lunes, 10 de noviembre de 2014

Entrevista capotiana a J. C. Méndez Guédez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Carlos Méndez Guédez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una biblioteca que tuviese un sofá y conexión a Internet.
¿Prefiere los animales a la gente?
Hay personas que ganan mucho si se les compara con un tiburón o una cascabel.
¿Es usted cruel?
También depende de la sinceridad con que se comience el día.
¿Tiene muchos amigos?
Sí. Hay amigos que son muchos en sí mismos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Empatía, humor, lealtad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. La decepción profunda es algo un poco juvenil. La madurez es agradecer que sigues respirando.
¿Es usted una persona sincera? 
Y eso depende de la crueldad del día.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Un sofá y mirar programas sobre investigaciones policiales. También me gusta escuchar merengues y salsas de los años setenta y ochenta.
¿Qué le da más miedo?
Los sitios cerrados. Los sitios oscuros. Los sitios cerrados y oscuros.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La mediocridad. La ajena, la propia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser médium y oficiar rituales de espiritismo marialioncero.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar alrededor de un sofá.
¿Sabe cocinar?
Miro programas de cocina en la tele y siempre imagino que un día seré capaz de hacer una sopa de cebollas. Hace un tiempo, encontré unas lentejas de sabor sospechoso. Les coloqué parmesano. Quedaron estupendas. Lo sentí como un triunfo culinario.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Willie Colón. Ya desde los quince años había superado la pobreza y la dureza de su vida en Nueva York con una trompeta y luego con un trombón. Es un músico genial.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Lluvia.
¿Y la más peligrosa?
Siempre.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Esa energía la diluyo en los libros. En los que leo. En los que escribo. Mientras te respondo pienso que esta tarde comparto con los católicos la idea de la vida ajena como algo sagrado.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Anticuadamente liberal. Lo cual me sitúa muy lejos de los conservadores o de la izquierda, con cuyos representantes demócratas no me importa coincidir en ocasiones.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Segunda base de los Cardenales de Lara.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Cigarrillos y meriendas de chocolate y jamón serrano.
¿Y sus virtudes?
Quienes las conocen tienen instrucciones precisas de nunca revelarlas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un flotador, un flotador, un flotador, un flotador…
T. M.