jueves, 20 de marzo de 2025

Un artículo viajero sobre el Hotel Almanac Barcelona

Desde hoy se puede leer, en la sección de Viajes de La Razón, mi artículo "La exquisita modernidad del Hotel Almanac Barcelona", sobre este establecimiento de cinco estrellas que es una auténtica maravilla en todos los sentidos.


miércoles, 19 de marzo de 2025

Entrevista capotiana a Víctor Herrero de Miguel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Víctor Herrero de Miguel.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Quizás es que vivo, allí donde en cada momento me toca vivir, como si fuera ese el único lugar, consciente de que allí está, al alcance, todo lo que a la vida le hace falta.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a la personas que cuidan a los gatos. Como aquel verso de Borges que nombra como uno de los justos a quien acaricia a un animal dormido.

¿Es usted cruel? Sé que ninguno, en determinadas circunstancias, estamos libres de caer en la crueldad. Por eso, levanto bien alta la cerca y me protejo, para que no entren en mí esas bestias.

¿Tiene muchos amigos? Tengo amigos de muy profunda amistad. Y, en lo profundo, nunca hay masas.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Más que buscarla, he encontrado su capacidad de quererme sin hacerme igual a ellos. 

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Tengo la inmensa fortuna de no haber probado jamás esa hiel.

¿Es usted una persona sincera? Si dijera que no, resultaría que, al estar mintiendo, sí que lo soy.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy fraile franciscano, doy clases de literatura antigua y soy poeta. No tengo muy claras las fronteras entre el tiempo libre y otros tiempos.

¿Qué le da más miedo? Dañar. Dejar de agradecer. Volverme exigente o descuidado.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La delectación en el mal.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me encantaría haber sido jardinero o guarda forestal, pero entonces seguiría estando muy cerca de la poesía.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? A diario camino unos diez kilómetros. De vez en cuando corro. Me gusta la montaña. Y estoy aprendiendo a estirar.

¿Sabe cocinar? Sé hacer lo necesario pero sé que no lo hago bien.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Francisco de Asís.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Umbral.

¿Y la más peligrosa? La que se emplea de forma absoluta: Dios, dinero, naturaleza, progreso, libertad, sexo, yo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero reconozco haber sido infectado por el virus de la indiferencia

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las que conducen al encuentro, las que conceden tiempo a la gente, las que se centran en cuidar.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Podría decir que me gustaría ser jilguero, pero es mejor ser yo y seguir contemplando a los jilgueros. 

¿Cuáles son sus vicios principales? Si algo de verdad no me interesa lo más mínimo, carezco de capacidad de fingir.

¿Y sus virtudes? Saber leer, escuchar, contemplar.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Rostros de seres que amo.

T. M.

martes, 18 de marzo de 2025

Ir de museos a los Países Bajos sin salir de casa

En 2013 Ramón Andrés publicaba «El luthier de Delft», en que se estudió la música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza, es decir, durante el segundo tercio del siglo XVII. Para ello partía del análisis del cuadro de Carel Fabritius «Vista de Delft con el puesto de un vendedor de instrumentos musicales» (1652), y explicaba cómo en esta localidad holandesa sucedió la explosión de un polvorín que a todos sus habitantes afectaría en mayor o menor medida, incluida la casa de Vermeer, y cómo se fue configurando una pléyade de pintores y artesanos en todo el país que se interrelacionarían intensamente. Es el periodo de nuevas teorías sobre la perspectiva que atraen a pintores como Saenredam o Emanuel de Witte, de los cuales sabe mucho la escocesa Laura Cumming, crítica de arte en prensa escrita y autora de un libro sobre Velázquez.

En «Trueno. Una historia de arte, vida y muerte» (traducción de Sion Serra) cada `pintura observada cobra vida a partir, por ejemplo, de una visita a la National Gallery de Londres, con la que empieza el libro. Así, la autora rememora cómo de joven se sintió identificada con uno de los personajes de «Una vista de Delft», una percepción que justifica de la siguiente manera: «Las imágenes pueden apuntalarnos, recordarnos quiénes somos y qué representamos. La relación que cada uno de nosotros tenemos con ellas es tan singular que nadie puede negar nuestra experiencia. Lo que ves es lo que tú ves, solo tuyo y siempre fiel a ti, digan lo que digan los demás».

Realmente, es una oda al subjetivismo y a la moda imperante actual de destacar lo emocional como vara de medir el mundo en vez de un camino de análisis y conocimientos científicos. Este enfoque personalista sigue hasta ver cómo la autora tiene una especial querencia por el arte neerlandés, por una anécdota familiar, pero en todo caso es un buen trabajo para conocer más a Fabritius, «un joven de un sombrío atractivo»; pero también para fijarnos en detalles de la obra de pintores como Rembrandt u otros menos conocidos como Hendrick Avercamp, cuyos «cuadros muestran un mundo helado».

Publicado en La Razón, 7-XII-2024

lunes, 17 de marzo de 2025

Entrevista capotiana a Álvaro Guijarro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álvaro Guijarro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? San Vicente de la Barquera (Cantabria), aunque es duro en invierno. Mi madre empezó a ir con mis hermanos y conmigo cuando yo tenía 14 años, y desde entonces. Aprendería a jugar bolos cántabros, me conocerían en la lonja y sabría diferenciar las mareas. Si ese lugar, por el contrario, fuera un lugar metafísico, y eligiera el fuego, como Jean Cocteau cuando le preguntaron qué salvaría de un incendio, tal como canta la banda Migala, no saldría nunca de mi intimidad.

¿Prefiere los animales a la gente? Trabajé algunos años en el Museo de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y fue una experiencia mágica, si bien esos animales estaban disecados/naturalizados. Ya en vivo, tengo una gata carey que se llama K., ahora que ha sido el aniversario de Kafka, y que ha aprendido mucho desde que salió de un antro en la Sierra, del cual me pidieron que no compartiera las señas, para que la gente no llevara gatos allí. Desde luego, a esa gente no la elegiría. Todo el mundo es todo el mundo, etc.

¿Es usted cruel? No, claro que no y oficialmente. De hecho, la crueldad es una de las cualidades humanas que más temo. En perspectiva, parece el resultado de lo aprendido allí, en el Infierno, cuando no se transforma en algo más común como la burla, la ridiculización o el ataque al más débil, hacia los que los crueles se enemistan.

¿Tiene muchos amigos? Tantos como para sentir que el camino ha sido suficiente, o los caminos. Por épocas o etapas, tengo amistades de veinte años y otras de los últimos meses. Y, en algún momento malo, ha sido un hecho que había amigos, y además buenos. Los amigos son un milagro; el tesoro que retornara siempre a nosotros. Suelo dedicar una parte de la tarde-noche a hacerles llamadas, todavía en analógico.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ternura, empatía, sentido del humor…, y un alto sentido de la conversación. Me gusta admirar el carisma de mis amigos, su bienestar, todo lo que se merecen. Quedarme impactado en una silla ante lo que acaba de decir X, hacer Y, y seguir y actuar como si nada. ¡Como si esa belleza fuese habitual, presente, cotidiana!

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, y los que me decepcionaron me hicieron entender que no eran tan amigos míos.

¿Es usted una persona sincera? El «yo» que escogí es confesional, pero sin mentir, está bien tener algún secreto, lo que no evita seguir siendo sincero. De todas formas, máscara y persona se atan por algo. Dicho esto, una cosa es la literatura y otra la vida, por mucho que algunos confundan hasta lo literal lo que expresa un yo en una página impresa.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Pasear todo lo que puedo y pensar ahí, en esa libertad, e ir a la matinal en los cines Verdi, cuando es posible. Aprovechar el día desde temprano, leer, escribir y trabajar y que el trabajo no me embrutezca; más los afectos. Y tengo una relación especial con la ciudad, que bien mirado, es el origen de la Modernidad: la del sujeto en ese escenario, con sus imágenes, ritos y correspondencias. De ahí al situacionismo y la deriva hay un paso, y más hoy en día.

¿Qué le da más miedo? El verme absorbido por el propio miedo, que muchas veces es irracional. Lo irracional apoderándose de lo racional, sin que haya nada que pueda pelear contra esa naturaleza neta. Y el señalamiento y la humillación de mis acciones.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El propio escándalo, que es una suspensión del tiempo donde todo es presente.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Hubiera sido fotógrafo (aunque también lo soy, en menor medida que escritor). Arte fundacional, es un lenguaje que aprendí antes incluso que el de la escritura y que siempre me ha acompañado, pero no le he dedicado el tiempo necesario como para poder ponerlo en primer plano. En él, decir «memoria», «abismo», «vitalidad» es mucho más difícil, aunque parta de lo real-real, que con palabras.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? El del paseo, como Robert Walser, con el que comparto además otras cuantas cosas personales. O al menos ahora, como que lo pequeño es grande y viceversa.

¿Sabe cocinar? El cuestionario se pone técnico. La respuesta es «sí», pero no soy ningún virtuoso, aunque tengo platos a-los-que-vuelvo, como pasa con El Quijote.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sylvia Plath, y a todos los niveles. Del humano al literario al celestial.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Sabiduría.
¿Y la más peligrosa? Violencia.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Prometo que no, y lo juraría, pero no me gusta la connotación del juramento.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Una izquierda leída por algunas de las vanguardias del siglo XX, o bajo su actitud. Tengo también amigos anarquistas, hacia los que siento cercanía. En general, más partidario de la justicia social, la igualdad y unas condiciones de vida dignas para todos que partidista de partidos, que me han conducido a cierto desencanto. A la política he llegado yo por vías profundas, verdaderas, de papel en sociedad.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? El que aún no soy, pero seré.

¿Cuáles son sus vicios principales? El tabaco, principalmente. Aunque mi amigo Nico fumó todo lo que pudo hasta los 30 y luego se quitó: ésa fue la promesa que él mismo se hizo, ¿no es brillante? También bebo mucho café con leche, y soy perfeccionista hasta la médula.

¿Y sus virtudes? Que lo digan otros.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Pensaría en mi madre, que sufrió más de lo debido y me entregó un testamento abstracto. No me atrevería a pedir un mondadientes como Alfred Jarry, o tal vez sí, si hubiera alguien conmigo. Pensaría en que lo hice, aquí, de la mejor manera, y me acordaría de los días enamorados, de las fiestas, de los vínculos que vinimos a trazar. Y cuando mi cuerpo tocara la arena, pensaría que eso es el Más Allá.

T. M.

domingo, 16 de marzo de 2025

Irse “a la Cochinchina” hasta Borneo y Camboya

El vasto mundo de los dichos populares nos dice que «irse a la Cochinchina», o referirse a alguna cosa que «está en la Cochinchina», es sinónimo de aludir a un sitio tan desconocido como lejano. Lo explica así la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA): «Uno se puede ir de viaje lejos. Luego puede irse de viaje más lejos aún. Pero sólo cuando se ha ido a la Cochinchina el interlocutor entenderá que está realmente en un sitio tan raro y lejano como para no seguir preguntando más».

Todo el mundo asentirá tras leer esta definición, pero tal vez pocos sabrán que el nombre de Cochinchina (o Conchinchina, no se sabe cuándo ni por qué se le añadió una ene) es hoy el sur de Vietnam y, mucho menos, que España tuvo una relación directa con la zona al apoyar la iniciativa de Francia de anexionar ese territorio, en el delta del río Mekong y llamado originalmente Annam, que los galos rebautizaron como Cochinchine. En un año muy reciente, un libro escrito por un militar que presenció todo aquello —fue segundo jefe de las tropas españolas destinadas en esa zona, de 1858 a 1863— y que se publicaría en Cartagena en 1869, el mariscal de campo Carlos Palanca Gutiérrez, titulado Reseña histórica de la expedición de Cochinchina (Miraguano, 2015) reavivó ese episodio prácticamente olvidado.

Tal olvido era denunciado por Alejandro Campoy Fernández, oficial del Ejército de Tierra en activo, en una breve pero muy completa nota al comienzo del extenso volumen, dado que semejante y exótica expedición apenas está reflejada en los libros de estudios secundarios; se dedica, como mucho, «algún párrafo a esta hazaña bélica que desgarró la vida de más de mil españoles en tierras ajenas y hostiles y que no tiene la conmemoración histórica que a todas luces merece».

Pero ¿de dónde partió la decisión de que las tropas españolas alcanzaran una región tan lejana, tanto en lo geográfico como en lo que respecta a sus intereses políticos o económicos por aquel entonces, como el Reino de Annam durante la segunda mitad del siglo XIX y que, asimismo, iba a constituir el comienzo de la colonización gala de Indochina? Campoy lo resume del siguiente modo: «La participación de España en la guerra de la Cochinchina es consecuencia del compromiso internacional que adquirió nuestro país con la firma del Tratado de la cuádruple Alianza compuesta por Gran Bretaña, Portugal y Francia. Las ambiciones mercantiles y comerciales de este último país demandaron la colaboración del nuestro y requirió la cooperación de un contingente español acuartelado en Filipinas, compuesto por más de 1.500 soldados españoles y tagalos».

 

Ir más allá


Fue un acto valiente aquel, como lo refleja el hecho de que durante seis meses varias docenas de soldados españoles en Saigón resistieran tenazmente las embestidas del enemigo, a la espera de que llegaran refuerzos franceses, y un acto sacrificado sin rédito alguno de ninguna clase; de hecho, el resultado sería sangriento por el número de bajas sufridas, que se añadirían a los asesinatos previos de diversos misioneros españoles por orden de los mandarines locales. Al fin, se firmó un tratado en 1862, entre Francia, España y el Reino de Annam, por el que Francia recibía varias provincias annamitas y España, una indemnización de guerra por su participación en un conflicto bélico que había empezado en 1858.


Pues bien, el libro que presentamos a continuación tiene mucho de este ejemplo de Cochinchina: «Conquistas prohibidas: Españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI», es decir, se trata de un texto por completo desconocido y reproduce, por decirlo con el subtítulo, las «relaciones de viaje, memoriales y breve y verdadera relación de los sucesos del reino de Camboya de fray Gabriel de San Antonio». Una historia, así las cosas, de conquistas, poder y dominio, sobre, también, la aventura española en ultramar que ha editado el académico Juan Gil, que destaca nada más empezar que «a nadie se le oculta que el ímpetu conquistador de los españoles», puesto que, «lejos de detenerse en las islas llamadas Filipinas en honor de Felipe II, hizo suyo el emblema de Carlos I, Plus ultra, y quiso ir más allá, sometiendo a su dominio las islas y tierras comarcanas».


La mirada histórica y filológica de Gil quedó reflejada en el hecho de que fue asesor del Pabellón del Siglo XV de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Este catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla, y licenciado en Filosofía y Letras, además de catedrático de instituto, profesor de Filología Latina de la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de esa misma especialidad en la Universidad de Sevilla, ha sido pionero de los estudios del latín medieval en España, con trabajos sobre el latín de los visigodos y los mozárabes, y entre sus especialidades destaca la especial atención a la historia de Cristóbal Colón en tres libros. En resumidas cuentas, estamos ante un experto en los asuntos que presenta en «Conquistas prohibidas», en que se centra en las expediciones militares enviadas a Borneo y a Camboya.


Estas fueron auspiciadas por sendos gobernadores, Francisco de Sande y Luis Pérez das Mariñas, en un contexto en que la religión tenía una trascendencia social y diplomática absolutas. De esta manera, Sande «exigió al sultán de Brunei que prohibiese en sus dominios la enseñanza del Corán. En definitiva, “la predicación del Evangelio” fue “el designio principal de Vuestra Majestad y de sus católicos antecesores”, como Guido de Lavezaris [maestre de Campo y Contador de la Armada que descubrió las Islas del Poniente, en Filipinas] recordó al rey el 25 de julio de 1567». Pero Felipe II no necesitaría tales indicaciones, pues él mismo explicó, prosigue relatando Gil, «el motivo que lo impulsaba a prolongar sus dominios por el Sureste asiático.


Un imposible imperio asiático

Las instrucciones del monarca, dirigidas a Francisco Tello, el gobernador entrante de Filipinas, versaban sobre esta y «otras islas de aquel gran archipiélago, cuya latitud tiene más de 900 leguas y más de 500 de longitud, sin los grandes reinos circunvecinos de que están rodeadas las dichas islas de tierra firme: China, Cochinchina, Champá, Camboya, Sian, Patán y otros». Y en efecto, esta busca de dominar el mundo procedía de «un purísimo y filantrópico deseo: la salvación de unas almas, que, ciegas por la idolatría están, consecuentemente, condenadas al fuego del infierno». Así, Felipe II se veía impelido a extender «lo más posible su poderío por el universo mundo: la razón por la que se permitió avizorar ya la cristianización —es decir, la sumisión— de los reinos vecinos a las islas Filipinas».

El problema es que esta ideología tan «buenista», como se diría ahora, derivó en abusos de todo tipo en esta empresa imperialista-religiosa. En todo caso, en el libro se habla de Sande (que venció, al sultán de Brunéi) y Pérez das Mariñas (que lideró la segunda campaña), pero también de los testimonios de los soldados, como Juan Juárez Gallinato o Miguel de Jaque, más los de diversos religiosos que vieron cómo los españoles intentaron conquistar Camboya y Borneo. Sobre todo, el lector conocerá la figura de fray Gabriel de San Antonio, si bien escribió sobre determinados hechos sin haberlos presenciado en persona. Fue al volver de Filipinas cuando este fraile publicó en Valladolid la “Breve y verdadera relación de los sucesos del reino de Camboya” (1604).

Se trataba de construir un imperio, similar al americano, desde la base filipina, en tierras asiáticas, pero este tipo de iniciativas no acabaron de cristalizar, dentro además de un ambiente bélico generalizado en la zona, dado que durante todo el siglo XVI, refiere el editor, además de la amenazadora intimidación de los piratas chinos y el afán expansionista de Portugal y Japón, los reinos de Pegú, Arakán, Siam, Laos, Champá y Camboya estaban fuertemente enfrentados, hasta que la victoria de Siam hizo que Camboya quedara destruida. En este embrollo guerrero el plan español era apoyar al rey camboyés, que se supone que quería pasarse a la fe católica, pero se fracasa en el intento, y además con el agravante de que los soldados españoles debieron huir en condiciones espantosas, sufriendo sed y hambre, hasta que pudieron alcanzar el Mekong y luego, por medio de naves, llegar al comienzo de la salvación tras una aventura tan ambiciosa como estéril, y pisar la Cochinchina.

Publicado en La Razón, 1-XII-2024

sábado, 15 de marzo de 2025

Entrevista capotiana a María Ovelar

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María Ovelar.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sin duda, una isla; el mar salvaje en invierno, tranquilo en verano, con hamacas en los pinares, robledales en las colinas y cardúmenes entre arrecifes. Abundarían las bibliotecas y librerías, los centros comunitarios, las residencias artísticas, la comida sabrosa, la gente y los animales.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué gente. Tengo fe en el ser humano, pero los gatos nunca me defraudan.

¿Es usted cruel? Intento no serlo, pero la escritura tiene algo de disección, y eso puede ser cruel.

¿Tiene muchos amigos? Tengo la suerte de tener unas amigas y amigos maravillosos, una familia elegida que crece y se nutre a cada paso.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bondad, el sentido del humor, la parresia, el entusiasmo, la pasión.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Pero debemos aprender que muchas veces no son ellos los que decepcionan, sino nosotros los que nos sentimos desilusionados tras imponerles el yugo de la expectativa.

¿Es usted una persona sincera? Sí, mucho. Ya lo dijo Pessoa, "El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente". Y estoy más con él que con Platón, que en La República, expulsaba a los poetas de su ciudad ideal porque consideraba que eran mentirosos y manipulaban las emociones del pueblo con sus ficciones. Pero hay una gran verdad en la mentira de los poetas.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo, haciendo el amor, visitando exposiciones, viajando, acariciando a Totoro, mi gato.

¿Qué le da más miedo? Dormirme y despertarme en una oficina gris atrapada en un relato de Kafka sin final.  

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Un mundo sin poesía, sin reflexión, sin amistad, sin amor. La guerra, la violencia (contra todo ser vivo).

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me resisto a pensar que solo los llamados artistas son creativos, todo ser es un artista, todos creamos. Hay muchas profesiones que me fascinan, la arquitectura, la arqueología, la restauración… 

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí: practico yoga, corro, nado. Y bailo mucho. Adoro bailar.

¿Sabe cocinar? Sí, aunque no siempre encuentro el tiempo para hacerlo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A cualquiera de las mujeres anónimas que cocinaron, lavaron la ropa de sus maridos e hijos, plancharon camisas mientras urdían un plan para escapar de la dominación.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? Guerra.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero en la ficción he matado ya a mucha gente.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Antifascista, anticapitalista, antirracista. De izquierdas. Feminista.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Pintora y escultora.

¿Cuáles son sus vicios principales? La nostalgia y el perfeccionismo.

¿Y sus virtudes? La curiosidad, la pasión, la perseverancia, la capacidad de asombro, la paciencia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un atardecer con mi amigo Chuchi y una cerveza en Famara (Lanzarote), la sonrisa de mi madre al verme disfrutar de sus canelones, la mirada de mi padre en el crepúsculo lento de Villaescusa, el instante antes de besar a Eros, yo recitando Contención mecánica en frente del Ministerio de Salud; Totoro persiguiendo un fantasma debajo de una sábana en mi cuarto, mi amiga Sara tocando el piano, Notre Dame de Paris cuando corrí la medio maratón…

T. M.

viernes, 14 de marzo de 2025

Vivir para la escritura

La trayectoria de Rüdiger Safranski cuenta con un caudal de investigaciones ineludibles, en los últimos lustros, para quien desee adentrarse en las mentes germanas más talentosas de la historia. Autor de “Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán”, y biógrafo de Heidegger, Nietzsche, Schopenhauer, Schiller, Goethe y Hölderlin, ahora se adentra en otro genio, acaso el mayor de todos los que ha dado esta lengua, del que este año se están conmemorando los cien años de su muerte. «Kafka. Una vida alrededor de la literatura» (traducción de Jorge Seca) empieza aludiendo a la célebre frase del praguense «Estoy hecho de literatura; no soy otra cosa», y recorre por lo demás una vida sobradamente conocida por medio de trabajos al alcance en español, como la mastodóntica “Kafka. Los primeros años. Los años de las decisiones. Los años del conocimiento”, de Reiner Stach (Acantilado, 2016), o la que nos llegó en 2012 en la misma editorial, «Kafka», de Pietro Citati.; o incluso un libro de Michael Kumpfmüller que ahondó en lo biográfico y amoroso, si bien de modo novelesco, «La grandeza de la vida» (Tusquets, 2016).

En cualquier caso, todos los ejercicios bibliográficos relativos a Kafka nos llevan a ese extraño lugar, o no lugar sería mejor decir, en que el escritor pasó su existencia llena de contradicciones y ansiedades. Una personalidad bondadosa, cada vez más introspectiva, entregada a sus cuentos y novelas por las noches, comprometiéndose con varias mujeres y retirándose, amando y temiendo Praga. Safranski cuenta la trayectoria del escritor checo en paralelo a sus libros, desde el inicial «Contemplación» y la «euforia de la escritura» que lo rodeó, hasta sus últimos escritos y el calvario de mala salud que lo mató de forma prematura, siempre incidiendo en su «doble vida», la compuesta de escribir y entregarse a un trabajo remunerado para ganarse la vida. La oficina, el padre, Max Brod, el judaísmo, las mujeres, las cartas, «La transformación», la culpabilidad… Todos los ítems kafkianos que podemos esperar se dan cita aquí, en una buena biografía, aunque tal vez demasiado convencional habida cuenta del resto de acercamientos al autor de los que disponemos.

Publicado en La Razón, 23-XI-2024

jueves, 13 de marzo de 2025

Entrevista capotiana a Romina Tumini

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Romina Tumini.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Antes algo así me hubiera matado. Ahora me conformaría con una casa con vista al mar en un lugar tranquilo, eso sí, con internet, computadora y cuadernos de notas.

¿Prefiere los animales a la gente? Amo a los animales —siempre he tenido— pero prefiero la gente. Son mi principal fuente de interés, asombro y motivación.

¿Es usted cruel? No. Y no justifico la crueldad. Entiendo la violencia, la reconozco en todas sus formas y en todos lados. Pero la crueldad de hacer daño a sabiendas es lo que lleva a la gente hasta alguien como yo; una terapeuta especializada en trauma. Ser cruel con otro ser humano es denigrarlo a algo inferior, a un objeto, y creerse que uno tiene alguna razón, algún derecho, para hacer eso.

¿Tiene muchos amigos? Tengo bastantes amigos y muchísimos conocidos. Intento no perderlos en las idas y de las mudanzas, los océanos y los tiempos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Conectar desde un lugar profundo, desde el aprecio a pesar de las diferencias, la cercanía emocional pese a los tiempos y las distancias.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Ni los amigos ni los enemigos. Tomo a la gente por lo que es, ni la idealizo ni la defenestro. No me decepciona alguien que hace las cosas diferentes de lo que yo esperaba, está en su derecho, solo está siendo humano. Si saliera de su yo para satisfacer mis expectativas quizá terminara perdiéndole el respeto.

¿Es usted una persona sincera? Sin duda. Aunque también soy fabuladora y hay veces que dejo decantar bastante lo que pienso antes de opinar, nunca diría algo que no pienso.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo o con mi familia. Es siempre una tensión difícil. Por un lado, hay montañas de libros “imprescindibles” que quisiera leer, y por otro lado, mis hijos crecen tan rápido que cada vez me necesitan menos y hay menos tiempo para estar juntos. También me gustan la naturaleza y las charlas con la gente con la que sintonizo.

¿Qué le da más miedo? La indiferencia. La desidia frente a las catástrofes humanas y naturales. El individualismo de ignorar todo lo que a uno lo le toca. La aversión a la otredad, al diferente, al que sufre y ha tenido menos suerte.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Quizá ya nada me escandaliza. He asimilado a tal punto la diversidad, a través de experiencias muy distintas de vida y de humanidad que puedo relativizar prácticamente todo. En mi trabajo con migrantes y refugiados traumatizados he aprendido a ser flexible, y también a escuchar con calma historias y situaciones que antes no cabían en mi cabeza. Todavía me sorprende y me admira la resiliencia de algunas personas.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No siempre escribí, aunque ya de niña lo hacía. La palabra escrita ha sido mi modo preferido de expresión. Y aunque a escribir me dedico los últimos años, siempre he sido creativa en todas las actividades que he realizado, los trabajos, las aventuras.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Antes bailaba tango, fue una de mis profesiones durante veinte años. Ahora bailan mis dedos sobre el teclado.

¿Sabe cocinar? Sé cocinar a mi manera. Soy autodidacta, incapaz de seguir cualquier receta, pero cocino bien. Siempre estoy creando platos nuevos que terminan volviéndose únicos porque no logro repetirlos con exactitud. Como aprendí a hacer en el tango, improviso.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Clara Obligado. Todo el mundo debería leerla. Aunque si eso sucediera ella pensaría —como cuando algún libro suyo alcanza un gran número de ventas— que algo está haciendo mal.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Mañana. Porque siempre que haya un mañana habrá esperanza. Además es una palabra bella al sonar, armónica, la repetición de la “a” genera una sensación agradable, positiva, y tras de la última “a” se diría que aparece el sol.

¿Y la más peligrosa? Cualquiera que rime con fascismo, o que resuene o recuerde a ello.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Realmente no, aunque a veces lo diga. Lo que no quiere decir que me crea incapaz de tal cosa. De todos modos, la literatura es el mejor sustituto para ello. Hay quien mata mucho personaje por ahí.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No he militado más que en épocas estudiantiles, pero me inclino hacia la izquierda. Me considero humanista, pacifista, feminista en sentido amplio. En esas líneas sí he militado, desde las villas de emergencia en Argentina, pasando por África, junto a los médicos del mundo con víctimas de la guerra, con refugiados traumatizados, hasta con mujeres víctimas de violencia de género y de la trata de personas.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Siempre he podido ser otra cosa. He cambiado muchas veces de país, de profesión, de vida. Si me aburro, cambio. No me quedo soñado con lo que podría haber sido si…

¿Cuáles son sus vicios principales? ¡Comprar libros! Soy un peligro.

¿Y sus virtudes? Soy imaginativa, cordial, empática, optimista. Esa clase de persona que quisieras tener a tu lado si te pasara algo malo, difícil de explicar, o si te hubieras quedado sin ideas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Doy por sentado que sería en el mar. Amo el mar, es mi elemento. No perdería el tiempo revisando mi vida pasada. Eso ya lo conozco. Observaría la sombra distorsionada de las cosas, desde abajo a través del agua, los rayos de sol debilitándose, iridiscentes en el reflejo, y quizá admiraría la sucesión matemática de las burbujas en ascenso, esperando, embelesada, el momento justo para convertirme en sirena.

T. M.

miércoles, 12 de marzo de 2025

Un artículo viajero sobre el hotel Claris

Estos días se ha publicado mi artículo "Claris, un hotel artístico y palaciego de 5 estrellas", dentro de la sección de Viajes de La Razón. Un establecimiento portentoso, en el centro de Barcelona, con dos grandes restaurantes.

martes, 11 de marzo de 2025

Entrevista capotiana a José María Carrera

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José María Carrera.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En mi casa.

¿Prefiere los animales a la gente? Me encantan los perros, pero quiero más a mi familia.

¿Es usted cruel? Creo que no.

¿Tiene muchos amigos? Bastantes y buenos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sinceridad, empatía y fidelidad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Algunas pocas veces.

¿Es usted una persona sincera? Intento serlo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo y conversando con gente inteligente.

¿Qué le da más miedo? El dolor físico y el abandono.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La desidia y la holgazanería.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Medicina, que es mi profesión y mi gran pasión.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No, excepto caminar.

¿Sabe cocinar? No.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Gaudí.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, que yo sepa.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Centro-izquierda.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No aspiro a ser nada más de lo que soy.

¿Cuáles son sus vicios principales? Impaciencia y ser demasiado estricto.

¿Y sus virtudes? Trabajador, solidario y caritativo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Las de mi familia.

T. M.

lunes, 10 de marzo de 2025

El matemático que le dio plantón a Hitler

De un tiempo a esta parte, los libros no sólo de ciencia, sino de científicos, están cobrando un mayor peso. En este ámbito, los matemáticos, que tanto juego dan en el cine, no es una excepción. Justamente, en la película «Un don excepcional», se presentaba a una niña de 7 años con un asombroso talento para las matemáticas, o en «21 Black Jack», la trama giraba en torno a un profesor y los casinos de Las Vegas, por no hablar de «El indomable Will Hunting», cuyo protagonista tiene un don para los números… Sensible a tal interés, Georg von Wallwitz (1968, Múnich), formado en Matemáticas y Filosofía, ofrece en «“Caballeros, esto no es una casa de baños”. Cómo un matemático cambió el siglo XX» (traducción de Roberto Bravo de la Varga), la vida y obra de David Hilbert, «un adelantado a su tiempo».

Este y otros muchos matemáticos dan forma a nuestro mundo, pues de sus investigaciones nacen, como refiere el autor, conceptos como «big data», «inteligencia artificial» o «criptografía», si bien las gentes cultas en general «no tienen la menor idea de cómo funcionan las matemáticas, sin que ello afecte en modo alguno a su prestigio social». Para estos está pensado el libro, en que Von Wallwitz estudia a David Hilbert, a sus ojos el matemático más prestigioso de la primera mitad del siglo XX, que desarrolló su carrera profesional en Gotinga y cuyos estudios acabaron siendo fundamentales para la invención, nada menos, de los ordenadores.

Asimismo, muchos físicos que crearon la bomba atómica se conocieron en la Alemania de Hilbert. Además, este matemático se distinguió por su solidaridad, como cuando apoyó a la profesora Emmy Noether, a la que nadie tomaba en serio en la facultad de Filosofía por el hecho de ser mujer («caballeros, la universidad no es una casa de baños, así que no veo por qué una mujer no puede acceder a ella», dijo). Por otra parte, descubriremos que su principal aportación fue lo que se conoce como «método axiomático», para el que se inspiró en Euclides, de todo lo cual da cuenta este libro sencillo en su estilo y realmente valioso en su contenido.

Publicado en La Razón, 8-III-2025