migrantes y refugiados
traumatizados he aprendido a ser flexible, y también a escuchar con calma
historias y situaciones que antes no cabían en mi cabeza. Todavía me sorprende
y me admira la resiliencia de algunas personas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? No siempre escribí, aunque
ya de niña lo hacía. La palabra escrita ha sido mi modo preferido de expresión.
Y aunque a escribir me dedico los últimos años, siempre he sido creativa en todas
las actividades que he realizado, los trabajos, las aventuras.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Antes
bailaba tango, fue una de mis profesiones durante veinte años. Ahora bailan mis
dedos sobre el teclado.
¿Sabe cocinar? Sé cocinar a mi manera. Soy autodidacta,
incapaz de seguir cualquier receta, pero cocino bien. Siempre estoy creando
platos nuevos que terminan volviéndose únicos porque no logro repetirlos con
exactitud. Como aprendí a hacer en el tango, improviso.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Clara Obligado. Todo el mundo debería leerla. Aunque si eso sucediera
ella pensaría —como cuando algún libro suyo alcanza un gran número de ventas—
que algo está haciendo mal.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Mañana. Porque siempre que haya un mañana habrá
esperanza. Además es una palabra bella al sonar, armónica, la repetición de la “a”
genera una sensación agradable, positiva, y tras de la última “a” se diría que
aparece el sol.
¿Y la más peligrosa? Cualquiera
que rime con fascismo, o que resuene o recuerde a ello.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Realmente no, aunque a veces lo diga. Lo que no quiere decir que me crea
incapaz de tal cosa. De todos modos, la literatura es el mejor sustituto para
ello. Hay quien mata mucho personaje por ahí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? No he militado más que en épocas estudiantiles, pero me inclino hacia la
izquierda. Me considero humanista, pacifista, feminista en sentido amplio. En
esas líneas sí he militado, desde las villas de emergencia en Argentina,
pasando por África, junto a los médicos del mundo con víctimas de la guerra,
con refugiados traumatizados, hasta con mujeres víctimas de violencia de género
y de la trata de personas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Siempre he
podido ser otra cosa. He cambiado muchas veces de país, de profesión, de vida. Si
me aburro, cambio. No me quedo soñado con lo que podría haber sido si…
¿Cuáles son sus vicios principales? ¡Comprar libros! Soy
un peligro.
¿Y sus virtudes? Soy imaginativa,
cordial, empática, optimista. Esa clase de persona que quisieras tener a tu lado
si te pasara algo malo, difícil de explicar, o si te hubieras quedado sin
ideas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Doy por sentado que
sería en el mar. Amo el mar, es mi elemento. No perdería el tiempo revisando mi
vida pasada. Eso ya lo conozco. Observaría la sombra distorsionada de las cosas,
desde abajo a través del agua, los rayos de sol debilitándose, iridiscentes en
el reflejo, y quizá admiraría la sucesión matemática de las burbujas en ascenso,
esperando, embelesada, el momento justo para convertirme en sirena.
T. M.
miércoles, 12 de marzo de 2025
Un artículo viajero sobre el hotel Claris
martes, 11 de marzo de 2025
Entrevista capotiana a José María Carrera
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José María Carrera.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En mi casa.
¿Prefiere los animales a la gente? Me
encantan los perros, pero quiero más a mi familia.
¿Es usted cruel? Creo que no.
¿Tiene muchos amigos? Bastantes y buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sinceridad, empatía
y fidelidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Algunas pocas veces.
¿Es usted una persona sincera? Intento
serlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo y conversando con gente inteligente.
¿Qué le da más miedo? El dolor físico y el abandono.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La desidia y la holgazanería.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Medicina, que es mi
profesión y mi gran pasión.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No,
excepto caminar.
¿Sabe cocinar? No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Gaudí.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.
¿Y la más peligrosa? Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, que yo sepa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Centro-izquierda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No aspiro
a ser nada más de lo que soy.
¿Cuáles son sus vicios principales? Impaciencia y ser
demasiado estricto.
¿Y sus virtudes? Trabajador,
solidario y caritativo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Las de mi familia.
T. M.
lunes, 10 de marzo de 2025
El matemático que le dio plantón a Hitler
Asimismo, muchos físicos que crearon la bomba atómica se conocieron en la Alemania de Hilbert. Además, este matemático se distinguió por su solidaridad, como cuando apoyó a la profesora Emmy Noether, a la que nadie tomaba en serio en la facultad de Filosofía por el hecho de ser mujer («caballeros, la universidad no es una casa de baños, así que no veo por qué una mujer no puede acceder a ella», dijo). Por otra parte, descubriremos que su principal aportación fue lo que se conoce como «método axiomático», para el que se inspiró en Euclides, de todo lo cual da cuenta este libro sencillo en su estilo y realmente valioso en su contenido.
Publicado en La Razón, 8-III-2025