miércoles, 29 de julio de 2015

Entrevista capotiana a Agustín Pérez Leal


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Agustín Pérez Leal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Algo así dificultaría mucho mi felicidad. Lo más probable es que, confinado en un lugar cualquiera, sobreviviese durante un tiempo relativamente corto. Para una temporada agradable y no excesivamente larga, cualquier isla del Mediterráneo me parece buena idea.
¿Prefiere los animales a la gente?
En general, no. Pero siempre hay excepciones.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Franqueza, nobleza de carácter, generosidad, sensibilidad y alegría.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera?
Siempre que puedo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gustan el cine, un buen concierto, el contacto con la naturaleza. Me encanta viajar. Pero habitualmente abro un libro y leo.
¿Qué le da más miedo?
La muerte de un ser querido.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Muchas cosas me escandalizan. Me escandalizan el cinismo, el abuso de poder, la hipocresía, la falta de palabra, el incumplimiento de las promesas, la doble moral, el imperio del dinero, la injusticia, la falta de solidaridad… Me escandaliza el dolor, pero más aún me escandaliza la indiferencia ante el dolor ajeno. También me escandaliza observar que poco a poco nos estamos convirtiendo en una sociedad de hipócritas que fingen escandalizarse por cualquier cosa.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No soy escritor, sino profesor de instituto. Nunca quise ser escritor a tiempo completo, ni lo intenté. Escribo en mi tiempo libre. En cualquier caso, no lo sé. Me hubiera gustado ser intérprete de música, adiestrador de animales o jardinero, pero todas esas son vidas creativas. Como la de profesor de instituto, por cierto.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me gusta caminar.
¿Sabe cocinar?
No soy ningún experto, pero me defiendo bastante bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Miguel Servet.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Parusía.
¿Y la más peligrosa?
Son dos: “Sí” y “No”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero de izquierdas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nieve.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza y la soledad.
¿Y sus virtudes?
El desprendimiento y la alegría.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Para empezar, agua. Mucha agua. Mi abuela Rosa en la playa de Canet. Mi padre leyendo bajo la sombrilla. Un viaje a Tella con mi madre. Un capitel de San Juan de la Peña. La risa de mis sobrinos. El “San Jerónimo leyendo una carta” de Latour y el “Tránsito de la Virgen” de Mantegna, en El Prado. Unas fresas silvestres al borde de una senda que baja del Moncayo. Unos pocos versos sueltos de Manrique, Juan de la Cruz, Quevedo, Antonio Machado, Neruda, Borges… El tacto de la piel humana. La coral “Jesus, bleibet meine freude” de la cantata BWV 147 de J. S. Bach. Unas jaras que olí cerca de Estercuel. La bahía del Mont Saint Michel. La forma de las sábanas en nuestra cama deshecha, tras una noche inolvidable. Un piso de alquiler en Belorado. Una nevada de 1996. El mar de olivos desde un balcón de Delfos. Vanessa en el “Peine de los vientos”, dejándose llevar. Otra vez agua.

T. M.