domingo, 13 de diciembre de 2015

Entrevista capotiana a Héctor Abad

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Héctor Abad.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La casa donde vivo, en Medellín. Tengo mis libros, internet, luz, aire, agua limpia, electricidad, vista a las montañas y puede visitarme la gente que más quiero. No me molestaría la casa por cárcel. Ya lo dijo Pascal: “Toda la infelicidad de los hombres proviene de una causa sola: de su incapacidad de quedarse tranquilos en la propia casa.”
¿Prefiere los animales a la gente?
No. El animal más fascinante me sigue pareciendo el ser humano.
¿Es usted cruel?
Físicamente, nunca. Puedo ser cruel, que es una forma de ser sincero, con las palabras.
¿Tiene muchos amigos?
No creo que uno pueda tener y mantener más de diez o doce amigos. Si tiene más, los descuida. El mismo Jesús, que decía amar a todo el mundo, no tuvo sino doce apóstoles.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La inteligencia, la franqueza, la bondad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Casi nunca: uno de cada doce.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, a veces más de lo necesario. Pero nunca digo verdades inútiles como “has envejecido mucho en los últimos años” o “qué fea que estás hoy” o “vas vestido como un mamarracho”.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, conversando, oyendo música, nadando, caminando por el campo.
¿Qué le da más miedo?
Que les pase algo grave a las personas que más quiero.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La violencia o el desprecio contra los más desvalidos o necesitados de protección. Que se abuse de un niño, que se golpee a una mujer, que se humille a un pobre.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser músico, intérprete de música, más que compositor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me gusta mucho nadar, caminar y montar en bicicleta.
¿Sabe cocinar?
Sí, y no tan mal. Incluso escribí un tratado de culinaria para mujeres tristes.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ya he escrito varios de ese estilo: mi padre, Alberto Aguirre, Carlos Gaviria, García Márquez, Bertrand Russell.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Compasión, que no es lástima, sino la capacidad de sufrir con el otro, de ponerse en el lugar del otro.
¿Y la más peligrosa?
Fanatismo, que es la incapacidad de oír el pensamiento ajeno o replantearse el propio de otra manera.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero por muy pocos segundos y nunca he obedecido a ese instinto primitivo. Se me ocurren muchas ideas con las que no estoy de acuerdo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me parece que hay que permitir las iniciativas individuales con algunos controles del Estado en los derechos básicos: agua, aire, vivienda, salud, educación, transporte. Creo que eso es una especie de liberalismo socialdemócrata.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Como ya dije músico, creo que me gustaría ser también guardabosques.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy moderado incluso en mis vicios: la comida, el alcohol, el sexo… en dosis poco viciosas. Mi vicio es la tendencia constante a ser moderado. Eso puede ser soso.
¿Y sus virtudes?
En general los vicios y las virtudes son la misma cosa: el moderado parece tibio. La virtud no es otra cosa que un vicio moderado: moderar el egoísmo es alcanzar el altruismo. La generosidad consiste en combatir la avaricia. El generoso desmedido es manirroto. Un simpático excesivo es meloso.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Siempre pienso que mi muerte, incluso por ahogamiento, puede ser plácida, si me concentro en los rostros y en los recuerdos de la gente que más quiero. Espero dedicarles a ellos mis últimos pensamientos.

T. M.