viernes, 25 de abril de 2014

Entrevista capotiana a Luis Alberto Ambroggio

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Alberto Ambroggio.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El cielo, por lo que me dicen, aunque no sé de qué se trata.
¿Prefiere los animales a la gente?
No tengo preferencias. Los amo por igual. Hay tantas cosas que les envidio a los animales como  el que duerman en paz, conforme con ellos mismos y nos les aflija ni la culpa ni otras ansiedades, además de otros talentos. Pero me solidarizo con la gente, las personas amables, los niños, los que me asombran y ayudan a existir, con su diálogo de vida.
¿Es usted cruel?
No creo serlo. Apuesto por la bondad. La crueldad me despoja de mi humanidad.  La aborrezco aunque, a veces, pueda –sin darme cuenta– ser causa de sus efectos.   
¿Tiene muchos amigos?
No busco tanto la cantidad como la calidad. Dependiendo de la profundidad en la definición de amigo, tengo más o menos. Como buen Escorpio, soy muy amigo de mis amigos; una cantidad reconfortante. Conocidos y compañeros de trabajo, artes y deportes, cercanos y lejanos, muchos. 
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
El amor, el afecto que se escoge y que te aprecia tal como eres. El que esté siempre presente y, sobre todo, cuando lo necesitas. Lealtad, comprensión, presencia que se siente cuando se tiene y se llora profundamente cuando se pierde
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Como acepto con Wallace Stevens que la imperfección es mi paraíso, toma bastante para decepcionarme y con mis amigos soy incluso más benigno. Para mí no es cuestión o riesgo de decepcionarme o no, sino de ser o no ser.  
¿Es usted una persona sincera?
Alguien que leyó mis manos dijo ser ésa una de mis cualidades y trato de serlo, aunque a veces me vence la diplomacia. Uso como uno de mis axiomas las palabras de Rubén Darío “ser sincero es ser potente”. Desearía exagerar un poco más la práctica de esta virtud. De allí la desnudez en algunos de mis títulos y textos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Aunque he estado en más de 70 países, aún me queda mucho por conocer; lo ocuparía  viajando a lugares de interés cultural, histórico, ecológico, turístico.  En lo inmediato, volando con idas al cine, al teatro,  a conciertos, a visitas de familia, a lecturas inmortales.
¿Qué le da más miedo?
El miedo mismo. Abomino la impotencia, la opresión, la falta de generosidad, visión, la solución de los problemas humanos por la violencia, la violación de la naturaleza.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Básicamente la hipocresía llevando a cabo todos los actos contra la humanidad y la naturaleza  que detesto.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No creo que la escritura en mi vida haya sido una decisión; es una necesidad vital, una vivencia, una visión que me posee en su requisito de que las vuelque en una página. La vida literaria desde los doce años ha convivido y penetrado mis otras ocupaciones estudiantiles, de empresario, de piloto, de padre de familia, de enamorado del amor.  No se me ocurre una alternativa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Si me lo permiten músculos, articulaciones y otros cómplices del dolor, camino, juego al tenis, ando en bicicleta y otros ejercicios terapéuticos.
¿Sabe cocinar?
No, excepto por asados y otros banquetes rurales.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mí me fascinan las personalidades de los genios precisamente por lo complejas, totalmente inabarcables, visionarias, que superan épocas, espacios, rompiendo todos los esquemas. Porque admiro su vida y su misterio mi elegido sería el protagonista de los Evangelios y Ghandi.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sin duda, Amor, raíz de paz, bondad, generosidad, libertad colmada, en fin, satisfacción plena y asombrosa.
¿Y la más peligrosa?
Odio con guerra.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Rechazo la idea de matar, aunque siento que algunos seres humanos no son dignos del don de la vida por su maldad irreparable, por sus acciones depravadas contra sus hermanos, contra la humanidad, contra la naturaleza, contra todo lo bueno en el universo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me identifico con las tendencias humanistas, que respetan la libertad y persiguen la igualdad entre los seres humanos; las que promuevan la paz, la justicia social, el interés de todos los sectores del pueblo, de su bienestar, cultura y desarrollo, la democracia que expongo en Todos somos Whitman. A veces son ideales y prácticas encontradas y difíciles de implementar, por lo que apoyo a las personas que intentan hacerlo y lo llevan a cabo en sus gestiones, independientemente de las doctrinas, sistemas, alianzas partidarias o ideológicas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un líder al estilo de Gandhi luchando por los derechos de los marginados.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Viví escuchando que las virtudes al exagerarse se convierten en vicios, defectos y otros sinónimos. No quiero echarles la culpa, pero me apetecen los que se cometen viviendo intensamente la vida, con el deleite de la libertad posible y la fatalidad de la aventura.
¿Y sus virtudes?
El optimismo y sus derivados.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Más allá de cómo salvarme, las imágenes amantes de mis padres, mi familia, mis hijos, mis amigos, personas a las que quiero y me han querido, momentos felices de mi vida, acaso una mano salvadora, un futuro divino. 

T. M.