miércoles, 2 de julio de 2014

Entrevista capotiana a José Muñoz Millanes

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Muñoz Millanes.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
No tengo más remedio que mencionar dos ciudades entre las que no podría elegir: Roma y París.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, aunque a veces la bondad de ciertos animales resulte modélica, por desgracia, para ciertas personas.
¿Es usted cruel?
En la medida en que puedo conocerme, creo que no, la crueldad está muy alejada de mi temperamento.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos, y muchísimos conocidos con los que me trato. La causa es que he vivido en muchos sitios diferentes. El inconveniente de tener tantos amigos es que uno no se  puede  relacionar bien con ellos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No las busco, encuentro en ellos buenas y variadas cualidades, por suerte.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
 No, en la mayoría de los casos.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, bastante.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo lo que me gusta e interesa. Escuchando música clásica, yendo al cine, a museos y exposiciones.
¿Qué le da más miedo?
Una vejez con mala calidad de vida por las enfermedades, sobre todo si son prolongadas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Lo que a la mayoría de la gente: el estado del mundo, arruinado por las desigualdades, las injusticias, los fanatismos, los abusos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No me considero escritor creativo, más bien ensayista que expone sus reflexiones sobre lo que lee. Lo que me hubiera gustado es poder dedicarme plenamente a ello y no en el poco tiempo libre que me deja la actividad lucrativa de la enseñanza.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No soy muy deportista, pero hace años descubrí el correr o “jogging”, que me encanta y me sienta muy bien. Lo malo es que con frecuencia no me queda tiempo para practicarlo.
¿Sabe cocinar?
Sólo para mí mismo. Lo mínimo para comer sano.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me temo que mi personaje no sería muy apropiado para esa publicación: José Moreno Villa o Rafael Dieste, dos modelos de intelectual excepcional en España: modestos y, a la vez, sabios y cultísimos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No puedo elegir una.
¿Y la más peligrosa?
El fanatismo religioso o político.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A algunas de las personas abominables que aparecen cometiendo atrocidades en las noticias. Pero es sólo un primer impulso. Me parece que nunca hay que responder con la muerte a ningún acto, por terrible que sea. Hay que tratar a sus responsables de otra manera, como preconizan los contrarios a la pena de muerte.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las metas de la izquierda me parecen, sin dudas, superiores, siempre que vayan acompañadas de autocrítica y matizaciones, cosa que, por desgracia, no sucede siempre.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya es demasiado tarde para desear ser algo que no sea jubilado, una condición que encuentro muy apetecible, por otro lado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Una pereza que considero muy positiva. Leer ciertas novelas inglesas de un relativo valor literario, como otros se entretienen con las policiales.
¿Y sus virtudes?
La paciencia, la calma, la tenacidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No me lo puedo imaginar. Quizá momentos felices de la infancia.

T. M.