lunes, 24 de junio de 2013

Entrevista capotiana a Román Piña Valls

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Román Piña Valls.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En la termas de Caracalla, en el supuesto de que pudiese vivir en el año de su apertura eternamente.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. La gente es más entretenida.
¿Es usted cruel?
Sí, tanto como tierno y piadoso, espero. O sea que espero ser muy pero que muy tierno.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, inexplicablemente. Pues si no ¿cómo iba a vender más de 10 ejemplares de un libro?
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna. Los amigos vienen por azar y destino, no porque los sometamos a un test.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Rara vez.
¿Es usted una persona sincera? 
No. Como dice Bruce Willis (citando a no sé qué genio) en “Seducir a un extraño”, en la vida todo consiste en ser sincero. Cuando consigues aparentar que lo eres, ya va bien.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tocar la guitarra, subir un monte, tomar una copa con amigos, leer.
¿Qué le da más miedo?
Los envases de plástico.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La sosería y banalidad de la mayor parte de lo que veo en los medios de comunicación.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Llevar una vida no creativa me parece insoportable. Quizá me suicidaría. Pero si no hubiera más remedio, me gustaría ganarme la vida haciendo cástings a candidatas a biopics de estrellas del cine.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natación.
¿Sabe cocinar?
Sí. Sin tirar cohetes. Pero en la práctica sólo hago patatas fritas con huevos fritos. Hago unas buenas berenjenas a la parmesana.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Mark O’Brien, por ejemplo, el parapléjico de la película “Las sesiones”.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
¿Espermatozoide?
¿Y la más peligrosa?
¿Espermatozoide?
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Sólo en las novelas, que para eso están, en parte.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Anarquista conservador. Elitista. A escala real, creo que los pueblos lo que necesitan es perder su identidad y confundirse entre ellos. Soy antibabelista. Y creo que el lucro debe estar vigilado y perseguido. O sea, me afiliaría a un eventual partido estoico.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mujer antes que nada. Pero eso está muy manido, así que campo trigo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo ningún vicio, sólo virtudes, aunque desconozco cuáles, porque conocerlas sería caer en el vicio de mirarme el ombligo.
¿Y sus virtudes?
Las ignoro, como he dicho, pero me gustaría que fueran la paciencia, la mansedumbre y la generosidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Siempre que me ahogo veo lo mismo: una sirena viene a besarme para convertirme en un príncipe de las profundidades, como Namor, Román al revés.

T. M.