martes, 14 de octubre de 2014

Entrevista capotiana a Nelson Romero Guzmán

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Nelson Romero Guzmán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Siempre en un pueblo pequeño, a sus fueras donde el aire y el verde me invadieran, con la presencia de un río. Y muchos pájaros volando libres.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero la gente cuando no se portan como animales. Y a los animales cuando son tiernos como la gente. Ambos reinos tienen algo de crueldad como de ternura.
¿Es usted cruel?
La crueldad es una condición del género humano. Pero prefiero la crueldad que se quede en uno dando vueltas por un momento y que, una vez pase la tormenta, se desvanezca como niebla. No esa crueldad que se vuelve de piedra.
¿Tiene muchos amigos?
Escasos, muy pocos. A veces me traiciono a mí mismo y esa amistad es apenas soportable. Pero tengo personas a mi alrededor muy comprometidas con la solidaridad y el afecto.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La inteligencia y el buen humor. La capacidad de compartir cosas sencillas con el otro.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí. La experiencia me ha dicho que hay personas interesadas y envidiosas, pero por fortuna pocas.
¿Es usted una persona sincera? 
Por lo menos me esfuerzo en brindar ayudas posibles. A veces los temores no permiten ser del todo sincero con el otro. Oculto muchas verdades, pero exalto las conquistas ajenas sobre todo cuando son de orden espiritual.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Paseando por el campo, a veces viajo, muy poco.
¿Qué le da más miedo?
La muerte. Bueno, le tengo un profundo temor no a la muerte sino al morir, el saber que te estás muriendo, así sea unos segundos que dure ese martirio. Al desprendimiento espiritual que puede producir el morir.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Claro que muchas cosas me escandalizan: los robos de quienes ocupan cargos en el Estado, las falsas promesas, las torturas y las masacres en mi país, Colombia, son estos escándalos mayores y expresiones del más alto subdesarrollo. Me escandalizan los poetas que sólo aman las nubes o se quedan a vivir en ellas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me aterra pensar en esto. Quizá un hombre que realizara otros oficios humildes. Eché al traste una próspera carrera de sastre en mi pueblo, pero cuando unos ladrones asaltaron la academia de sastrería se llevaron mi máquina de coser. No sé si agradecerles, pero no sé si a partir de ese incidente opté por la poesía.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar los domingos en la ciclovía.
¿Sabe cocinar?
Sí, comidas sencillas, y me quemo con mucha frecuencia. Me gusta cocinar, me divierte mucho.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Elegiría al poeta Baudelaire por su enorme proyecto espiritual como poeta y crítico de la sociedad.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanzar si la esperanza fuera un acto que a diario realizan los hombres, como aquello que se cumple mientras se hace. Y no esperar, que es un verbo aterrador.
¿Y la más peligrosa?
¡Atacar! Esa es una palabra armada hasta los dientes, sin corazón, ciega. Y pertenece a la Orden más terrible del oscurantismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí he querido, pero no lo he hecho. Soy demasiado noble para llevar a cabo ese acto. Pero he creado escenarios imaginarios donde alguien que me ha ofendido, es víctima de mi ira. Luego esto pasa, pero queda algo horrible en la conciencia como si de verdad hubiera ocurrido. Tengo un texto que termina así: “Todos los días mato, / pero nadie me condena”.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La izquierda. A veces pienso que si en mi país gobernara la izquierda, las cosas igual andarían tan mal que elegiría la derecha. Creo que el problema no es de tendencias políticas, sino de proyectos reales sobre situaciones que llevan siglos sin remediarse. Se necesitan grandes administradores, pulcros, no políticos; creo que esta palabra ha venido perdiendo estatus en la práctica.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un pájaro, me agrada la rutina de los pájaros. Como escribió Pablo Neruda: Sucede que a veces me canso de ser hombre.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Escribir y leer pienso que son vicios. Por viciosos estoy contestando esta entrevista.
¿Y sus virtudes?
El ocio, el ocio creativo. Bueno: y ser noble, aunque hay cosas que me sacan…
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El azul, algo muy azul. Morir azul.

T. M.