jueves, 12 de junio de 2014

Entrevista capotiana a P. A. Marín Estrada

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de P. A. Marín Estrada.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquier hotel en el que se admitiesen compañías a cualquier hora y mascotas todo el tiempo, se permitiese fumar, con buen servicio de habitaciones, los libros que tengo al alcance de la mano ahora mismo en mi estudio y los que pudiera solicitar al exterior. Y por supuesto la posibilidad de escaparme cuando me diese la gana, aunque de cara a la galería viviese en completa reclusión.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan los animales y en general me llevo mejor con ellos que con mis semejantes. De cerca me gustan los caballos, los perros y los gatos y de lejos los lobos, los tigres, los pájaros que cantan. Ello no me convierte en un animalista misántropo. Me gusta la gente, unas veces de cerca y otras de lejos. Me gusta conversar con los demás y que me cuenten cosas, da igual con amigos, conocidos o desconocidos, siempre que resulte interesante lo que me dicen.
¿Es usted cruel?
Cuando era más joven e inmoral, seguramente lo fui. Ahora, si me tienta la bestia que todos llevamos dentro a comportarme con crueldad, prefiero ser cínico.
¿Tiene muchos amigos?
Tal vez más de los que merezco. Soy un pésimo administrador de amistades. Me gusta desaparecer, poner tierra de por medio, volverme casi invisible durante largos periodos de tiempo. Algunos no se lo toman bien y acaban cruzando esa débil línea que separa la amistad más o menos bien entendida con la enemistad más furibunda. Hay gente así, muy suspicaz y qué le vamos a hacer. Mis verdaderos amigos ya están hechos a esa manera de ser y si han escogido disculpar mi grosería natural, es que realmente se merecen el que yo les corresponda con toda la lealtad, la generosidad y el afecto posibles.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sobre todo que no sean pelmazos, indiscretos, abusivos, desleales; que no se vuelvan fatuos o engreídos por un golpe de fortuna que les haya favorecido. Y aunque más bien enumeré los vicios que rechazaría en mis amistades, que tengan la rara virtud de no tomar como tales mis aparentes muestras de descortesía o desapego cuando simplemente busco que corra un poco el aire y perderme durante un tiempo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Teniendo en cuenta mi particular forma de ser, seguramente he sido yo el que ha decepcionado a más de uno que me tenía por amigo, es posible que a causa de un malentendido por su parte. Los supuestos amigos que pierdo por esa vía no me decepcionan en absoluto porque era algo esperable.
¿Es usted una persona sincera? 
Procuro serlo con aquellos a los que de verdad aprecio. Con los demás, nunca me remordió la conciencia por haberles hecho felices con una mentira piadosa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No sé muy bien qué es eso. Para mí todo es tiempo libre, el que dedico a trabajar, a escribir, a hacer mis cosas y el que dedico a salir por ahí con mi perra o a tomar unas copas o a viajar aunque sea al pueblo de al lado, a montar a caballo, que es lo que más me gusta de todas las cosas del mundo o a dormir a la bartola. Tampoco tengo vacaciones ni días festivos ni puentes. Vivo al día, procuro ser austero y tengo todo el tiempo libre del mundo para trabajar o disfrutar de la vida, que para mí es lo mismo.
¿Qué le da más miedo?
Me dan miedo los políticos que entienden la gestión pública como la gestión de una empresa privada y que con sus decisiones pueden hacernos la vida más difícil a los ciudadanos que no pertenecemos a las clases acomodadas. Me da miedo la insensibilidad del ser humano hacia el sufrimiento de los demás. Me dan miedo los fascistas, los fanáticos, los violentos, la ignorancia. Me da miedo convertirme en una persona dependiente, incapaz de valerse por sí misma, del dolor físico de una enfermedad. De la muerte, como decía el poeta Ángel González, no temo lo que haya después de ella, sino lo que haya antes. Por lo demás me considero una persona sin excesivo miedo a nada.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la pobreza y la ostentación de la riqueza, la doble moral, la prepotencia de los cargos políticos, el poder que tiene la iglesia católica en la vida pública de un estado supuestamente laico, las prácticas abusivas de la banca, las eléctricas, las petroleras… Me escandaliza que en España la jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas sea un cargo hereditario. Soy bastante escandalizable en ese sentido.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiese gustado llevar una vida más tranquila: funcionario, monje, militar, campesino, estanquero como el de ese pequeño kiosko que ambicionaba Ezra Pound en uno de sus poemas, un trabajo en el que no doliese pensar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Paseo con mi perra Rima unos cuantos kilómetros al día, a ser posible en campo y monte abiertos. Por el bien de ella y por el mío. Además escribo, que también tiene su parte de ejercicio físico. A mí me agota a veces como si hubiese subido veinte veces los cuatro pisos de mi casa sin ascensor.
¿Sabe cocinar?
Lo intento. Es una de las actividades que más sosiego y alegría me producen. Soy feliz ante un fogón preparando uno de esos guisos que mi madre me enseñó o aventurándome a perpetrar algo que leí en un viejo o nuevo recetario. No lo dije en una pregunta anterior, pero me hubiese encantado ser cocinero. Uno de mis sueños es ese de tener un pequeño restaurante para cuatro amigos y gente sin prisa… Sería un ”restaurador” poco convencional, les perdonaría generosamente la cuenta si me dijesen que les ha gustado y sorprendido y que se van felices…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No sé si al Reader’s Digest, le interesarían mis posibles personajes inolvidables… Tampoco tiene uno la pretensión de publicar en esa añeja publicación, así que lo más seguro es que elegiría a La Asturianita, un personaje singular de las primeras décadas del siglo XX, una chica a la que le cortó de niña los brazos el filo de una serrería en su pueblo, cerca de Luarca, y que llegaría a ser una de las mujeres más célebres de la España republicana: artista circense, cuyas especialidades residían en lanzar flechas a una diana con los pies, disparar con una escopeta o conducir un automóvil con dichos miembros… la asturiana que “le dio los pies” al Presidente Roosevelt en Washington y que preconizó la educación laica sin clases para todos los niños y niñas durante el periodo republicano. Muerta en una cárcel de Madrid en 1940, tras haber sido acusada por los republicanos de espía –por su conocimiento de idiomas– y por los fascistas de “roja”, me parece una protagonista ejemplar para una posible biografía resumida.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Diría que la palabra “perdón”.
¿Y la más peligrosa?
“Sí”. Sin duda alguna.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¿Y quién no? Especialmente a algún tipo maleducado con ganas, un poco a la manera de ese gran asesino imaginario Hannibal Lecter, que a quien más a quien menos nos resulta simpático, afín.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Moderadísimas. Sigo creyendo en una socialdemocracia a la sueca de Olof Palme para todo el mundo, incluido el que dicen que no estaría preparado para ello.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya lo dije: funcionario, estanquero, cocinero, criador de caballos, gaitero, guitarrista de un grupo de rock, mariposa, grillo, tigre, lobo, águila… El Hombre Invisible…
¿Cuáles son sus vicios principales?
Si los tengo, no los reconozco por tales. ¿Qué es un vicio? ¿Trabajar menos de lo que debería? ¿Ofuscarme en mis debilidades? ¿Trasnochar más de la cuenta? ¿Son eso vicios? No entiendo la categoría moral de la pregunta.
¿Y sus virtudes?
Menos. La obstinación, igual… con cuarenta y ocho años a las espaldas seguir obstinándome en algo que comenzó en la adolescencia y que insisto en que siga como una razón de vida o un desatino, ya, a estas alturas del camino, sin posibilidad ninguna de enmienda.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El primer día en el que pisé la arena de una playa con los pies descalzos; aquella tarde de mayo en la que iba con mi padre por el monte y al oír el canto de un pájaro me dijo: “¿Nun lu sientes cantar? Ye El Raitán” (“¿Lo oyes cantar? Es el Petirrojo); la excitación y la magia de mi primera noche de sexo con una mujer. El recuerdo de los que quise y ya no están…Y seguramente antes de llegar a todo eso ya habría hecho ¡glub!

T. M.