domingo, 2 de agosto de 2015

La irresistible sugestión (cierre del café Comercial)


Cuenta un argentino llegado a Madrid en 1917, Valentín de Pedro, en su libro «España Renaciente. Opiniones. Hombres. Ciudades. Paisajes», que en la capital española «es difícil escapar a la sugestión de estos largos y mullidos asientos afelpados. No hay nada tan terriblemente tentador para la costumbre como este ruido de tazas y cucharillas». Lo cita nuestro gran experto en estas lides, Antonio Bonet Correa, en el libro «Los cafés históricos» (2012), donde analiza estas verdaderas instituciones sociales; en verdad, una prolongación, por seguir citando a aquel visitante sudamericano que reseñó sus visitas a cafeterías madrileñas y barcelonesas, del propio hogar. El café Comercial, como tantos otros de la Villa y Corte, sobre todo en los meses más fríos, constituía, como refleja el cuento de Stefan Zweig «Mendel, el de los libros», un sitio donde pasar tardes enteras, hacer vida vecinal e incluso política y cultural.

Pero, desafortunadamente, según Bonet Correa, no existe en España la tradición de conservar este tipo de locales. Los cafés por los que pasó buena parte de nuestra intelectualidad y clase artística desaparecen sin remisión: por no salir de Madrid, los legendarios Pombo, Varela y Teide; ahora, el Comercial, el más antiguo de la ciudad, adonde iban «los jóvenes barbudos de ideas existencialistas durante la posguerra». Estos, más diversas generaciones anteriores y posteriores de poetas, pensadores, narradores, se han sentado a percibir el ruido de las cucharillas y las tazas, encontrando un hogar para escribir, un plató para rodar una película o un metro cuadrado donde interpretar una canción. Desde los hermanos Machado —el café tenía un Rincón de don Antonio— hasta los novelistas y cineastas actuales más exitosos han pasado por el Comercial. Y ya no importa si hubo un cliente llamado Pérez Galdós ayer, o Pedro Almodóvar hoy; es el ciudadano anónimo, aquel habitual que mañana verá cerrada su puerta, el triste protagonista de un desenlace indeseado que acalla toda una manera de ver, de sentir, de oler los granos del tiempo.

Publicado en La Razón (edición Madrid), 28-VII-2015,