martes, 3 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Ángeles Caso

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ángeles Caso.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una casa de madera en la montaña, rodeada de árboles.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de qué animales y de qué gente. Desde luego, prefiero estar con mis perros y mi gato antes que con mucha gente que conozco. En general, los animales me parecen más dignos de respeto que los humanos. Pero yo misma soy humana, y creo que le debo solidaridad a mi especie. Así que, entre salvar a una mala persona o a un buen animal, elegiría a la persona, aunque me doliese.
¿Es usted cruel?
No, por favor... Es uno de los rasgos que más detesto de la condición humana. Por supuesto que a veces siento la tentación de serlo, pero intento controlarme. Y, cuando no lo consigo, me arrepiento muchísimo. Creo que el ejercicio de la crueldad es la razón de la mayor parte de las desgracias de la humanidad desde sus orígenes. Y pienso que cuando te permites a ti misma ejercerla, emprendes un camino que ya no tiene fin. Hay que evitarlo a toda costa.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, no me puedo quejar. Grandes amigos incondicionales unos cuantos, y buenos amigos, un buen puñado. Y otro gran puñado de gente con la que me llevo muy bien y a la que quiero.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No sé, no tengo un patrón. Pero en general me gusta la gente inteligente y sobre todo, sobre todo, tolerante. Y bienhumorada. Cada vez aguanto peor a la gente con mal carácter.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Aunque sí me ha ocurrido en alguna ocasión, claro. Pero no ha sido lo habitual.
¿Es usted una persona sincera? 
¿Se refiere a si digo todo lo que se me pasa por la cabeza, sin cortarme? No. Me parece que muchas veces es más importante la delicadeza que la sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leo, oigo música, toco el piano, camino, hago gimnasia, me reúno con mis amigos... No tengo mucha conciencia de lo que es tiempo libre y lo que no. Con una actividad como la mía, escribir, creo que todo forma parte de lo mismo. No estás delante del ordenador componiendo frases, pero estás alimentándote de cosas importantes o reflexionando.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad y la pérdida de mis seres queridos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Sí, sí, la desfachatez de tanta gente poderosa, sus mentiras, su podredumbre ética.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Seguiría llevando una vida creativa: sería música. Cuando era joven, tuve muchas dudas entre cuál de las dos actividades me llenaba más. Y, sinceramente, creo que me equivoqué. Creo que hubiera disfrutado mucho más haciendo música. Me parece que no hay nada más bello y más emocionante. Mis mejores recuerdos como persona creativa están más asociados a la música que a la literatura.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, de joven hice ballet contemporáneo y ahora suelo hacer gimnasia, pilates y cosas así. Y paseo por el monte todo lo que puedo. Sin grandes hazañas, pero disfrutando mucho.
¿Sabe cocinar?
Algo, pero no me gusta. Desde pequeña odié todo lo que tenía que ver con el espacio doméstico, creo que porque se suponía que dedicarse a todo eso era una obligación femenina, en detrimento del desarrollo intelectual. Arrastro esa manía.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
En este momento, a Emily Brontë. Acabo de terminar una novela sobre ella y sus hermanas, y estoy enganchada a esa mujer asombrosa.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Niña.
¿Y la más peligrosa?
El poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, sí, durante algunos momentos, seguro que sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Estoy en busca de una nueva izquierda alternativa, más humana, más suave, más igualitaria y más ecologista. Y empiezo a ver un poco de luz en esa búsqueda, aunque todavía la diviso muy lejos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Aventurera. Una de esas mujeres que ascienden al Everest y cruzan el Ártico en trineo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Fumar, según todos aquellos a los que el tabaco ajeno les molesta. El resto me los callo. No conviene dar pistas al enemigo...
¿Y sus virtudes?
También me las callo. No me gusta ser presuntuosa.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi hija cuando era un bebé, los cachorros a los que crié, el hombre al que más quise y muchos árboles. Y espero que también alguna música. Si pudiera elegir, sería el tercero de los Cuatro Últimos Lieder de Richard Strauss.

T. M.