viernes, 30 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Eloy Sánchez Rosillo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eloy Sánchez Rosillo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin duda, Murcia, que es la ciudad en la que nací y en la que he vivido toda mi vida, incluso sin que nadie me obligara a ello. Lo que ocurre es que, si supiera que no tenía posibilidad de salir jamás de aquí, el sitio en el que he vivido libremente se me convertiría en una cárcel. Todas las condenas a perpetuidad son terribles. En el caso de que ese lugar hipotético por el que me pregunta no pudiera ser de España, elegiría con seguridad alguna ciudad italiana; a ser posible, Roma.
¿Prefiere los animales a la gente?
En la variedad está el gusto. El mundo es una maravilla por lo diverso, porque hay en él animales y gente y otras muchas cosas, y a mí me gustan todas. Los animales me maravillan; me resultan misteriosos, desde la pulga al elefante. Pero los quiero en la naturaleza, sueltos. No soy nada aficionado a las mascotas domésticas.
¿Es usted cruel?
Todos lo somos muchas veces, por no decir que cada día en algún momento. Hay que vigilarse para tratar de serlo cada vez menos.
¿Tiene muchos amigos?
Soy un hombre afortunado. Los tengo todos, es decir, cuatro o cinco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Fidelidad, respeto, bondad e inteligencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca me ha decepcionado ninguno de los que yo considero tales.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo procuro. Nadie es sincero del todo y en todos los momentos de su vida (incluso es mejor para los demás y para uno el no serlo o el no serlo del todo en ciertas ocasiones), pero creo poder decirle que la insinceridad no es uno de mis principales defectos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo una tarea —la de escribir poesía— para la que en realidad se necesita poco tiempo, pero que sin embargo me tiene ocupado cada minuto de mi vida. Siempre está en mí la conciencia de la labor pendiente. En ese sentido, podríamos decir que estoy permanentemente trabajando. Pero como el acto de escribir un poema no dura mucho y además es ocasional (no se puede escribir poesía todos los días), dispongo de casi todo mi tiempo para otras cosas: leer, pasear, estar con los amigos, etc.
¿Qué le da más miedo?
La soledad irremediable, el quedarme por cualquier motivo privado de afectos para siempre, sin las personas que me son imprescindibles. En un plano más general, me produce espanto, además de tristeza, la injusticia sistemática y sempiterna del hombre organizado, es decir, del hombre cuando deja de ser individuo y se transforma en parte de una estructura. No sólo hemos sido incapaces de evolucionar positivamente en este sentido, sino que hemos perfeccionando los rediles para que el ser humano individual no pueda escapar nunca de la injusticia (poderes económicos y de todo tipo, estados, gobiernos, mafias).
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La avaricia, la rapacidad, la glotonería de bienes.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Yo no decidí ser escritor, sino que me vi siéndolo. De no ser lo que soy, un alguien meditativo y de contemplación, me hubiera gustado ser un hombre de acción. Haber sido, por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo y haber estado presente, como él, en todas las increíbles aventuras que en su vejez relataría en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, un libro prodigioso e impresionante de principio a fin.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ya lo creo. Soy casi un profesional de la caminata. Todos los días ando nueve kilómetros a todo meter por un camino peatonal que hay en Murcia al lado mismo del río Segura.
¿Sabe cocinar?
Lo más elemental e indispensable: ensalada y carne y pescado a la plancha (en su punto justo).
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Al pintor Ramón Gaya, con el que tuve una amistad sin tacha durante más de veinticinco años. Un hombre de veras excepcional e incomparable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Luz.
¿Y la más peligrosa?
Tiniebla (en todas sus acepciones).
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, siempre he logrado detenerme antes en mis malos pensamientos, pero a veces no sé si sólo unos pasos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda absolutamente apartidista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si al decir "otra cosa" te refieres a algo distinto de un hombre, me gustaría a veces ser árbol (cuando me entrego a la quietud) y, en ocasiones, ser río (cuando me dan ganas de irme por ahí de picos pardos).
¿Cuáles son sus vicios principales?
Quizá tengo eso que se llama un “mal pronto”. Acaso soy también demasiado severo o intolerante con la estupidez; lo que más me revela de ella es que el estúpido es estúpido para todo, menos para buscar siempre su propio provecho.
¿Y sus virtudes?
El estar siempre lleno de ilusiones, y la tenacidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Vaya usted a saber. En esos momentos no creo que esté uno para nada. Pero si algún momento hubiera en semejante trance para algo que no fuera la lucha por la supervivencia, me gustaría que acudieran a mí tres imágenes: las manos de mi madre, los ojos de mi mujer, la sonrisa de mi hijo. Y también un sonido: el canto de los jilgueros de mi infancia.
T. M.