lunes, 29 de mayo de 2023

Entrevista en "Zenda" por "Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson"

         

Hoy se publica, en la web de libros Zenda, una extensa y magnífica entrevista que me hizo Bernat Castany Prado, con motivo de Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson.

domingo, 28 de mayo de 2023

Entrevista capotiana a Pedro López Martínez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pedro López Martínez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sin duda, elegiría un faro de la costa portuguesa en cuyas paredes interiores se pudiera instalar una biblioteca de libros de papel con una selección personal de siete mil títulos. El mobiliario, sencillo: sillón de lectura con orejeras y amplio escritorio de madera noble. 

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué gente, depende de qué animales; a menudo no aprecio grandes diferencias entre los unos y la otra. No sabré ocultar que padezco una fobia crónica a los roedores y que, como plantea Popper en su célebre paradoja, tampoco tolero bien a los intolerantes. El gentío y las multitudes me incomodan, quizá porque evidencian mi indefensión, sobre todo si van uniformados detrás de una bandera, de un himno o de un escudo. Antes que de gente, prefiero hablar de personas, singularizarlas en su lugar preciso en el mundo; y ahí, en general, sí prevalecen sobre los animales.

¿Es usted cruel? Quiero creer que no, empatizo inmediatamente con el dolor. Si lo soy, es solo conmigo mismo, cuando no me perdono cualquier desliz real o imaginario, o cuando, transcurrido el tiempo, me enredo en las tramas imposibles de la vida y acaso me arrepiento de no haber sucumbido a determinada tentación, o de no haber sabido subirme a alguno de esos trenes que pasaron por delante.

¿Tiene muchos amigos? Sí y no. ¿Cuántos son muchos amigos? Quizá solo tengo los necesarios, aquellos a los que uno intuye que siempre, suceda lo que suceda, podrá seguir llamando amigos. Tres o cuatro. Dos o tres. Uno o dos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las mismas que busco cuando leo un poema, un relato o una novela: lealtad, autenticidad, verdad… esos sustantivos abstractos que me gustaría escribir con mayúsculas. Y la generosidad sin condiciones.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si lo eran y aún lo son, es obvio que no, no pueden decepcionarme porque lo único que espero de ellos es que sigan siendo ellos mismos. Sin embargo, antes sí me decepcionó alguno, cuando andábamos metidos en el fango de aquella juventud que ahora siento remota, cuando mi falta de experiencia o mi ridícula necesidad de pertenencia aceptaban en esa categoría a cualquier intruso que viniera a presentarse como amigo.

¿Es usted una persona sincera? Siempre, y es agotador, y a menudo me lo reprocho, más que nunca cuando me muestro en alguna página de ficción o en algún poema, porque siempre soy irremediablemente yo, en toda mi desnudez. Me preocupa que se me note demasiado y que eso le perjudique al personaje que me gustaría saber representar en ciertos ambientes –compromisos familiares, eventos socioliterarios, etc.–, espacios en los que queda bien fingir o encomendarse al demonio de la cortesía, de la adulación o del mero interés. Pero me es muy difícil entrar en el juego. Comparto aquella cita adjudicada a Franz Kafka: “Me avergoncé de mí mismo cuando comprendí que la vida era una fiesta de disfraces y yo asistía con mi rostro real”. Y sigo avergonzado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Sentándome al sol como un digno heterónimo de Pessoa, abdicando de todo y siendo rey de mí mismo, dejándome llevar por el rumor eterno de las olas, adormeciéndome entre pájaros y nubes, hilvanando palabras que serán versos que serán poemas.

¿Qué le da más miedo? Temo a la soledad rigurosa cuando se acerque el declive. Me aterra que con el transcurrir de los años llegue a desconocerme o a no aceptarme tal como haya venido a ser, quienquiera que sea. Mi madre padeció Alzheimer durante más de tres años y yo asistí a la agonía emocional de su desmemoria, al vaciamiento regresivo de su identidad, al desgarro indescriptible de no ser ya nunca más su hijo para ella. A día de hoy, a ese final posible es al que más le temo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Hay unas cuantas cosas que todavía me intrigan o me asombran, pero que ya dejaron de escandalizarme. Creo que el escándalo está sobrevalorado en una sociedad como la nuestra, donde se vive a golpe de inmediatez, de pantallas hipnotizadoras y de noticias prefabricadas con fines espurios. Quizá, pensándolo bien, lo que más me escandaliza aún es, por un lado, la maldad (que es exclusivamente humana), y por otro la banalización de lo esencial, esa vulgaridad que poco a poco se va instalando en todos los ámbitos.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Ser escritor no es una decisión, es un destino. Y serlo y sentirte pese a no vivir económicamente de ello (sabiendo de antemano que tu compromiso vital no está contaminado por la necesidad de hacer carrera literaria, por la urgencia de notoriedad y prestigio, por la presión editorial para seguir subido en ese carro, por la exigencia de tener muchos lectores y vender muchos libros que te justifiquen) es para mí una liberación, aunque también podría ser un excelente argumento para lo que la actualidad llama fracaso. Un día, no hace mucho, un conocido al que llevaba tiempo sin ver me preguntó inocentemente si seguía escribiendo; esa es una pregunta que siempre me descoloca y que a veces me incomoda y que, ocasionalmente, según quién sea el interlocutor, me indigna como un insulto, porque lo interpreto como una sutil indagación que de algún modo desautoriza mi relación íntima, elemental, con las palabras. No puedo imaginarme de otro modo que no implique un contacto con los libros, con la imaginación literaria. Me tienta apuntalar lo que digo con una frase de Roland Barthes que subrayé en rojo cuando fui alumno universitario, de su ensayo Crítica y verdad, y que todavía me repito en secreto: “Es escritor aquel para quien el lenguaje crea un problema, aquel que siente su profundidad, no su instrumentalidad o su belleza”.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí: cuando la vida me lo permite salgo a correr sesenta minutos exactos. Lo hago siempre solo y por un itinerario fijo, memorizado, siempre sin auriculares que puedan distraerme de mis pensamientos, siempre desprovisto de artilugios de control cardíaco, siempre al atardecer. Aunque varíe la frecuencia según las estaciones y la voluntad, que en mi caso es tan voluble como la pereza, este es un deporte que practico con cierta regularidad desde que tuve diecinueve o veinte años.

¿Sabe cocinar? Sé cocinar. Me encanta cocinar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Personajes inolvidables hay tantos… Si es de ficción, quizá escribiera sobre Monsieur Meurseult, el protagonista de El extranjero, la novela de Camus. Si es histórico, creo que me decantaría por alguno de esos escritores sucesivos que a lo largo de mi vida me han obsesionado excepcionalmente: Jorge Luis Borges, Miguel Espinosa, José Saramago… Pero luego están los personajes secundarios: aquel Rodrigo de Triana que gritó por primera vez “¡tierra!” desde cualquier carabela, aquel ebanista que acogió en su casa a un Hölderlin, aquel cochero que fustigó a su caballo en una plaza céntrica de Turín para que Nietzsche lo abrazara, aquel albañil que ayudó a Primo Levi en su cautiverio en el campo de Auschwitz…

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Puente, túnel, abrazo.

¿Y la más peligrosa? Frontera, muro, patria.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Literalmente, no. Pero en la imaginación, en la ficción, unas cuantas veces. Hay personas cuya mera existencia obstaculiza al resto de la humanidad. Me parece que todos hemos sentido en algún momento el impulso primario, la misión suprema de un Raskolnikov.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me considero afortunado por haber nacido donde nací y haber sido educado en la austeridad, en la tolerancia y en el respeto a los otros. Para responder a esta pregunta, lo mismo que para elegir una papeleta concreta e introducirla en una urna establecida democráticamente, siempre procuro tener muy presentes dos cosas: primero, de qué lugar vengo, en qué clase de mundo me engendraron mis padres; segundo, hacia dónde voy o querría ir, qué clase de mundo deseo para mis hijos. Soy o quiero creer que soy un socialdemócrata escorado a la izquierda que cree firmemente en los valores humanos y en los servicios públicos, los únicos capaces de garantizar una sociedad más justa y accesible a todos.  

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Soy profesor de Lengua castellana y Literatura en un centro de Educación Secundaria. La enseñanza es un medio de ganarme la vida, para mí más cómodo que otros, y con ella, día a día (y ya voy por los nueve trienios), aprendo la virtud de la humildad, pues me ayuda a entender cuál es mi lugar real en este mundo. Así que no estoy seguro de querer ser otra cosa, ni siquiera de poder serlo.

¿Cuáles son sus vicios principales? Ignoro si la necesidad cotidiana de un orden (a veces, incluso, de una simetría que yo interpreto más práctica, más rentable o más fecunda) y el tormentoso afán perfeccionista (¡sobre todo en la literatura!) se pueden considerar vicios.

¿Y sus virtudes? Quizás, según se mire, aquel afán perfeccionista, aquella necesidad cotidiana de un orden. Paradójicamente. Las virtudes y los vicios, al final, pueden reducirse a una simple cuestión de perspectiva.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Los rostros sucesivos de las personas que he querido y me han querido. No sé en qué orden, pero creo que esos rostros le darían algún sentido definitivo a mi agonía.

T. M.

sábado, 27 de mayo de 2023

Lo legendario para hablar del presente

En Stefan Zweig, un aristócrata judío en el corazón de Europa, de 1999, título que en la versión española fue modificado para poner el énfasis en una de las obras del austríaco hasta nombrarlo Zweig y el candelabro. Destino y judaísmo (Alrevés, 2012), Jean-Jacques Lafaye estudió la condición judía como destino irremisible: el de tantos que se vieron obligados a exiliarse o sufrieron la persecución nazi. El judaísmo, en su caso, constituiría un faro moral que influirá en su visión crítica de los acontecimientos trágicos desde 1914 para, de este modo, desarrollar un pacifismo militante e inclinarse por una idealizada sociedad diversa, plural y libre.

El título referido hacía alusión a El candelabro enterrado, sobre el robo del candelabro de siete brazos del Templo de Salomón en plena caída de Roma, y en él se recorrían los años de juventud y madurez del autor austriaco al compás de lo que representaba ser judío para él: «Una apertura espiritual, la conquista de la libertad», primero, hasta que al final, en Brasil, cree «encontrar su nueva Jerusalén, el futuro y la tierra prometida», explicaba Lafaye. Y es que el sionismo –el movimiento político que quiso restablecer una patria para los judíos en tierra israelí y que propulsaría el moderno Estado de Israel– siempre estuvo presente en su conciencia, como dijo él mismo en una entrevista de 1937.

En aquella ocasión, Zweig afirmó que nunca la política había sido tan inmoral y antiética, incluso que vivir ya no le entusiasmaba, así que sólo le quedaba refugiarse en el trabajo. Y a veces su trabajo fue hacer ficciones que parecieron de corte evasivo pero que ahondaban en su tiempo presente. Con razón dice J. Rafael Hernández Arias que, gracias a estas Leyendas, “podemos penetrar en los entresijos de su personalidad, comprobar qué acontecimientos le afectaron más, cuáles fueron sus obsesiones, y cómo luchaba por resolver las paradojas y contradicciones que atenazaban su alma”.

Según el traductor, al leer estas páginas, asistimos a la búsqueda de Zweig del sentido de la vida, y ciertamente ello casa con un género narrativo de sucesos fantásticos que se transmite por tradición, diccionario en mano, o que está basado en hechos o personajes reales para enviar a veces un mensaje moralizante. Ciertamente, Zweig subtituló la mejor de estas obras con la palabra “leyenda”: Los ojos del hermano eterno (1921), que le inspiró el viaje a la India que llevó a cabo en 1908-1909 y su lectura del poema hindú Bhagavadgita.

Situada mucho antes de los tiempos de Buda, narra la historia de un juez virtuoso, Virata, que después de experimentar el destino que les espera a los criminales más abyectos, goza de una especie de iluminación fraterna. A este respecto, recordamos con mucho agrado la adaptación teatral que hizo de este relato Oriol Broggi, en el año 2002, para la Sala Beckett de Barcelona, Els ulls de l’etern germà, con los actores Bruno Oro, Óscar Muñoz y Marc Serra.

Para Hernández Arias, las leyendas sirvieron a Zweig para “dilucidar su propia actitud ante la violencia y el mundo oc­cidental”, tanto en el cuento aludido como en El candelabro enterrado, de 1936, en un momento en que los nacionalsocialistas ya habían señalado a los autores judíos. Él se consideró siempre un europeo que se sentía bien en la diáspora, pero no contempló la necesidad de crear una patria exclusiva para los judíos, como plantea­ron Theodor Herzl o Martin Buber.

En otra de las leyendas, Raquel discute con Dios (1927), veremos un tratamiento bíblico a partir del encuentro de Jacob con Raquel, en el Génesis; con ello se quiere hablar de por qué la divinidad está obligada a mostrarse misericordiosa y alejarse de conductas vengativas. Por último, el libro se completa con dos textos: el muy breve La leyenda de la tercera paloma (1916), que claramente se puede leer en clave pacifista, en contra de la Gran Guerra, y que recupera la historia de Noé enviando tres aves desde el arca como mensaje, “cuando se cerraron las compuertas del cielo y se secaron las aguas del abismo”; y con Las hermanas iguales y diferentes (1927), sobre dos gemelas insatisfechas respecto a la baja cuna de su madre que representarían simbólica, legendariamente, la razón y la pasión.

Publicado en Cultura/s, 27-V-2023

viernes, 26 de mayo de 2023

Entrevista capotiana a Ana Vega Burgos

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ana Vega Burgos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casita sencilla con huerto y jardín al borde del mar, pero no en un lugar turístico. Con un par de habitaciones para recibir amistades, una gran cocina donde hacer vida, con chimenea, sofás cómodos, ventanales grandes, un porche desde donde ver el mar mientras leo o escribo y caminos para pasear en bicicleta. Arriba tendría una buhardilla con mis libros y mis cosas, con una gran ventana y un balconcito donde salir a mirar el mar y tomar café a media mañana. Tendría muchas plantas, flores, gatos y perros. Y un wifi súper potente, claro. Si en invierno nevara y detrás hubiera un bosque, ya sería por completo el hogar de mis sueños.

¿Prefiere los animales a la gente? Necesito a la gente para charlar, intercambiar impresiones, reír… Soy bastante sociable aunque luego me paso varios días sin salir de mi casa. Los animales me gustan mucho, desde hace muchos años tengo gatos y el poco tiempo que no los tuve, los añoraba muchísimo, pero no me contradicen ni me exponen sus ideas.

¿Es usted cruel? No; siempre he odiado la crueldad en cualquier forma y pongo mucha atención en no hacer nada que pueda resultar cruel. Si alguna vez lo he sido sin querer, me he despertado de madrugada sintiéndome mal durante mucho tiempo.

¿Tiene muchos amigos? Conocidas y conocidos con los que me llevo muy bien, muchísimos. Amigos, amigos, unos cuantos. La mejor, mi hija.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Empatía, sinceridad, lealtad. Compartir gustos y preferencias, con unos la lectura, con otros la escritura, las ideas políticas, el amor por algo especial…

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Cada vez menos, quizá porque al ir madurando vamos eligiendo mejor o porque exigimos menos, quién sabe.

¿Es usted una persona sincera? Sí, mucho, pero no sincera en plan “te voy a decir la verdad” para luego soltar un montón de opiniones desagradables que nadie me ha pedido. Intento no mentir ni tergiversar la verdad a no ser que sea necesario. No me gusta ofender gratuitamente.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leo, escribo, salgo a tomar un vinito o una cerveza…

¿Qué le da más miedo? A nivel personal, aparte de la muerte de mis seres queridos, la decrepitud. No poder valerme por mí misma me horripila, y casi más miedo me da perder la cabeza e insultar o vejar a mi familia. A nivel social, la indiferencia.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La prepotencia, y más la ignorancia de los prepotentes.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No lo sé. He sido vendedora ambulante, bibliotecaria, promotora de Igualdad, técnica de Infantil… Todo me gustó en su momento. Sigo teniendo mucha relación con niños gracias a la Asociación Cultural La Talega Roja, que presido, y desde donde imparto talleres de teatro, de animación a la lectura, manualidades… Es lo que me gusta y con lo que me siento realizada.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Bicicleta a veces y por épocas pump, pero últimamente estoy muy vaga. Antes bailaba muchísimo pero ahora se pasan los meses sin hacer nada.

¿Sabe cocinar? Sí, soy mujer de 57 años, TENÍA que saber cocinar para “salir al mundo”. Además, me gusta, aunque somos dos en casa y no me meto a hacer platos para gourmet.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Gertrudis Gómez de Avellaneda. De hecho, la tengo en mente y creo que algún día me pondré con ella, fue una grandísima escritora, la primera que escribió una novela antiesclavista, “Sab”, en 1841, antes que Harriet Beecher Stowe con “La Cabaña del tío Tom”, que salió en 1852. Fue una gran feminista, publicó una serie de artículos magníficos defendiendo los derechos de la mujer, entre ellos el derecho a disponer de su propio dinero, cosa por la que luchaban muchas escritoras en aquella época. Fue una gran dramaturga, poeta, novelista… José Zorrilla decía de ella que “era un hombre en cuerpo de mujer”.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Quizá…

¿Y la más peligrosa? Verdad. La verdad de cada persona, tan diferente según quién cuente el caso. Antonio Machado dejó unos versos que me parecen concluyentes: “Tu verdad no: la verdad. / Y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Claro, o al menos patearle la barriga. Casi cada día, como pongamos las Noticias en la tele, me salen alacranes y culebras por la boca. Tampoco le haría ascos a coger a alguna gente, amordazarla con precinto y leerle unas cuantas leyes, unos cuantos bulos demostrados… Mi gran triunfo es que no lo hago. Cuesta contenerse.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Izquierda, muy a la izquierda. Pero la izquierda de verdad, no de boquilla.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gustaría ser niña eterna, la niña que fui en Niebla, con mis amigas de entonces y los juegos que inventábamos. Yo pensaba que el Cielo debía ser exactamente mi infancia, pero siendo mi madre una amiga más del grupo. Ahora añadiría a mi hija.

¿Cuáles son sus vicios principales? Tuve el terrible vicio de fumar durante muchos años y todavía no puedo creer que consiguiera dejarlo. Recuerdo estar encendiendo un cigarrillo y ya pensando en el siguiente, el tabaco gobernaba mi vida, desde los 15 años mi prioridad era tener dinero suficiente para mi tabaco diario, la paga que me daban en casa por ayudar en la limpieza iba íntegra a ese maldito vicio, no tenía nunca para comprarme un capricho, tenía que pedirle a mis padres, que me racionaban el gasto porque las cosas antes eran así. Quizá por eso empecé a buscarme la vida muy joven, empecé a publicar novelas “de evasión” a los 17 y así disponía de dinerillo para libros, ropa y regalos. Ahora que ya no fumo, no tengo vicios mayores. Quizá leer y dormir, no llega a vicio pero si me lo quitaran, preferiría morir.

¿Y sus virtudes? Ahora me encuentro más virtudes que antes, menos mal, estoy desaprendiendo la minusvaloración automática.  Creo que soy muy leal y ya no me siento una tonta por serlo, si me corresponden mal (que tampoco me ha ocurrido mucho), pues vale, pero no voy a ir con la desconfianza por delante porque eso me quema el alma. También soy una curranta nata, trabajo muchísimo y casi siempre gratis, pero me merece la pena por la satisfacción personal que me llevo. Y procuro no hacer jamás a los demás lo que no quisiera que me hicieran a mí. Virtudes muy de mi época, que leíamos “El diario de Ana María” y cosas así.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo que el rostro de mi hija, el de mi pareja, mis padres, mi yerno al que quiero muchísimo, algunas amistades, en plan “no volveré a veros”, e imágenes del pueblo donde me crie, Niebla. Mi casa, mi gata… Aunque es bastante posible que solo me diera tiempo a pensar “me voy a morir, me estoy ahogando, así que era esto…”

T. M.

jueves, 25 de mayo de 2023

El diplomático que vivió entre espías y nazis

Hace poco descubrimos un diario fabuloso, en que el diplomático chileno Carlos Morla Lynch, que en su momento acogió una de las tertulias literarias más importantes de la época comprendido entre la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil, hablaba de su trato con grandes escritores, muy en especial García Lorca, a lo largo de los años 1928-1936. Más adelante, llegó un segundo volumen en el que reflejó una España definitivamente sufriente y que acabó por abandonar al término de la contienda. Así, se instaló en Berlín, dando continuidad tanto a su labor diplomática como diarística. Y qué impresionante fue el resultado de ello, como igual de imponente es su edición ahora, a cargo de Inmaculada Lergo Martín y José Miguel González Soriano.


Los “Diarios de Berlín (1939-1940), escritos con una prosa vibrante, son inmejorables para presenciar las acciones del tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial. Todo es tan vívido, que los movimientos de Adolf Hitler, acompañado de Göring y su séquito, se nos hacen inquietantemente cercanos. “El silencio profundo se rompe súbitamente y resuena una ovación clamorosa. Todos los brazos se han tendido hacia adelante y parecen lanzas o bayonetas”, dice en una ocasión en que Führer protagoniza un acto público bien solemne.


El autor ya prevé que se está a las puertas de “una guerra que, salvo un milagro, será catastrófica. ¿A dónde nos conducirá?”, se pregunta. Y, ciertamente, su propio diario irá captando semejante catástrofe. Además, cada entrada del diario resulta siempre intensa y palpitante, ya sea apuntando su obsesión de que todas las mujeres de su entorno pueden ser espías, o hablando de la temperatura gélida de la ciudad el día de Fin de Año, o aludiendo al trato con sus colegas: minúsculos detalles que encierran la clave para descubrir cómo un país afrontó un acontecimiento de consecuencias mayúsculas.


Publicado en La Razón, 20-V-2023

miércoles, 24 de mayo de 2023

Entrevista capotiana a Meritxell Falgueras

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Meritxell Falgueras.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Barcelona porque ya cumplí mi sueño de vivir en Toscana.

¿Prefiere los animales a la gente? No, adoro la gente. Aunque mi fallecida perra Maggie era una de las mejores personas que he conocido.

¿Es usted cruel? No, soy muy blanda y me toman el pelo. Pero me da igual son ellos los que ensucian su alma, no yo.

¿Tiene muchos amigos? Sí, demasiados porque estar con mis amigos es una de mis cosas preferidas del mundo.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Conversaciones con un buen aroma y textura, como los buenos libros.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. En general me ha decepcionado más el amor que la amistad.

¿Es usted una persona sincera? Soy una boca-chancla. Si no hago una “Falguerada” al día (que es una metida de pata monumental) parece que no estoy contenta jajaja.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer, tomar el sol, charlar con mis amigos, estar abrazada durmiendo con mis hijos e ir the shopping!

¿Qué le da más miedo? Que a mis hijos les pueda pasar algo malo. Si mis hijos están bien, yo estoy bien.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La gente que destruye o critica y no hace nada para cambiar.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Psicóloga, estilista, sumiller…

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Muchos para poder vivir sin dolor de espalda. Yoga, piscina, entreno…

¿Sabe cocinar? Sí porque soy mamie pero no me gusta hacerlo. Máximo ensaladas y comprar productos gourmets que no se tengan que cocinar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A la fallecida cocinera Mey Hofmann.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Gracias.

¿Y la más peligrosa? Cata a ciegas.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Corazón de izquierdas y mente de derechas aunque la única política que me interesa es la sororidad.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una periodista de estilo de vida en Nueva York.

¿Cuáles son sus vicios principales? Café, vino y todo lo que mancha los dientes.

¿Y sus virtudes? Simpatía, valentía, empatía y activa.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Dando de mamar a mis hijos

T. M.

martes, 23 de mayo de 2023

Primer capítulo de "Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson" en la revista "Qué Leer"

         

En la revista Qué Leer de este mayo aparecía, a modo de prepublicación, el inicio de Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson. Son ocho páginas muy bien ilustradas y con un recuadro que informa de mi trayectoria literaria.

lunes, 22 de mayo de 2023

Entrevista capotiana a Adolfo Burriel Borque

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Adolfo Burriel Borque.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Vivo en Aragón desde los dos años, y nací en un pueblo perdido de Soria. He sentido mi vida arraigada a aquellos lugares que, por una u otra razón me tuvieron: mi pueblo aragonés, Zaragoza, mi pueblo soriano… Si solo me  dejaran un lugar para vivir, pensaría mucho el mar, y mucho en Zaragoza, pero me iría a Soria, a Soria ciudad.

¿Prefiere los animales a la gente? No, no podía seguir sin gentes, sin miradas, sin voces, sin manos, sin amores… Siempre la gente.

¿Es usted cruel? No, y lo digo sin matices. Ni lo fui nunca.

¿Tiene muchos amigos? Tengo amigos, y guardo en mí –y sé que me guardan– muchos afectos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La lealtad, el cariño –siempre el cariño– y poder compartir la solidaridad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, no sabría señalar decepciones que me hubieran marcado. Hay, a veces malos momentos, pero, si la amistad existía, nunca la decepción  real he llegado a sentirla Hay otras muchas cosas, eso sí fuera de la amistad, que me han llenado de decepciones.

¿Es usted una persona sincera? Siempre hay reservas, y hasta medias verdades –o mentiras no decisivas– en la vida de cualquiera, También en la mía.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta leer, caminar, estar conmigo y con mis gentes, amigos y cercanos, repasar poemas, buscar lugares libres…

¿Qué le da más miedo? El retroceso social: la vuelta al mundo sin derechos o libertad, a la intransigencia, a la falsedad, a la ausencia de luz, al descalabro colectivo… Y no faltan razones para esos temores.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La terrible mediocridad, la gran manipulación con que muchos, y no precisamente sin influencia, nos tratan.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Hice muchas cosas. Entre ellas, tratar de que lo que pienso, con otros más, tuviera cauces para poderse expresar. Dediqué –y eso, un largo tiempo, me apartó de la escritura– años centrales de mi vida a la actividad social e institucional.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino, es mi gran ejercicio. Y camino a diario, no menos de hora y media.

¿Sabe cocinar? Soy quien cocina en casa. Quien hace la compra y quien cocina. Es mi parte natural en el trabajo doméstico.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? ¿Uno solo? A Jesucristo.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Niño, niña.

¿Y la más peligrosa? Poder.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca, ni en mis peores sueños.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy una persona de izquierdas y he militado en la izquierda política. No entiendo mi vida sin hacer trabajar a mi pensamiento.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Hoy no encuentro ser otra cosa que poeta, o escribidor de poemas. Me gustaría sí, ahora que comienzo esa andadura, ser un buen abuelo.

¿Cuáles son sus vicios principales? El desorden, la falta de tacto, la insensatez…, la vagancia.

¿Y sus virtudes? Quizás –aunque no a todos le parecerá una virtud– el optimismo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Creo que lamentaría hasta lo indecible quedarme definitivamente sin mi gente.

T. M.

domingo, 21 de mayo de 2023

Entrevista en Radio 4 por "Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson"


El pasado día 9 tuve el placer de que me entrevistara Silvia Tarragona para su programa De Boca a Orella, en Radio 4, de RNE. Fue con motivo de Ojos llenos de alegría. Estar vivo con R. W. Emerson.

sábado, 20 de mayo de 2023

Entrevista capotiana a Alfredo Saldaña

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alfredo Saldaña.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un lugar lo más alejado posible de mí mismo. Ese sitio tiene un nombre, la otredad, y responde a un deseo, ojalá.

¿Prefiere los animales a la gente? En absoluto. Aunque me gustan mucho los animales y los documentales que sobre ellos veo en la televisión, prefiero a las personas, pero de una en una.

¿Es usted cruel? Puedo serlo hasta extremos insospechados.

¿Tiene muchos amigos? Muy pocos, los suficientes.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No sé si es eso lo que busco, pero valoro la empatía, la capacidad de escucha.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No.

¿Es usted una persona sincera? Intento serlo, incluso cuando miento o callo la verdad.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Caminando, leyendo y, de vez en cuando, escribiendo.

¿Qué le da más miedo? La enfermedad.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El deterioro y el desmantelamiento de lo público, la creciente privatización del sistema público de salud, la aniquilación del componente crítico en el sistema educativo, la precariedad laboral, la creciente xenofobia, la conversión de la cultura en negocio y espectáculo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Soy un lector que de vez en cuando escribe; en ocasiones, también con el silencio. En la poesía encuentro la vida, la vida que he tenido, la vida que me sostiene y la vida a la que aspiro; procuro enfrentarme a ella con respeto, dejándola respirar, tratando de escuchar los silencios que la envuelven y protegen. Sin embargo, se puede llevar una vida creativa sin haber escrito una sola línea; de hecho, conozco a personas que, sin haber escrito nada, llevan una vida muy poética. Vivir ya es en sí mismo, puede serlo, una oportunidad para crear.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino.

¿Sabe cocinar? Sí, y es algo que me gusta mucho, sobre todo cuando lo hago para compartirlo con los demás.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A un nómada, una sin techo borrada de la historia, un anónimo que sin ventura ni pertenencias caminara hacia ningún sitio, hacia cualquier lugar. Sería un contrasentido porque, como sabemos muy bien desde el Fedro, con la escritura no logramos sino paralizar en unas cuantas imágenes el movimiento incesante de la vida.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Conciencia, como nos enseñara Hannah Arendt.

¿Y la más peligrosa? Conciencia, como nos recordara Hannah Arendt.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, aunque probablemente lo haya pensado más de una vez.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Milité en el PCE. Mi espacio político está en la izquierda.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un pájaro, o un pez, para volar hacia lo más hondo, o bucear hacia lo más alto.

¿Cuáles son sus vicios principales? Entre los confesables, aunque no sé si se trata de vicios, leo, bebo, fumo e intento pensar.

¿Y sus virtudes? Sé escuchar y, a veces, colocarme en el lugar del otro.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ni idea, ni siquiera sé si esa imagen responde o no a un determinado estatuto clásico, pero creo que en ese momento crepuscular me gustaría contemplar un rostro con los ojos cerrados que transmitiera placidez y tocado por un rayo de sol en una fría mañana de invierno.

T. M.