martes, 19 de marzo de 2013

Entrevista capotiana a Rubén García Cebollero


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rubén García Cebollero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un libro.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente suele ser muy animal.
¿Es usted cruel?
Ni quiero ni intento serlo.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos y buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean tal como son.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Ya lo decía el poeta Pope, bienaventurado el que nada espera, porque nunca se sentirá defraudado.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, y siempre tiene su precio y sus consecuencias.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con quienes quiero.
¿Qué le da más miedo?
Nada me da miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los errores.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Volver a elegir.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hasta que las hernias lo impidieron, fútbol.
¿Sabe cocinar?
A veces.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi padre.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Amor.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
La vida nos mata a todos. ¿Por qué ahorrarle trabajo?
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Todos se equivocan.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un buen actor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La fe.
¿Y sus virtudes?
La constancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No necesito imaginarlo. Me ahogué de verdad. El día de la virgen del Carmen, de 1994. Con 18 años. Era sábado. No se lo deseo a nadie. Y si hay que escoger un esquema clásico, sería una sucesión de oscuridad, a sombras grises, a luz blanca. Imágenes borrosas, y una única idea: no quiero morir.
T. M.