lunes, 14 de abril de 2014

Entrevista capotiana a Ilan Stavans

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ilan Stavans.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El salón de clase. Es donde me siento feliz, lleno de preguntas, con los pies en la tierra y también en un viaje imaginario.
¿Prefiere los animales a la gente?
Los animales fantásticos, sí. Me gusta el Odradek de Kafka, el Jabberwoki de Lewis Carroll, el Behemot de la Biblia. De los reales, me gustan las jirafas, los elefantes, los jaguares y, extrañamente, los camellos, precisamente por su extrañeza.
¿Es usted cruel?
No, aunque a veces debería serlo.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, afortunadamente. El máximo placer en la vida son las conversaciones que sostengo con ellos a lo largo de los años.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Una sola: la curiosidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No porque la decepción es parte de la curiosidad.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, aunque a veces debería no serlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Todo el tiempo es tiempo libre. Lo ocupo yo siendo yo. (A veces me gustaría tomarme unas vacaciones de mí mismo).
¿Qué le da más miedo?
Ni la vejez, ni la muerte. Al contrario, las veo con esperanza. Me da miedo la interrupción de la felicidad: perder a una persona amada, por ejemplo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La apatía, el abandono, la abulia y otros sustantivos que empiezan con “a”.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No creo que haya decidido ser escritor sino que la escritura decidió que yo no me dedicara a otra cosa. Para mí pensar es escribir, escribir es leer, leer es enseñar. ¿Qué otra cosa me habría gustado ser? Músico. Tengo un hermano que lo es pero yo ni siquiera puedo leer el pentagrama. La música es la más libre de las artes. También me hubiera gustado ser actor pero solamente para interpretar un papel: Hamlet, que es un criminal atrapado en su racionalismo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Corro todos los días. De hecho, me paso la vida corriendo. Mi vida entera corre ante mí y yo quiero detenerla y no puedo... Por cierto, soy fanático de dos deportes diametralmente distintos: el fútbol y el béisbol. El tamaño de sus pelotas lo dice todo.
¿Sabe cocinar?
Sí y me gusta mucho, aunque prefiero cuando cocinan los demás.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Quizás a Antonio de Nebrija, que escribió la primera Gramática en lengua española, o al Shakespeare actor y no al dramaturgo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Quijote.
¿Y la más peligrosa?
Quijote.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero estoy seguro que otros han querido matarme...
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un escéptico desconfiado.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Talmudista.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Ofrecer opiniones contrarias.
¿Y sus virtudes?
Ofrecer opiniones contrarias.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Para decirte la verdad, preferiría otro tipo de muerte: inmediata, inesperada. Pero si tuviera que ser esa, si al llegarme la muerte hubiera tiempo de recapacitar, de echar una mirada atrás, me preguntaría si, al fin de cuentas, no terminé por desperdiciarme a mí mismo.

T. M.