Novela inédita en español hasta la fecha, publicada en 1887, “Los
habitantes del bosque” cabe enmarcarla entre las grandes creaciones de Thomas
Hardy, después de “El alcalde Casterbridge” y antes de “Tess, la de los
D’urberville” y “Jude el oscuro”; obras estas “que habrían de ser consideradas
como obscenas y escandalosas, lo que provocaría la renuncia del autor a la
narrativa para dedicarse por completo a la poesía”, como dice el traductor
Roberto Frías en el posfacio. Este que abordamos es el Hardy de siempre, el que
usa el género novelístico como crítica social, muy en particular al respecto
del rol de la mujer en el suroeste de la Inglaterra de provincias de finales
del siglo XIX.
Ese punto geográfico específico es crucial en su mirada literaria, pues
encuentra en el ambiente rural los perfiles psicológicos que le interesa
recrear para dirigir la narración hacia el fatalismo mediante personajes que
son víctimas de sus circunstancias, de sus apetencias y rechazos mutuos: la
propietaria de las arboledas que anhela lo que no tiene, el hombre de negocios
preocupado por el destino de su hija, el barbero cotilla, los pobres que
iluminan su casa con velas…. En este caso, el ambiente de opresiva circularidad
lo protagoniza la bella Grace –objeto de deseo del que se suponía que iba a ser
su esposo, Giles–, que a su vez siente curiosidad por el médico Fitzpiers, “un
hombre de raras meditaciones”, melancólico y lector, con el que Hardy quiere reflejar
su preferencia por la filosofía germánica en boga en aquel tiempo. En suma, un
pedazo de vida británica, fidedigno y complejo, que analiza las fronteras que
imponen las clases sociales y los prejuicios de sexo.
Publicado en La Razón, 14-II-2013