lunes, 30 de junio de 2014

Entrevista capotiana a Aroa Moreno Durán

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Aroa Moreno Durán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
¿No pueden ser dos? Madrid, supongo. Aunque quien me conoce sabe que sufro una desubicación espacial de diagnóstico grave. Me gustaría que mi casa fuese portátil y llevármela por ahí, con sus habitantes dentro, claro. “Un solo lugar” y “jamás” son cosas que me crispan las arterias.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Aunque prefiero la compañía de mi perro a la de algunas personas.
¿Es usted cruel?
Solo de pensamiento.
¿Tiene muchos amigos?
Cada vez mejores. Me siento afortunada y, a veces, triste de no poder ver a algunos cuando quiero. Un amigo del D. F. me dice por chat: “podríamos vivir a la vuelta de la esquina para ir esta tarde a echar una chela”. Pues sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean honestos y justos. Y creo que tengo cierta tendencia a llevarme bien con gente que maneja la ironía.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Yo creo que a estas alturas ya nos vamos conociendo. Pero, ¿quién no ha tenido una decepción? Hay que pasar página con ciertas personas que, en un momento de tu vida, fueron fundamentales. Es difícil, pero natural.
¿Es usted una persona sincera? 
Yo creo que con la gente sí. A lo mejor, conmigo, no tanto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Mi tiempo libre es libre, no lo ocupo, lo veo volar.
¿Qué le da más miedo?
La treintena me ha convertido en una histérica con las enfermedades y la muerte de la gente a la que quiero. Me quita el sueño.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza el clasismo. Me lo he topado en el trabajo, lo he visto en las decisiones de algunas personas cercanas, en cómo hablan de ciertas cosas o de otros, está en todas partes y es muy peligroso porque trabaja sutilmente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Imagino que hubiera trabajado con mi padre, si es que él hubiera querido, claro.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nado y paseo a mi perro compulsivamente por Madrid.
¿Sabe cocinar?
No mucho, porque no tengo paciencia. Pero creo que con poca maña y tiempo obtengo cosas resultonas. Eso me dicen.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Hay un personaje familiar que se marchó sin darme las respuestas porque yo era demasiado joven para hacerle las preguntas. Mi abuelo paterno creo que tenía muchas cosas que contar. Además, era poeta y gruñón, como yo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras están llenas de letras. Pero puede que el amor solo traiga cosas buenas.
¿Y la más peligrosa?
Las palabras traicioneras.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No he querido. Aunque se me ha pasado por la cabeza que la vida sin ciertas personas sería mucho mejor.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este país está todo tan clasificado que me espantan las tendencias. Yo creo en ciertas cosas. Últimamente pienso que, en este punto en el que estamos, la dictadura del capitalismo es tan terrible como cualquier otra. No somos libres, que nadie me diga que somos libres para decidir, porque me enfermo y salto. Lo que sí digo es que me parece muy sucia la política que está llevando a cabo el actual Gobierno de España.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
El espejo del baño lo sabe: cantante. Pero no tengo nada de voz ni de oído. Y eso, desgraciadamente, lo sabe más gente.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Perder el tiempo.
¿Y sus virtudes?
Está feo que lo diga uno mismo. Bien, he preguntado en casa y me han sorprendido diciendo que soy “sorprendente”.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No puedo pensar en eso. Le digo que la enfermedad y, con ella, la muerte, me martirizan. Así que prefiero pensar: si estuviera emergiendo, ¿qué se me pasaría por la cabeza? Las nubes blancas  del cielo azul de Tulum.

T. M.