sábado, 1 de noviembre de 2014

Entrevista capotiana a Winston Morales Chavarro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Winston Morales Chavarro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Supongo que ese lugar también es un asunto mental. De ser así, mi lugar, mi atmósfera, mi ambiente sería el sosiego, la calma. Ningún lugar, por más anhelado que sea, tiene una significación verdadera sino se vive apaciblemente. Incluso el soñado y renombrado paraíso carecería de valor si no puede vivirse sosegadamente en él. El infierno es mental. Podría decirte con esto que no hay nada más parecido al infierno, o a eso que sospechamos de él, que esa desazón, esa angustia, ese nudo negro que arrastra consigo la conciencia. Y en ese orden de ideas mi conciencia está tranquila. No he matado a nadie, no he robado a nadie, no le debo nada a nadie. Y con mi conciencia, como con un buen canto o una buena guitarra, sería la música adecuada para estar en cualquier lugar, que en mi caso muy personal se llama Schuaima.
¿Prefiere los animales a la gente?
¿Qué es la gente? Formamos parte del reino animal, de modo que todos son mis hermanos. A veces prefiero a los de mi misma especie, pues suelo comunicarme más fácilmente con ellos. Aunque en ocasiones, debo decírtelo, el lenguaje articulado sobra para entrar en correspondencia con un pájaro, un felino, un crustáceo o una planta. Y digo planta porque también los incluyo en la cadena de los pensantes. No tengo preferencias, trato de entrar en armonía con todo y con todos, aunque por sobradas razones me pesa esto de ser hombre, soportar la intolerancia, la exclusión y la anulación del otro. Ahora mismo se sabe que van más de 800 muertos en Gaza, y el mundo (los más irracionales) siguen como si nada hubiese pasado, como si esos niños, esos ancianos, fueran menos que esos pollitos que trituran en las grandes avícolas del planeta. Nuestra demencia no tiene límites.
¿Es usted cruel?
Rilke dijo: Todo ángel es terrible. Cuando le pregunto a mi esposa si me quiere mucho o me quiere poquito, ella siempre me responde con sabiduría: Las dos cosas. Ella sabe que la negación y la afirmación están en el mismo sentimiento. De modo que seguramente en muchas ocasiones he sido cruel. Para un estudiante es posible que su profesor sea cruel cuando le adjudica una mala nota. El alumno dice: el profesor me puso una mala nota. A lo que yo contestó: yo no te la puse, tú te la pusiste. Somos crueles, seguramente, en la medida que todo es relativo, o como diría el gran Heisenberg: cada quien introduce una variable de indeterminación. El mundo es de subjetividades. Ahora, en mi conciencia, en mi convivencia cotidiana, asumo que la crueldad no sea uno de mis lenguajes. Más uno muchas veces devuelve en la calle, cuando conduce por ejemplo, una porción de salvajismo y de barbarie. Esa debe ser la crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos conocidos. Amigos muy pocos. Escasísimos. Los tiempos modernos no dan cabida a la comunión, a la fraternidad.  Cada quien anda en sus búsquedas y ambiciones, llevándose por delante lo que sea para lograrlo. Yo prefiero el silencio, la soledad. Mis mejores amigos son los libros, la música, el cine. Tengo un par de conocidos en México, en Argentina, en España, en Italia. En cada país del mundo tengo tres o cuatro conocidos, y eso se constituye en una especie de oxígeno a través del cual se respira. Ahora, es probable que si viviera cerca de esos conocidos, si estuviéramos tan cerca que conviviéramos juntos todo el tiempo, terminaríamos por asfixiarnos. A veces la amistad, sobre todo a estas alturas, requiere de mucha distancia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No los conozco plenamente, de modo que para qué inventarlos, proyectarlos, construirlos? Prefiero que mis conocidos sean ellos mismos, finalmente estamos tan lejos que por eso mismo tienen todo el derecho de comportarse como se les venga en gana.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No sólo me decepcionan los conocidos, también lo hacen los desconocidos. El soldado en Angola que empuña su arma, el militar en Israel que pisotea al niño palestino, el hombre palestino que escupe al soldado judío. La decepción es una cosa que nos ocurre todo el tiempo. Pero no por eso la vida deja de ser hermosa.
¿Es usted una persona sincera? 
Si fuera completamente sincero ya me habrían pedido el divorcio, me hubieran despedido del trabajo, me hubiesen declarado apátrida,  tendría menos conocidos que los que tengo ahora. La sinceridad es mala consejera, así como también lo es la mentira. En ocasiones es de inteligentes callar, sobre todo cuando no es conveniente decir todo lo que sabes o todo lo que piensas. En un país como Colombia, para nombrarte un caso concreto, muchas veces es más sabio cerrar el pico. El exceso de sinceridad puede llevarte a la cárcel o al destierro.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¿Usted todavía cree en el tiempo libre? Nunca tengo tiempo libre, por lo general lo ocupo en algo. Antes, cuando era niño, el tiempo se estiraba como una cauchera cuando me iba de cacería. Pero luego, con el avance de la poesía en la vida, comprendí que uno no puede dispararle pedradas a un pájaro, y la cauchera se me fue acortando, se me fue acortando, hasta desaparecer por completo. Y así ocurrió con eso que usted llama tiempo libre. El tiempo fue como esa cauchera de la niñez. Ahora sólo me queda la piedra, sin cauchera y sin pájaro. Y la piedra es lo único que tengo. Por eso no sé lo que es el tiempo libre, siempre estoy haciendo algo, nunca estoy quieto. A veces me asomo al balcón del apartamento en el que vivo y pienso en las mujeres que amé, en las que me amaron. Supongo que a eso es a lo que usted se refiere.
¿Qué le da más miedo?
Tener tiempo libre. Tener demasiado tiempo para detenerme en el miedo. No sé. A veces creo que uno de mis máximos temores es el tiempo, creo que eso está expresado en mi poesía. Me da miedo desperdiciar los minutos. Mi inacción, la inacción recomendada por los orientales, está revestida de mucha acción.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La frivolidad del periodismo, lo malos que son los noticieros actuales. La jerarquización equívoca de la información y la estulticia en la que han caído (por culpa de las redes sociales) la mayoría de periódicos latinoamericanos. Eso no sólo me escandaliza, me ruboriza, me produce dolor y pena ajena.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Morirme. Si no hubiera sido eso que soy, ¿qué sentido tendría ser lo que no soy?
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Manejo mi carro hasta la universidad. Y  hago el amor. Bueno, realmente no lo hago, dejo que me lo hagan. Ahhh y en ocasiones agarro el insecticida y mato cucarachas (los únicos animales que no respeto).
¿Sabe cocinar?
Algunas cositas, pero prefiero no exponer el paladar de mis congéneres.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Joao Gilberto. Esa es mi deuda hasta hoy.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Saudade.
¿Y la más peligrosa?
Literatura.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
La muerte es demasiado inteligente. Ella sabe bien el tiempo que le corresponde a cada uno. De modo que esa es una tarea que no me incumbe. Nunca he pensado en la muerte de los demás. Estoy muy ocupado en pensar la mía.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
"Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado…”
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Poeta, pero millonario. Dueño de una editorial cuyos únicos intereses fueran realmente poéticos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los libros, el sexo, el cine, el sexo, la música, el sexo.
¿Y sus virtudes?
Mis defectos son mis mayores virtudes. Y también mis mejores vicios.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi primera relación sexual, sus impulsos, sus desenfreno; mi última relación sexual, la muerte simbólica; el nacimiento de mi hija Lennis Yelenha; el nacimiento de mi hijo Luis Alfredo; la primera edición de Aniquirona, su arribo, la risa, el abrir sus hojas, el olerlas; el arribo de España del primer ejemplar de De Regreso a Schuaima, su perfume, su olor, las millas que traía consigo; el premio de Poesía de la Universidad de Antioquia, el festejo, el rostro de sorpresa, la inocencia vulnerada; el premio de la Bienal de Novela José Eustasio Rivera, los conocidos aplaudiendo, festejando, mis padres en medio de la gente, mi padre con saco y corbata; los sueños consecutivos con Aniquirona, mi relación onírica con ella, sus palabras, sus revelaciones, las visiones oníricas; la visión maravillosa del Duomo de Milán, los paseos por Italia, la plaza de San Marcos; una mano desconocida, un vientre desconocido, una caricia, un beso, un orgasmo. La muerte es un orgasmo. Cósmico o no, pero orgasmo al fin y al cabo.

T. M.