sábado, 21 de junio de 2014

Pablo Neruda: La caja mágica y oculta de un poeta

Al igual que en el caso de Fernando Pessoa –que acumuló miles de páginas sin publicar en un baúl–, y en el de Juan Ramón Jiménez, cuya infinita obra en marcha siempre depara sorpresas en alguna carpeta olvidada, con Pablo Neruda también se tiene la sensación de que su ingente poesía tiene nuevos recovecos que explorar. Desde los ventanales de su despacho, Darío Oses, exquisito narrador y director de la Biblioteca de la Fundación Neruda, contempla la ciudad de Santiago de Chile al tiempo que vive el microcosmos poético y vivencial que representa la fascinante La Chascona, antigua casa del poeta repleta de objetos llamativos y hoy museo. Así, en una sala colindante trabaja el que ya editó unas Cartas de amor a Matilde Urrutia (1950-1973) hace cuatro años, correspondencia inédita mezclada con notas, dibujos y postales de Neruda, enterrado por cierto frente a su otro hogar en Isla Negra –también de visita inexcusable por reunir mil y una curiosidades que al autor le gustaba coleccionar–, a unos pocos metros del océano Pacífico.
Pero hallar obra antigua desconocida de Neruda no es algo nuevo, lo saben bien en la editorial Seix Barral. Sucedió con las prosas autobiográficas de Para nacer he nacido (1978), editadas por su viuda, con El río invisible. Poesía y prosa de juventud (1980), donde Jorge Edwards ordenó la obra nerudiana, de adolescencia y juventud, que no había sido recogida antes en libro, estando desperdigada en periódicos y revistas o en los apéndices de sus obras completas. Y lo mismo sucedería con El fin del viaje (1982) y con Cuaderno de Temuco (1996), volumen con textos de los años 1919-1920 de extraño destino, pues había acabado subastándose en Sotheby’s por parte de un familiar del poeta antes de que Urrutia pudiera recuperarlo.
Jaime Quezada, director de los Talleres de Poesía de la Fundación, autoridad mundial en lo que respecta al premio Nobel 1971, habla del descubrimiento como de «“cajas inéditas”, muchas veces borradores o versiones sobre un mismo tema que el autor deja de lado u oculta en su diario afán de escritura (recuérdese que Neruda escribía día a día)», las cuales sin duda «serán materiales para un nuevo libro, sin duda, con todo su interés editorial  para  tantos y muchos lectores del autor de Residencia en la tierra  y, por sobre todo, para los estudiosos e investigadores nerudianos de aquí o allende los mares». Estudiosos que han sido y serán legión, y que ansiarán que se abra el tesoro póstumo de un poeta que aún escribe, fuera del tiempo, versos que aparecen mágicamente.

Publicado en La Razón, 19-VI-2014