miércoles, 26 de junio de 2013

Entrevista capotiana a Ángeles López

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ángeles López.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En cualquier lugar de España que haya sol, mar, buen pescado, entorno verde y muchos animales.
¿Prefiere los animales a la gente?
¡Los gatos!... La pregunta ofende. Los humanos sólo me gustan a una distancia prudencial y siempre y cuando no me rompan la burbuja de seguridad.
¿Es usted cruel?
Todos lo somos. Yo más que nadie cuando me roban el último sorbo de un Gran Colegiata o un Mauro. También cuando me empujan con las yemas de los dedos al salir de un espectáculo o se me cuelan en la fila del autobús.
¿Tiene muchos amigos?
Los justos y necesarios. Eso sí, el núcleo principal lo mantengo desde primero de EGB. No obsta para que, de tanto en tanto, pueda hacerle un hueco con muchas reservas a alguien nuevo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Em-pa-tía. Si se piensa bien, no se le puede pedir mucho más a la amistad. Si alguien es capaz de ponerse en tu lugar y vibrar al unísono con tus alegrías y tus miserias, ¡la amistad gira como la rueda del Samsara!
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Claro. Tanto como yo a ellos. ¿O es que acaso somos ángeles?... Bueno, yo sí, pero sólo pasó una vez en la pila bautismal y por culpa de mis padres que eran muy inocentes. Creían que el “nombre” hacía la “cosa”... Y parece que no es cierto.
¿Es usted una persona sincera? 
Demasiado. Tengo genética de Toro y mi entorno llega a rogarme menos sinceridad, porque puedo llegar a ser lacerante... Sin mala intención (de eso sí que no tengo en el armario).
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Cocinando. Leyendo. Escribiendo. Mirando al techo, haciendo zazen y en los ratos libres, follo. (Sin orden alguno.)
¿Qué le da más miedo?
No poder proteger a cuantos deseo cuidar. Tengo el síndrome de perro ovejero. En terrenos más prosaicos, todo lo que hay debajo del mar. ¡Todo es marciano, horrible y espectral! (aunque sea capaz de zampármelo). Si hablo de forma global, me da miedo todo: “Miedo, soy yo”.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que el tonto siga la linde... Y aunque la linde se acabe, el tonto siga...
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera convertido en una chef de alta cocina. Soy feliz inventado sabores y cocinando para los que amo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. Camino cuando puedo, pero sudar me estropea la piel... Y me roba tiempo de lectura.
¿Sabe cocinar?
Lo he contestado sobradamente. Pero me gustaría matizar que aprendí casi todo lo que sé gracias a mi cuñada Mari y a las novelas negras... ¡Pepe Carvalho es el detective del que más recetas he copiado!
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Francisco de Asís.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor. El amor contiene todos los conceptos.
¿Y la más peligrosa?
Miedo. Lo anula todo. Podríamos sumarle el concepto ansiedad, pero está tan gastado y malversado, que da asco usarlo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Después de tanta novela negra a mis espaladas sé que es complicado el crimen perfecto... Pero como periodista he tenido algún que otro “objetivo” en mi punto de mira. Pensé cargármelo a fuerza de arroz caldoso con bogavante, pero me pareció una muerte demasiado dulce. Preferí la reconciliación; es menos compleja. Y como no tengo vanidad, resultó fácil.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
¿Todavía se puede hablar de izquierdas? –porque cualquier parecido con los postulados de izquierdas, es hoy un trampantojo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me hubiera gustado ser el Ángel de la Guarda de Sancho Gracia (le amé en mi más tierna infancia)... Pero ahora que se nos ha ido, me conformaría con ser la intérprete de “Poeta en Nueva York” para la humanidad. Pero no una cualquiera: la definitiva.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creer que todo es eterno: los electrodomésticos, los bolis, los trabajos, los maridos, la ropa... El día del funeral de mi padre, mi madre dijo una frase memorable que suscribo: “¡Cómo puede pasarme esto a mí! Viuda por segunda vez. A mí que todo me dura tanto: la lavadora, el frigorífico, la ollas... ¡Todo, menos los maridos!”. A mí me pasa igual. Creo que todo aquello que tengo me durará de por vida.
¿Y sus virtudes?
Creo que soy, en el buen sentido de la machadadiana palabra, alguien bueno... Aunque al nombrarlo, lo desvirtúe.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Como diría Bunbury: No fui mala yerba... “Sólo yerba en mal lugar”.

T. M.