sábado, 15 de marzo de 2014

Entrevista capotiana a Ernesto Calabuig

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ernesto Calabuig.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Ojalá que no tuviera que elegir un solo espacio. Si se tratara de una ciudad, me gustaría un gran espacio como Berlín, donde todas las posibilidades, incluida la de la naturaleza, están abiertas y cercanas.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Eso se lo dejamos a escritores como Fernando Vallejo y sus facilonas diatribas contra el género humano en beneficio de los canes. Me gustan los perros (de hecho tengo una perra muy bonita), pero no tanto como algunas personas.
¿Es usted cruel?
Estoy convencido de que no. La conciencia no me lo permite. No me sale ser cruel, y me consta que hay personas a las que les ocurre lo contrario y sin las que el mundo mejoraría. Como escribía Patricio Pron, “el mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan”.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos conocidos y sólo algunos buenos amigos. Su amistad me alegra y perdura incluso cuando nos vemos de mucho en mucho o vivimos separados por miles de kilómetros.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Supongo que eso que se llama “ser buena persona” o tener entusiasmo por unas y otras cosas, de la cultura o de la vida, que podemos compartir. Sin entusiasmo somos muertos vivientes.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No me siento decepcionado o defraudado en general, pero a veces uno se lleva desagradables sorpresas y pasas unos días con cara de tonto.
¿Es usted una persona sincera? 
En general sí. Mis mentiras suelen ser fantasías o eso que se llama “mentiras blancas” o mentirijillas. De pequeño sí era mentiroso y me metía en líos con frecuencia.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
La lectura forma parte tanto de mi profesión como de mi ocio. Viajar y practicar deporte (sobre todo correr) son otras de mis pasiones.
¿Qué le da más miedo?
Me dan miedo los cortes bruscos, las desapariciones inesperadas, irremediables,  de personas a las que quieres.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza el alto nivel de corrupción del mundo literario-editorial, con sus premios amañados y juegos de favores. Cada año me entero de nombres de escritores que van a ganar premios apalabrados de antemano. El juego sucio no está sólo en los macropremios multimillonarios, sino también en muchos concursos con fama de independientes, donde tal miembro del jurado es amante de un escritor/escritora, o cuatro o cinco tipos habían llegado a la final sin filtros previos porque eran el (pre)candidato de este o de aquel pope. Siento vergüenza y asco bastante a menudo del montaje que muchos se preparan con total impunidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No lo sé. Desde luego, leer y leer estaría entre mis opciones.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Desde los dieciséis años hice competiciones de carrera de medio fondo (800 m, 1500 m, millas… 5 km, 10 km). Llegué a correr en primera división aquí en Madrid en carreras de pista.  Luego –hacia los treinta– llegaron las lesiones, pero aún sigo saliendo a correr cuatro días a la semana y participo en alguna carrera popular con un rendimiento aceptable.
¿Sabe cocinar?
Mentiría si digo que sí. Sólo sé hacer cosas rápidas (crepes, tortitas, tortillas, filetes con patatas fritas). Poco más.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Por deformación profesional, sería algún escritor de los muchos que admiro.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Iba a ponerme pedante y mencionar en alemán Hoffnung, Hoffen o Zukunft (esperanza, espera, futuro). Pero la propia palabra esperanza en castellano es hermosa y mucho más positiva que la simple espera. Hesíodo hablaba de la “buena espera” de cosas buenas o posibles.
¿Y la más peligrosa?
Diferencia o diferente. Muchos de los males del ser humano los ha producido la consideración del otro como un ser diferente, inferior, etc.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sólo metafóricamente. Ese “me darían ganas de matarte” que queda (afortunadamente) en tiempo condicional.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No pertenezco ni soy fanático de ningún partido. Pero en este mundo tan convulso y áspero votaría a quien muestre más sensibilidad social y más solidaridad real e integradora.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un buen cantante se debe sentir muy bien sobre el escenario.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo grandes vicios. ¿La cerveza cuenta?
¿Y sus virtudes?
Creo que soy capaz de escuchar y que soy considerado con los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Siendo práctico, pondría todo de mi parte para salir a flote. Si ya no es posible, creo que por mi cabeza pasaría toda una despedida (desesperada) de las personas cercanas a las que quiero.

T. M.