viernes, 5 de junio de 2015

Entrevista capotiana a Xavier Güell


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Xavier Güell.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mientras no me separen de mi mundo interior, podría vivir en cualquier lugar. Incluso en una cárcel. Es verdad, en una cárcel también podría ser feliz.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, pero me gustan cada vez más los animales. Me siento muy cerca de ellos. Es sin duda influencia de mi mujer Gloria Gauger. Disfruto enormemente con mi gata Laila; me enseña muchas cosas. 
¿Es usted cruel?
De ninguna de las maneras. Detesto la crueldad, me parece repugnante.
¿Tiene muchos amigos?
Me quedan muy pocos. A algunos los he perdido porque las circunstancias de la vida me han alejando de ellos. A otros porque se han muerto. Mi mejor amigo fue Eugenio Trías. Con él pude compartir la filosofía y la música. Ahora tengo una buena amistad con mi editor Joan Tarrida. Las nuevas amistades son excitantes. Te hacen sentirte vivo. La amistad es uno de los sentimientos humanos más intensos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La emoción de compartir.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Muchas veces me han decepcionado. Pero eso no es lo más importante. La decepción se supera. Lo peor es cuando dejas de compartir objetivos comunes. Cuando de repente un día te despiertas y ya no te queda nada más por decir. Es muy triste; pero siempre aparecerán encuentros no esperados, que te volverán a ilusionar.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre. Muchas veces la verdad –tu verdad– no sólo es demasiado personal sino incluso impertinente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Vivo con vocación, con pasión, mis actividades profesionales. Disfruto con ellas. No se separar trabajo y tiempo libre. Estoy seguro que después de la muerte tendremos tiempo para descansar. No falta mucho.
¿Qué le da más miedo?
Lo único que de verdad me da miedo es tener miedo. En un orden de cosas menos abstracto me da un miedo horrible la posibilidad de perder a un hijo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La condición humana es absolutamente contradictoria. Tenemos a la vez lo mejor y lo peor. Con lo cual escandalizarse no sirve de nada. Es tan humana la abyecta crueldad de los nazis, como la maravillosa entrega de los santos. Pero lo importante es, desde nuestra condición humana, heredada sin pedirla, llevar una vida lo mejor posible. Y sobre todo cuando caemos, saber levantarnos, las veces que haga falta.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Toda actividad humana puede hacerse de manera creativa. Sin el fuego de la creación no hay pasión y sin pasión la vida no tiene sentido. Estoy convencido de que hubiera podido hacer cosas muy diferentes en mi vida; pero siempre hubiera buscado en ellas el estímulo de la pasión.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ahora no. De niño era muy buen nadador. Llegué a nadar los cien metros libres en menos de un minuto. Era un record importante. Gané muchos concursos. También llegue a jugar bastante bien al tenis.
¿Sabe cocinar?
No; pero soy un gran aficionado a la gastronomía. Me he pasado media vida visitando los grandes restaurantes del mundo. Soy amigo de muchos cocineros. La cocina me parece maravillosa porque de manera inmediata hace feliz a mucha gente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sin duda a Beethoven. Beethoven es el nexo de unión entre todos nosotros; el tronco rotundo, generoso, magnífico desde el cual surgen todas las ramas de la vida. Beethoven es el centro neurálgico de mi libro La música de la memoria. Todo parte de él. Todo vuelve a él. Es imposible entender el Romanticismo sin entender a Beethoven. Incluso diría que hoy sigue siendo imposible entendernos a nosotros mismos sin entenderle a él. Su mensaje consolador está explicado en la Novena Sinfonía. A través de ella proclama con pálpito apasionado el derecho del alma a conquistar la felicidad terrena. Una felicidad posible aquí y ahora en el acto supremo del amor fraternal, en la alegría de vivir la emoción del instante, el presente transcendido. Y como le dice Schubert a Beethoven en mi libro: «Si tuviera que salvar a una única obra de un cataclismo general que destruyese al mundo, para dar testimonio a seres de otros planetas de cual ha sido la auténtica naturaleza del hombre en su explosiva contradicción de valor y temor, duda y certeza, generosidad y miseria, escogería sin dudarlo la Novena Sinfonía. Porque la Novena no muestra un destino sobrenatural, sino el reino de Dios establecido sobre la tierra, conquistado por el hombre a través de su coraje y unión fraternal.»
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La esperanza en una mala compañera de viaje porque te produce un gran desasosiego. Miedo a no obtener lo que esperas conseguir. Vivir sin esperar. Ese es mi objetivo. Vivir con el arrojo suficiente para entregarte a las cosas, a los demás, sin pedir nada a cambio. Una vida más llena de acción que de reflexión. Una vida más animal que humana. Limpia de apetitos que te hacen profundamente desgraciado.  Pero contestando a la pregunta: la palabra clave de la vida es el amor.
¿Y la más peligrosa?
La crueldad. Ya lo he dicho; me repugna la crueldad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Por supuesto que no. Al final he aprendido a valorar a mis enemigos. Me dan el estímulo de defender mis convicciones.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Mis creencias políticas me acercan a una izquierda posible, razonada, no utópica. Una izquierda solidaria pero que a la vez sea capaz de jugar en un tablero donde, para ganar, tienes que saber que lo mejor es enemigo de lo bueno. De todas formas me identifico con lo que dijo Paco de Lucía en su última entrevista: «Yo fui de izquierdas hasta que gané mis primeros dos millones de pesetas. Fue un dinero que pude haber repartido entre los más necesitados. No lo hice. Y a partir de ahí no me atrevo a considerarme de izquierdas.» Por otra parte, echo muy en falta más implicación cultural en los políticos de nuestro país. La política es parte sustancial de la cultura. Las grandes ideas políticas casi siempre han venido de la mano de intelectuales. Sin cultura no hay verdadera política.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Soy director de orquesta y productor. La otra cosa que he querido ser es escritor. A los 58 años he escrito mi primera novela. Trata sobre la música. Sobre cómo la música, el conocimiento de la música, te convierte en mejor ser humano. Me gustaría llegar a mucha gente. En los próximos años quiero seguir escribiendo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La ansiedad que me sofoca cada mañana y dificulta una acción valiente, decidida y sin miedo. El miedo es lo más terrible de todo. El miedo paraliza. Es el miedo a no conseguir los objetivos que esperas. Por eso antes decía que la esperanza es una mala compañera en el viaje de la vida. Hace falta aprender el valor de vivir el instante sin pedir nada a cambio. De entregarte a tu tarea sin peso, de manera generosa.
¿Y sus virtudes?
Sin duda mi capacidad de alegría y de saber contagiarla a los demás. La alegría es maravillosa. Compartirla es lo mejor de todo. Aprender a vivir el sufrimiento también con alegría. La armonía perfecta, como un acorde de Do Mayor, entre la alegría y el sufrimiento es la clave que permite descubrir el secreto último de la existencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me gustaría morir en paz. Que no me importara perder todas las cosas que he amado en la vida. Aceptar la muerte, bailar con ella, mientras me dice: «No tengas miedo Xavier, ven conmigo, deja de sufrir, descansa en mi regazo.» Y me gustaría ver una luz, una luz muy brillante que me serenase por completo. 

T. M.