martes, 4 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Amir Valle

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Amir Valle.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Da igual: me basta con que mi familia esté conmigo y tenga yo acceso a cualquiera de las bibliotecas personales que tuve en Santiago de Cuba, La Habana o Berlín.
¿Prefiere los animales a la gente?
Cada animal es para mí una maravilla y los que he tenido jamás me han traicionado. Pero aún así prefiero a los de mi especie: eso que llamamos “seres humanos”, con sus múltiples imperfecciones y sus escasas cualidades, quizás porque una vida sin retos sería muy aburrida.
¿Es usted cruel?
Todas las heridas que llevo en el cuerpo y en el espíritu se deben precisamente a que no sé ser cruel.
¿Tiene muchos amigos?
Como siempre pasa: cuando estuve en la cima en mi país, creí tener miles de amigos. Un día, cuando caí en desgracia ante el régimen, sólo quedaron tres o cuatro. Hoy muchos dicen ser mis amigos, pero aquellos pocos a quienes yo llamo así han probado serlo, siempre, sin importar los retos, peligros y circunstancias.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sinceridad, lealtad y valor lo mismo para aconsejarme que para criticarme.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si un amigo te decepciona es porque nunca lo fue o porque tú te equivocaste al considerarlo así. Debo haber aprendido de los golpes porque ya no sufro esas decepciones: sé bien a quién llamar amigo.
¿Es usted una persona sincera?
Fui sincero por igual cuando alguien, ilusionado, me daba a leer un texto y le decía a la cara que se dedicara a otra cosa, que cuando tuve que decirle a un dictador que me había robado con mentiras la mitad de mi vida. En simples palabras: a mi hábito de ser sincero debo mis enemigos, el destierro, vivir lejos de mis seres queridos en Cuba.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No hay nada más gratificante que pasar ese tiempo dejando que mi hijo se divierta conmigo haciéndome las bromas que siempre me hace. Cada minuto con él es una lección de vida que luego se traslada por ley natural hacia algún resquicio de mi obra.
¿Qué le da más miedo?
Con la pregunta anterior ya debes suponerlo: que algo, por simple que sea, pueda dañar a mi hijo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La idiotez globalizada en que hoy está sumida la humanidad toda: cultura, decencia, valores morales, espiritualidad, sensibilidad, compromiso ético, van perdiendo cada día más su poderoso protagonismo en el crecimiento humano para convertirse en simples palabras en desuso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Mi sueño era ser arqueólogo o paleontólogo: me fascinan las historias antiguas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
En mi juventud practiqué profesionalmente el atletismo, y fui bastante bueno. Después me quedó el vicio de correr todos los días. Pero hoy sólo imagino que corro: imaginar que uno corre y suda suele ser reconfortante.
¿Sabe cocinar?
Lo hice cierto tiempo por pura necesidad de supervivencia. Pero hace casi veinte años vivo felizmente casado con una de las mejores cocineras que he conocido: ¿para qué seguir deshonrando con mis malas artes ese noble y ancestral oficio?
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Jesucristo, sin dudas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sueño. Pero me refiero a ese sueño de lograr algo, de crecer, o simplemente de vivir que siempre yace en el corazón de un ser humano.
¿Y la más peligrosa?
Ya lo dijo Jesucristo en la Biblia: no es una palabra, es un órgano, la lengua; del uso que le demos a ese órgano dependerá el bien y el mal que hagamos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Soy un criminal peligroso: he matado a cientos de personas, buenas y malas… en mis libros. En la vida real ni siquiera he pensado hacerlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No creo en ninguna, porque todas han sido un desastre. Mi ideología son mis credos y hay de todo en ellos: de la izquierda, el centro, la derecha y cualquiera de esos otros posicionamientos estúpidos que no me acaban de convencer, como centroizquierda o liberal de izquierda o izquierda moderada, etc. Algunos han dicho que, políticamente, soy un francotirador: critico lo que me parezca criticable, sea de la ideología que sea.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
El espacio celeste: abierto, libre, misterioso, inescrutable, infinito, eterno.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La tozudez. Sin ella no habría llegado a ser lo que soy. Me ha permitido vencer retos ante los que otros muchos se han retirado, como los perros, aullando de miedo con el rabo entre las patas.
¿Y sus virtudes?
La bondad, según mi esposa y mis pocos amigos. Aunque ellos dirían que es una especie de virtud-defecto porque, aseguran, debido a eso he sufrido más de lo que ellos creen que merezco.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Eso de imágenes que pasan en el último momento es un gastado recurso artístico hasta tanto alguien no regrese del otro lado y demuestre lo contrario. Pero si fuera cierto que eso pasa, seguro estoy que vería los momentos inolvidables que viví junto a los míos y, entonces, lógicamente estarán ahí la cara de mi hijo Lior, el rostro hermoso de mi esposa Berta, la cálida presencia de mis padres, la mirada infinitamente misericordiosa y de apacible bienvenida de mi Señor Jesucristo. 
T. M.