martes, 4 de junio de 2013

Mil y un refranes guardados en el siglo XVI

El pasado miércoles 22 de mayo, en la Facultad de Filología de Barcelona, se presentó un tomo que sirvió de celebración de una de las editoriales más importantes de las últimas décadas en España, en el entorno universitario y de la lectura de clásicos universales en general; un tomo que tiene conexiones con la cultura autóctona más antigua, popular y permanentemente actual. Se trata de “La Philosophía vulgar”, de Juan de Mal Lara, volumen que ha elegido Ediciones Cátedra para un aniversario que alcanza el libro número 725: y es que ya han pasado cuarenta años desde que se fundara esta editorial madrileña, perteneciente al Grupo Anaya, en 1973.

A Inoria Pepe Sarno y José María Reyes Cano, responsables de la edición, les ha llevado cuatro años de trabajo ininterrumpido preparar este escrito, aparecido en Sevilla en 1568 y compuesto de 1001 dichos glosados por Mal Lara, más los 300 que cita a lo largo de sus comentarios. La introducción de 200 páginas y las 4.588 notas a pie dan una muestra de la monumental labor, que pone al alcance tanto del estudioso como del lector de a pie una colección que, pese a su castellano de hace cuatro siglos y medio, es perfectamente asimilable; de hecho, es un aliciente más: “No ay parte en la vida humana (…) en que el hombre no halle refrán para aprovecharse, quando quisiere y lo huviere menester, o en letras o en aplicación”, dice el autor, que extrajo información durante más treinta años de la Biblia, de fábulas, cuentos y canciones, de pensadores grecolatinos, poetas italianos y obras españolas tan importantes como el “Libro de Buen Amor” o la “Celestina”, así como de los “Refranes en romance” de Hernán Núñez y los refraneros del Marqués de Santillana.

De este modo, Mal Lara cita y comenta refranes que organizó en “cartapacios” según una decena de materias: Dios, Hombre, Animal, Tiempo, Mundo, Virtud, Arte, Natura, Necesidad y Fortuna, que a su vez dividió en tablas con subtemas. Este proceder meticuloso demuestra la relevancia que tuvo en la época el llamado género paremiológico, «del que tenemos noticias desde la antigüedad empezando por Aristóteles, quien en su “Retórica” consideraba el refrán como el resto de una antigua filosofía que se había conservado entre las muchas ruinas por su brevedad y oportunidad», dicen los editores. Muchos siglos después, los humanistas valorarían el refrán desde su riqueza conceptual y su utilidad para la enseñanza; y Mal Lara, él mismo docente, muy comprometido con lo pedagógico y lo moral-cristiano, buscará entre lo erudito y lo vulgar (entiéndase, propio del vulgo) la manera enseñar deleitando, como dice el tópico.

La obra estaba “dirigida al muy alto y muy poderoso y muy cathólico príncipe don Phillippe, rey de las Hespañas, etc., nuestro señor”, es decir, Felipe II, al que consagra varios poemas previos. Con el visto bueno de la casa real y de los censores, Mal Lara llevó a una imprenta de la calle Sierpes su libro, cuyo primer refrán –“A Dios rogando y con el maço dando”– constituye para él todo un emblema de su singular dedicación: “Assí, tomé este refrán como símbolo de todos mis trabajos en esta declaración de tan varias materias, para poner delante assí mi trabajo como el mucho provecho que se puede seguir de proseguir mi intento”. Sapiencia y prudencia, a su juicio, son los elementos fundamentales de los refranes, a su vez hijos de la filosofía.

El género, como explican Sarno y Cano, tendrá un gran auge a partir de finales del siglo XV y durante el Renacimiento, cuando el interés por la sabiduría popular queda reflejado en el libro “Seniloquim”, hoy atribuido a Diego García de Castro, que reunió 497 refranes con glosas en latín, y en otros volúmenes posteriores. El mérito de Mal Lara radica en equiparar a los filósofos con un pueblo llano que “dezía él también cosas altas, aunque disfreçadas en el lenguaje de sus proverbios y, digámoslo, rústicos refranes”. El teatro, la poesía y la narrativa acogerán estas expresiones del vulgo para retratar su tiempo; el ejemplo mayúsculo de ello, cuando Cervantes ponga en boca del Quijote esta frase: «Parece, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas».


Publicado en La Razón, 29-V-2013