jueves, 7 de abril de 2011

Ebriedad del hijo pródigo



De tal narrador alcoholizado y con ánimo autodestructivo, tal astilla hecha de erráticos pasos, destino de bebedor compulsivo y literato cáustico también. Dan Fante (1944) huyó de Los Ángeles a los veinte años para irse lo más lejos que pudo dentro del país, a Nueva York, poniendo distancia entre su padre, el novelista y guionista hollywoodiense John Fante, y el hogar en Malibú dominado por ese hombre que, según su hijo, se vendió a los estudios de cine y vivió amargado y amargando a los demás.


Chump Change (título tomado del argot: algo de poco valor u hombre en paro) es la catarsis particular de Dan Fante, su modo de cerrar heridas pasadas, retomar su vocación literaria, reconciliarse con la memoria –la suya existencial y la de su padre artística– y crear un punto de inflexión en su andadura. Su regreso de NY a LA para presenciar los últimos días de un John Fante ciego, al que han amputado una pierna y se está muriendo «por una insuficiencia renal y diabetes» será para el protagonista un vía crucis demente, pleno de delirio alcohólico y encuentros delirantes con lo más barriobajero de la ciudad, pero paradójicamente tal peripecia le salvará de tocar fondo del todo.


Esta primera novela, divertidísima y dura, conmovedora y despiadada, que nadie en Estados Unidos quería publicar hasta que pudo ver la luz en 1998, es el contrapunto perfecto a las narraciones memorables de John Fante, de su magistral Pregúntale al polvo –que tanto fascinó a Charles Bukowski, hasta el punto de visitar al autor en el hospital–, Sueños de Bunker Hill o Espera a la primavera, Bandini, obras de gran impronta autobiográfica y de una densidad argumental propia de alguien acostumbrado a escribir frases que siempre han de ser relevantes para la gran pantalla. Dan Fante hereda ese talento por completo y, tal como había hecho su padre con su álter ego Arturo Bandini, él también usa un alma gemela llamada Bruno Dante, mostrando un maravilloso don para atrapar al lector con elementos poéticos y sórdidos hasta el punto final.


"Era vital y honesto. Su sinceridad te estallaba en la cara», dice Bruno a un dependiente de una librería al referirse a su padre, «un gran escritor desconocido [que] había sido silenciado fatalmente», y lo mismo se puede decir de Dan Fante: su prosa impudorosa capta lo peor de los instintos humanos en escenas desternillantes, retratando la ciudad de Los Ángeles con perspicacia a golpe de botellas de vino y whisky. Por desgracia, Dan Fante es carne de etiqueta: realismo sucio, outsider, semejante a Bukowski... De acuerdo, pero con clase. Tanto, que el hombre que lo desatendió, el grandioso John Fante, estaría orgulloso de un relato tan perfecto como Chump Change.


Publicado en La Razón, 7-IV-2011