Era ya de noche en Hong Kong, y en la
tele del hotel ponían una película de Bruce Lee. La vi en chino, pero, menos
mal, con subtítulos en cantonés, lo cual clarificó el significado de las
patadas y tortazos del karateka. La cinta era uno de esos engendros que
recuerdo de niño, y quizá por eso la dejé unos minutos. Hasta que apareció,
zapping mediante, un China-Corea de baloncesto, en lo que supuse un torneo a
escala asiática, por cuanto se ha hecho uno en América clasificatorio para el
mundial de España del año que viene, y ahora se está produciendo el Eurobasket
de Eslovenia, para el cual no hay favorito claro, ni siquiera nuestro equipo.
Ganaron los segundos, quiero decir los coreanos, porque los chinos, llenos de
talento y con jugadores con experiencia en Estados Unidos, no tienen el ardor
necesario para ser ganadores, o incluso competitivos. ¿Esa sensación ha
aparecido en el juego practicado estos días por parte de los de Juan
Antonio Orenga? La brillantez defensiva, la solidaridad atrás y delante, el
buen tino para el contraataque y la capacidad ofensiva innegable han tenido
demasiadas lagunas, demasiadas intermitencias; de ahí las dos derrotas que tal
vez les pasen factura de cara a los cuartos de final, en caso de perder mañana
contra la sorprendente Italia. Es como si España hubiese jugado en chino algunas veces, o para
complicarlo más, con subtítulos en cantonés.