lunes, 8 de junio de 2015

Entrevista capotiana a Joaquín Berges


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Joaquín Berges.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un valle del Pirineo de Huesca con un circo glaciar en un extremo y una pradera herbosa en el otro surcada por un riachuelo. Y entre medio un pueblo pequeñito y poco habitado, en el que tendría una casita de una planta con una biblioteca.
¿Prefiere los animales a la gente?
El homo sapiens es un animal y tiene las virtudes y los defectos de los demás animales. Lo único que nos diferencia del resto es que tenemos un cerebro mucho más desarrollado. Y este desarrollo nos permite tener imaginación y creatividad. Así que me quedo con los animales creativos.
¿Es usted cruel?
Ni siquiera cuando mato una mosca. Trato de hacerlo de un golpe seco y certero con mi inseparable pala mata moscas.
¿Tiene muchos amigos?
No. Lo que tengo es muchos conocidos con los que mantengo una relación cordial y amistosa, pero amigos de verdad tengo pocos, como la mayor parte de personas que conozco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, intimidad, inteligencia, indulgencia y buen humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me decepcionan mucho más los desconocidos. A mis amigos los conozco bien. Sé de qué son capaces y de qué no. Y no les pido imposibles.
¿Es usted una persona sincera? 
No. Soy muy reservado en cuanto a mí mismo. Cuento solo las cosas superficiales. Todo lo demás se lo dejo a mis personajes. Ellos se sinceran por mí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Caminando por la naturaleza, viendo jugar a mis hijos y leyendo a la orilla del mar.
¿Qué le da más miedo?
Perderme.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La impunidad de ciertos comportamientos sociales. La falta de integridad. La hipocresía, la mentira y la falta de compromiso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Habría sido profesor de literatura.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Corro tres veces a la semana durante 45 minutos. Es un ejercicio cómodo y práctico que no me obliga a depender de nadie. Ni a que nadie dependa de mí.
¿Sabe cocinar?
No tengo ni idea. Y por eso mismo jamás critico una comida.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Bart Simpson. Le preguntaría cómo se siente al seguir siendo un niño después de 25 años de vida.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Futuro.
¿Y la más peligrosa?
Mentira.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Solo a las moscas en verano. Ya sabes, con mi pala.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un liberal pragmático y escéptico. Voto a la opción que considero menos mala porque no hay ninguna que realmente me seduzca. Jamás he formado parte de ninguna formación y no me gusta repetir voto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un quebrantahuesos del Pirineo, un atún del océano o una bacteria en un medio líquido. Un ser que pudiera volar o nadar, que al fin y al cabo es lo mismo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tengo algunas manías. Soy muy cuadriculado conmigo mismo. Me cuesta aceptarme como soy. Siempre me estoy poniendo metas. Y además soy muy impaciente.
¿Y sus virtudes?
Tengo sentido del humor y sé reírme de mí mismo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pensaría: “¿por qué no le hice caso a mi mujer y me puse el chaleco salvavidas?”

T. M.