martes, 17 de diciembre de 2013

Entrevista capotiana a Andrés Sorel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Andrés Sorel.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una casa en lo alto de una isla desierta llena de libros y música.
¿Prefiere los animales a la gente?
Ni a los animales ni a la gente, y menos que nada a “las masas”, las cuatro o cinco personas a las que uno puede amar y basta.
¿Es usted cruel? 
Desde luego no en los hechos, odio la violencia, pero si en las palabras, en la forma de denunciar las injusticias, los fanatismos, los terrorismos de toda índole, incluyendo los de  estado.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, pero son amigos muertos, escritores, músicos, con los que hablo, y si acaso algunos vivos, muy pocos que pueden acompañarme en este difícil lenguaje de la crítica, la belleza y la diferencia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que no sean dogmáticos, que también vivan en las dudas, que rechacen cuanto está destruyendo la civilización y el culto al mercado, al dinero y al poder.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Bastante, y me reitero a la pregunta anterior. A lo largo de demasiados años he visto como caían víctima de las cosas que más detesto.
¿Es usted una persona sincera? 
Huir de la autocensura creo que resulta imposible. Nos condicionan miedos, inseguridades…
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No tengo tiempo libre. Siempre viví en los libros, las ideas, las luchas contra la mendacidad, hipocresía, corrupción, feísmo, consustanciales a nuestra sociedad.
¿Qué le da más miedo? 
El  dolor, la enfermedad, la muerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La hipocresía, comenzando por la religiosa, y siguiendo por la política y la cultural.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Leer al puñado de escritores que siempre me interesaron.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No, salvo que se llame ejercicio físico andar por donde el ruido y la multitud no me lo impidan.
¿Sabe cocinar?
Sí, desde pequeño, por necesidad o afición he cocinado.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sobre personajes que me han interesado ya he escrito, pero revistas como la que indica nunca me lo pedirían ni yo podría aceptarlo, sería perder el tiempo porque no les interesaría publicarlo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad en la diferencia.
¿Y la más peligrosa?
Servicio, patria, justicia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
He matado con el pensamiento o los razonamientos a muchas personas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Huyendo de todos los credos y afiliaciones, recoger todo lo que para el progreso que no existe, hablo del ser humano no de la ciencia y la técnica, han desarrollado un puñado de grandes pensadores revolucionarios.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Desde niño pensé ser lo que, bien o mal, he sido.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No haber dado nunca importancia al dinero. De ahí viene la mala conciencia ante las escasas personas que me rodean a las que por ello perjudico.
¿Y sus virtudes?
Si no creo en catecismo ninguno, creo que estoy carente de todas las  que así han sido definidas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El absurdo de por qué vine de la nada sin voluntad y a ella regreso con la misma impotencia.
T. M.