martes, 30 de junio de 2015

Entrevista capotiana a Ramiro Gairín

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ramiro Gairín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa, nuestra casa. Creo que de eso se trata, de acabar construyendo un hogar del que no necesites salir.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, prefiero a la gente, salvo la que se comporta como animales.
¿Es usted cruel?
No, en absoluto. Incluso cuando tengo pensamientos homicidas, son sin crueldad, sin ensañamiento.
¿Tiene muchos amigos?
Un puñado pequeño, según creo, pero irrenunciable.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Los amigos no se buscan, se encuentran. La vida te los va colocando en el camino y tú los eliges y ellos te eligen imperceptiblemente, sin saber muy bien por qué, diría.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Todo decepciona en algún momento, sobre todo uno mismo. Pero casi nunca es grave. Y en el caso de los amigos, de momento tampoco.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, así me considero. Eso no quiere decir que diga siempre la verdad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Siempre que pueda, leyendo. Y si queda más tiempo, viendo películas o series; si es con ella al lado, mejor. Con buen tiempo y aún más tiempo, caminando, yendo en bici, cuidando de nuestro huerto. Y un partido importante del Barça es otra buena manera de pasar dos horas.
¿Qué le da más miedo?
Últimamente las barbaridades del Estado Islámico; tanto su violencia sexual como su destrucción sistemática del patrimonio histórico. No sé en virtud de que estrictísima interpretación de sus libros sagrados están abocados a convertir a centenares de niñas en esclavas sexuales, o degollar a los enemigos y hacer de ello espectáculos audiovisuales. Me parecen una encarnación del mal por el mal, aunque suene maniqueo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que el presidente de un equipo de fútbol haya sido condenado por intentar robar 165.000 euros de casa de una pitonisa; dinero que previamente le había pagado a cambio de un hechizo de amor que no le funcionó. Es decir, el nivel infracultural, la ignorancia y la superstición en los dirigentes de nuestro país, que se da con frecuencia, y resulta indudablemente más grave (pues el ejemplo es anecdótico y pertenece al mundo del fútbol), en la clase política y empresarial. La falta de talla moral e intelectual de quienes tienen responsabilidades. Y la falta de interés de quienes los eligen y permiten que sigan allí.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que soy: ingeniero de montes. La poesía complementa el trayecto vital, pero no lo protagoniza, de momento. Y la ingeniería puede, debe, ser creativa también.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Si digo que lo intento mi novia se reirá mucho. Pero lo intento. Fui muy deportista de joven, tenista concretamente. Intento ir en bicicleta a trabajar.
¿Sabe cocinar?
Sí, puedo defenderme bien, pero cocina mejor ella y yo me dejo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sigo fascinado por De rerum natura, de Lucrecio. Así que lo elegiría a él, me encantaría encontrarme con un poeta de esa talla, capaz de hacer una obra tan monumental, y un cerebro que hace dos mil años adelantaba ya la evolución, buscaba una explicación científica para todo o tenía claro que los dioses nada tenían que ver en lo nuestro. Además, de lo poquísimo que se sabe de su vida habría que aclarar algunas cosas, como esa locura que contrajo por un filtro de amor y que se le atribuyó ya desde la antigüedad. Por pedir, me gustaría conversar con él.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
“Hoy”. Si me preguntas mañana, te diría otra, pero nunca te diré “mañana”.
¿Y la más peligrosa?
Voy a ser un poco tópico. Me parecen peligrosas ciertas palabras que deberían pertenecer a la categoría anterior, como “Dios”, “tierra” o “patria”, pero que se siguen utilizando para cometer atrocidades, azuzar el odio, recortar la libertad individual, machacar conciencias, adoctrinar comportamientos, etc.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Fogonazos homicidas irrealizables, y muy abstractos, como supongo que a otros les pasa. Y nunca con alguien que conozca en persona, aunque lo odie.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy de izquierdas, de lo que tradicionalmente se ha entendido por izquierda en este país (ahora que parece que ya no hay “izquierdas ni derechas”): defensa vehemente de la educación y la sanidad públicas, de la solidaridad y el reparto de la riqueza, de los derechos de los trabajadores frente al intangible capital, de la regulación de los mercados y de un papel importante del Estado en la defensa de los más débiles de la cadena, de la fiscalidad progresiva, del aumento de la ayuda a la cooperación, de la potenciación de la cultura, de la erradicación de lo religioso de la esfera pública, del republicanismo, etc.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Templo griego en el Cabo Sunión, por ejemplo. Puente de Piedra de Zaragoza. Algo mineral, que durase mucho en el mismo sitio y viese hacerse y deshacerse mundos, erosionándose poquito a poco.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creo que tengo pocos vicios (si hubieras preguntado por defectos…): consumismo “cultural”, cierta intransigencia ideológica, arrancarme pellejos de los labios resecos, un poco de obsesión higiénica…
¿Y sus virtudes?
Creo que soy constante, que tengo fuerza de voluntad. Que consigo mantener la serenidad aunque por dentro bulla, en situaciones críticas y en proyectos a largo plazo. Y, aunque suene poco humilde, una elevada autoexigencia moral.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Primero me preocuparía de buscar la maldita rama que al final siempre aparece para agarrarse. Si no hay rama, me gustaría que pasara mi vida por delante, cinematográficamente: volver a ver las casas en las que he vivido y sus ciudades, Helios, las pistas de tenis en las que tanto he jugado, los abuelos, los amigos, los viajes, para acabar con mis padres, mi hermana, Claudio, mi sobrinita y, finalmente, Sheila.

T. M.