lunes, 30 de noviembre de 2015

Entrevista capotiana a Francisco José Jurado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco José Jurado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Posiblemente en el útero materno. Dicen los que saben de esto que se está allí tan calentito, tan a gusto, que empiezo a sospechar que es el lugar ideal. 
¿Prefiere los animales a la gente? 
No, ni mucho menos. Ya sé que depende de la clase de gente, que la hay buena, mala y horrorosa”, pero siempre preferiré a un ser humano antes que a un animal. Cuando me preguntan este tipo de cosas siempre me viene a la memoria Viktor Kemplerer y su obra “Diarios”, en los que el escritor va relatando su vida cotidiana durante la Alemania nazi. Hay un pasaje demoledor. Él va en el autobús tan tranquilo y, en una parada, observa cómo en la calle cuatro oficiales SS insultan y pegan a varios ancianos judíos, mientras acarician y miman a sus pastores alemanes. La gente de alrededor no hace ni dice nada, obviamente. Y el escritor concluye: “cuando los hombres tratan mejor a las bestias que a otros hombres, nos hemos convertido nosotros también en bestias”. 
¿Es usted cruel? 
Quiero creer que no. La crueldad es la forma más elevada de cobardía (porque ejerces daño innecesario a quien sabes que ya no podrá defenderse, a quien ya está derrotado, o a quien no tiene la misma fuerza que tú para responder), y si de algo estoy seguro es de no ser cobarde. No me tengo por un temerario valentón, eso no, pero entreno todos los días para no ser un cobarde. Al menos lo intento. 
¿Tiene muchos amigos?
Los justos y necesarios, que diría aquél que redactó la Biblia. Desconfía de aquellos que te digan “tengo muchos amigos”. Suelen ser unos papanatas. 
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Imagino que las que yo no tengo. O, al menos, que complementen las muchas lagunas que adornan mi currículum vital. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Lo cierto es que no. El truco es no pedirle al otro, o a los otros, más de lo que te pueden ofrecer. Y viceversa: pedirle a tus amigos que no sean demasiado exigentes contigo. 
¿Es usted una persona sincera? 
Debe ser que sí, porque bastantes disgustos – personales y sobre todo profesionales - me ha costado a lo largo de mi vida. Al final, llega uno a la conclusión de que no merece ir siempre con la verdad por delante para que otros se aprovechen por detrás de tu franqueza y sinceridad. Así que, de un tiempo a esta parte, me he hecho el firme propósito de estudiar diplomacia y protocolo, de hacerme versallesco y florentino. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
El poco que tengo lo ocupo con mi familia. Tengo dos mellizos de 4 años y me gusta pasar mucho tiempo con ellos. Todo el que pueda y un poco más. Básicamente, para cuando ellos se cansen de pasar el suyo conmigo; hecho inevitable que viene a ocurrir en la adolescencia (según me aleccionan padres más expertos en el asunto).
¿Qué le da más miedo?
No sé si es lo que me “más miedo”, pero algo que me aterra desde pequeño es causar un mal irreparable a alguna persona. No sé si podría vivir con ello. 
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Lo cierto es que, como implícitamente reconoce en su pregunta, ya hay pocas cosas que nos escandalicen. Estoy de acuerdo con usted. Pero, bueno, siempre hay algo que te causa estupor, indignación, digamos escándalo. A mí, por ejemplo, me escandaliza la banalización del mal y del dolor. Y me escandaliza también la frivolización en la que ha caído la sociedad al completo, esta culturilla pop de usar y tirar que nos tiene atrapados y bien atrapados. Con la consecuencia inmediata de ello, cual es el encumbramiento de la ignorancia, de la cutrez, de la bajeza… 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Posiblemente sería funcionario, tal vez profesor universitario. ¡Dios, qué triste!; ahora que lo pienso. Oiga, ¿le importa que hablemos de otras cosas?
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Siempre he practicado deportes. Desde niño. Empecé jugando al fútbol (como todo hijo de vecino), luego jugué al rugby en mis años universitario y en los últimos años voy asiduamente a gimnasios. Me encanta entrenar, básicamente fitness y musculación. No para competir, pero sí con un cierto nivel. 
¿Sabe cocinar?
Sí, señor. No se me da mal del todo. 
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Para mí, “inolvidables” son las personas que me han querido. También aquellas a quienes yo he amado. O las que me han influido a lo largo de mi vida, mejorándola. Por ello, puestos a elegir, por ejemplo, elegiría a mi madre. Pero estoy seguro de que ella no les importaría mucho a esos tipos del Reader’s Digest
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Desconozco el 99’9% de los idiomas del mundo, ¡vaya eso por delante!, pero quiero creer que esa palabra precisamente: “Esperanza”, la posibilidad de que algo pueda ser, que algo pueda ocurrir como nosotros deseamos. 
¿Y la más peligrosa?
¡Váyase uno a saber! Depende de cada momento y cada persona. Incluso la palabra más tonta puede ser mortal. Imagínese un alérgico. Para él la palabra más peligrosa sería “gluten”. Habrá algo más tontuno. 
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Naturalmente. Soy humano. 
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Bueno, ya sabe que esto es muy relativo. Nunca puedes estar de acuerdo totalmente con un partido o corriente ideológica. Al final, todos van a lo suyo. Menos yo, ¡ojo!, que voy a lo mío. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
La imposibilidad ontológica (es decir, NO puedo convertirme en otra cosa distinta de lo que ya soy) hace que no me plantee tal hipótesis, la verdad sea dicha. Soy lo que soy, y con eso tengo que apechugar. 
¿Cuáles son sus vicios principales?
¿Vicios o defectos? Defíname “Vicio”. Defectos sí puedo decirle alguno: intento corregir un punto de soberbia que a veces me pierde. Soy muy cartesiano, muy cuadriculado, poco flexible para algunas cosas. Es así, lo reconozco. 
¿Y sus virtudes?
Eso sí que deben decirlo lo demás. Para ciertas personas mis virtudes serán unas, y para otros serán otras completamente distintas. Incluso cabe la irónica posibilidad de que lo que para unos sean excelsas virtudes, para los otros sean patéticos defectos. Ya sabe que la imagen que cada cual tiene de nosotros es algo que no podemos controlar. 
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Francamente no lo sé. Elucubremos, pues. La primera imagen sería una infancia feliz. Luego vendrían fotogramas de una juventud manifiestamente mejorable. El the end de esta película me gustaría que fuese la sonrisa tranquila de un tipo que ha empezado a conocerse mínimamente y a aceptarse tal como es. Que no es poco. 
T. M.