sábado, 20 de junio de 2015

Entrevista capotiana a Alberto Merino González

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alberto Merino González.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
No sabría elegir un solo sitio donde vivir, pero siempre he sabido donde quiero morirme: en Toledo, la ciudad donde pasé mi infancia y la que me convirtió, para bien o para mal, en lo que soy. Así que, si no voy a poder salir nunca del sitio que escoja, me quedo con Toledo, no sea que la muerte me pille lejos de allí.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, sin duda. A los animales nunca les ha interesado nada de lo que les digo.
¿Es usted cruel?
Me gusta pensar que no lo soy, pero seguro que alguien me lleva la contraria.
¿Tiene muchos amigos?
Los suficientes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna en concreto. Con que logren aguantarme,  ya me vale.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
¿Y a quién no?
¿Es usted una persona sincera? 
No tanto como la gente piensa, aunque es verdad que no suele callarme mis opiniones.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gustaría decir que haciendo algo  súper emocionante o súper interesante, pero seamos sinceros… Tirarse en el sofá con un libro muy bueno o una peli muy mala siempre apetece.
¿Qué le da más miedo?
Perder la memoria.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los best-sellers que parecen escritos por un niño de cinco años.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No sé, tal vez escribir un best-seller… Es broma, supongo que me habría dedicado a la ingeniería (mi otra carrera) a tiempo completo, y ahora sabría hacer integrales triples y cosas de esas que suenan a brujería.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Juego al fútbol y corro por la calle tres o cuatro veces por semana.
¿Sabe cocinar?
No, pero a cambio tengo la suerte de  haber nacido con un sistema digestivo a prueba de bombas nucleares.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Dostoievski.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
Mío.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, que es de mala educación.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La política, tal y como está montada actualmente, no me merece ningún respeto. El día que los políticos se tomen en serio a los ciudadanos, me pensaré lo de tomarme en serio a los políticos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Detective privado en Los Ángeles, sin duda.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Siempre dejo para mañana lo que puedo hacer hoy.
¿Y sus virtudes?
Sé tomarme la vida con humor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Nada que no me pase habitualmente por la cabeza cuando me voy a dormir.

T. M.