En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fedosy Santaella.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Te
parecerá curioso, pero me agrada el mundo postapocalíptico de La carretera de Cormac McCarthy. Me
agrada incluso esa idea de la búsqueda del mar que está en la novela. Con las
cosas como están, en Venezuela y en el mundo en general, en verdad provoca
andar solo por estos lares. Aunque, como en la novela, ya sabemos, sobran los
caníbales, y eso no está tan bien, pero ni modo, a todo paraíso le hace falta
un demonio dándole vueltas, ¿no? Si no, ¿qué sentido tiene el paraíso? Me gusta
también Ciudad Gótica, una ciudad, sin duda, de postrimerías. Y, como Capote,
también me gusta Nueva York.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan
los gatos, y algunas personas.
¿Es usted cruel?
Quién
sabe. Aristóteles planteaba que el hombre vivía entre dos extremos, entre el
placer y el dolor, y que tendemos hacia uno de esos dos extremos. Y sí, en
ocasiones vamos hacia el dolor porque nos da placer y hacia el placer porque
sabemos que nos dolerá. El ser humano es complejo, y por ello, la crueldad es
muy humana. La crueldad y el amor, por ejemplo, ¿quién dice que no son lo
mismo? ¿Quién no ha hecho sufrir a la persona amada? ¿Quién no ha sufrido
amando? El sexo, ¿no tiene algo de dolor placentero? En Desgracia, de Coetzee, Lucy Lurie
interpela a su padre sobre el sexo y le dice que los hombres, cuando poseen
sexualmente a una mujer, al mismo tiempo la matan, con su peso, con su cuerpo,
como si le clavaran un cuchillo. Una vez más: placer y dolor juntos. Sí, somos
crueles. ¿Quién no es cruel?
¿Tiene muchos amigos?
Por fortuna, no.
Entre las ventajas de hacerse viejo, está la de prescindir de los amigos. Me
gusta la soledad, y me gusta tener pocos amigos. No es uno quien los elige, ni
ellos nos eligen a nosotros. Son cosas del tiempo. Eso sí, las mejores
amistades, son las que tienen algo o mucho de diplomacia inglesa. Son esas
amistades que no caen en el ridículo de las confesiones, de esas que se van
dando con la simpatía de los años, de cuando en cuando, con humor, afecto e
inteligencia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Los necesito lo
suficientemente inteligentes como para tener una buena conversación cargada de
humor y buen lenguaje. Tampoco necesito amigos morales. Ya me basta con los
jurados de concurso, con Dios y con los locos de tus enemigos, para que también
un amigo te ande juzgando.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si cada quien vive
su vida sin molestar ni juzgar al otro, ¿para qué hablar de decepciones?
¿Es usted una persona sincera?
La sinceridad
es un asunto de prudencia, de kairós, de oportunidad. Vamos, en
un ascensor no puedes decirle a la muchacha que acaba de entrar con dos
musculosos que tiene un culo maravilloso. Eso es ser sincero, ¿no? Ahora, una
cosa es ser prudente y otra es ser hipócrita. El hipócrita te halaga, te sonríe
y te trata de mil maravillas cuando en realidad te detesta. Yo no halago, no
sonrío y evito el trato de la gente que no me gusta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gustaría tener
más tiempo libre para ir a visitar a mis amigos libreros. Quedarme con ellos en
la librería, conversar, mirar libros y tomar café. Las librerías son un lugar
para el recogimiento y para la soledad. Cuando tu amigo librero debe revisar un
inventario o cuando llega un cliente, te deja solo, y entonces puedes, con
calma, volver a mirar libros, y no pasa nada con la conversación interrumpida,
que era sobre cualquier cosa. La soledad es buena. Uno de los asuntos que nos
tienen mal en nuestros tiempos, es el miedo a la soledad. La soledad es un
templo, no un laberinto. Eso debería entenderse. Si fuese así, habría menos
jóvenes buscando fundamentalismos religiosos y políticos.
¿Qué le da más miedo?
Me da
miedo tanto insensato que cree que puede salvar el mundo. Estúpidos como esos
nos tienen de cabeza. Me da miedo también el conocimiento sin sensatez, sin
prudencia. Me da miedo los que siempre creen tener la razón. También me da
miedo pensarme sin elegancia. La elegancia es fundamental en la vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Ya sufrí
lo suficiente como andar de dama antañona. Ahora, más que escandalizarme, me
duele y me preocupa la estupidez fundamentalista, política, económica y
religiosa. A un nivel más pedestre, me parece que nada peor que los facciosos.
Los facciosos en el mundo literario están a la orden del día. Si no eres su
amiguito y no te tomas vinos con él y le halagas sus gracias, ni te nombran, no
existes. Eso sí, esa gente hace daño hasta donde le alcanza su mediocridad. Con
las almas elegantes no tienen cabida.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera
querido ser un caballero inglés. Alguien así como Phileas Fogg o Sherlock
Holmes. Es decir, hubiera preferido ser un personaje de ficción elegante. ¿Uno
puede reencarnar en un personaje de ficción? No estaría mal tampoco ser un jefe
de mafia ruso, un vor v
sacone.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pretendo ir
al gimnasio semanalmente. A veces lo hago, a veces no. A veces la escritura me
gana. Dejé de trabajar en oficinas para no tener que esclavizarme con un mismo
lugar todos los días. Lo mismo digo del gimnasio. Prefiero, sí, ser esclavo de
la escritura.
¿Sabe cocinar?
Como en la respuesta
anterior: pretendo ser buen cocinero. Tampoco soy exquisito. Creo en la comida
sencilla: la milanesa, la hamburguesa, una buena salsa para pasta y unos
sabrosos vegetales en el wok. Me gusta fregar los platos, eso sí. Fregar es una
forma de meditación. En las fiestas, me aparto y friego, y así evito estar con
la gente. Eso me hace feliz.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Escribiría
otra vez sobre Tesla, y otra vez sobre Vidocq, y otra vez sobre Boris Vian.
Hablando de Tesla, he estado pensado en escribir sobre Elon Musk. Qué personaje.
Supe de él en un capítulo de Big Bang Theory. Creo que hay que seguirle
los pasos, y hablar sobre él. Sí, para no repetir los artículos, escribiría
sobre Elon Musk.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Me gusta
la palabra sensatez, que va unida a la palabra paz, que va unida a la palabra
libertad. Ahora, la palabra libertad puede ser peligrosa, por la libertad se ha
derramado un montón de sangre. También puede haber una paz con tensiones
ocultas, de fondo, pero ya no sería paz, sino calma tensa. La palabra sensatez
no funciona sola, porque no se puede ser sensato en soledad, aunque la soledad
bien llevada me parece una cosa sensata. Lo que quiero decir, es que
necesitamos siempre de buenas cadenas de palabras, necesitamos conectar puntos
de bondad por medio de las palabras. Ahora, la palabra esperanza, ¿es una
palabra llena de esperanza? Recuerdo a Wittgenstein en el Libro azul: ¿Cuál es el significado de
la palabra significado?, se preguntaba Wittgenstein. Pues bien, ¿qué esperanza
guarda la palabra esperanza? También hay palabras hermosas que me llenan de
esperanza, son palabras que, por hermosas, tienen una utilidad, digamos
sanadora, esperanzadora. Alguna de esas palabras son: trinquete, gavia, babor,
estribor, pescante, escotilla, amura, crujía, anclote, gallardete, bitácora… Aunque
puede que no sepamos lo que significan, ¿no
son hermosas?, ¿no guardan en sí una especie de esperanza de lejanías,
de bellezas posibles, de bien deseable? Si no me equivoco, los griegos llamaban
a este tipo de cosas kalon-agathon, aquello
que es bello e inútil, pero al mismo tiempo bueno moralmente, útil moralmente.
Y bueno, para finalizar, la palabra ética (que para mí va unida a la palabra elegancia)
me llena también de esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Ninguna
palabra es peligrosa en sí misma, los hombres las hacen peligrosas. Alá es una
palabra hermosa, yihad es una
palabra hermosa. Fundamentalismo es una palabra hermosa. Yo puedo decir, por
ejemplo, que soy un fundamentalista de la sensatez. Amabilidad es una palabra
hermosa, pero te juro que he conocido a un tipo que se esforzaba por ser tan
pero tan amable que desembocaba en lo maléfico. Él quería ser el más amable de
todos, tan amable que terminaba siendo un tirano y un egoísta. El tipo,
digámoslo así, era un fundamentalista de la amabilidad. Así que, lo que es
peligroso es el hombre y las intenciones con que organiza las palabras en sus
discursos y sus acciones.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Todos somos humanos,
todos hemos deseado la muerte de alguien. O su tortura infinita, que es mucho
más cruel y placentero. Quien esté libre de pecado que tire la primera pistola
que ocultaba bajo la manga.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No sé, me
gusta la ética de Aristóteles, y no me siento incómodo dentro de un sistema
democrático donde el Estado me deje en paz. Eso en cuanto a mí, pero también
quisiera que el Estado se ocupara de los asuntos sociales de la mayoría de la
población y les diera herramientas para educarlos. No me lleno la boca diciendo
que soy liberal, tampoco que soy de izquierda. Me parece que quien anda
diciendo estas cosas al aire, lo hace para demostrar que sabe de filosofía
política y que es muy inteligente. Sobre una base democrática, eso sí,
deberíamos todos permitir un Estado que nos lleve a convivir en paz y en
libertad. Nacimos iguales, sí, y nacimos también todos capaces para desarrollar
el uso de nuestra razón y adecuar nuestros sentimientos. El Estado debería
facilitar mecanismos para que todos podamos crecer racional y emocionalmente de
manera tal que lleguemos a ser libres. Sí, ya me puse kantiano, pero yo de Kant
no sé mucho. Así que no me hagas caso, que ni idea de lo que digo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Como cosa,
me gustaría ser libro, un buen libro, eso sí, el Quijote.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Uhm, los vicios son
privados, así que me privo de decirlos. Por ahí he dicho que me gusta el porno.
¿El porno es un vicio? Bueno, hasta acá.
¿Y sus virtudes?
Todo
depende del cristal con que tú mismo te mires. O desde el vicio con que te
mires. No sé, la humildad debería ser una virtud, y me gusta practicarla.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Si me estoy
ahogando, me gustaría ver la imagen de un salvavidas y que ese salvavidas se
hiciera real. Luego, me gustaría que al alzarme con ese salvavidas llegara a un
bote donde estuvieran un montón de modelos estilo Victoria´s Secret que me
dijeran en pucheros y haciéndome caricias: «Ya, chiquito, ya toda pasó.» Ahora,
si ya voy muriendo, me gustaría verme niño, a la orilla del mar, jugando en la
arena y de pronto alzando la mano hacia las olas, allá al fondo, diciéndole
adiós a ese otro yo que en el mar se ahoga.
T. M.