lunes, 8 de febrero de 2016

Entrevista capotiana a José Manuel Ramón

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Manuel Ramón.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me encantaría vivir en un pueblo de sierra o montaña, esta sería mi elección. Necesito sentir cerca el paisaje, respirarlo.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan los animales, pero todavía creo en la gente. No soy amante de las mascotas en casa aunque reconozco que, en su día, tuve tortugas y galápagos.
¿Es usted cruel?
En absoluto. Recuerdo episodios grises en un trabajo que afortunadamente dejé: mi propia incapacidad para reconducir situaciones, el estrés y esa atmósfera dañina... Lo que pasa cuando entras en el juego sectario de las grandes empresas; es lo más parecido a la crueldad que he vivido. Pero no me considero cruel, no lo soy.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muy buenos amigos, estoy orgulloso de ello. Y poco a poco, con el tiempo, sigo encontrando algunos más. Es algo, a la vez, motivante y reconfortante.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Comprensión, sinceridad y complicidad. El respeto mutuo es fundamental, como en otros tipos de relaciones.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca, sé que siempre estaremos ahí. Las nimiedades no me importan, las originan lances fortuitos, preocupaciones, problemas o circunstancias inusuales, qué sé yo... Y olvido con muchísima facilidad. Supongo que a ellos les ocurrirá igual.
¿Es usted una persona sincera?
Sí, para mí es un valor irrenunciable. Y lo hago extensible a todo ámbito, incluida la poesía. No concibo la creación poética con mistificación o fingimiento; en este caso sería literatura, no poesía.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¡He estado tantos años sin tiempo libre...! Ahora trabajo por mi cuenta y el tiempo libre lo disfruto en familia, con amigos, leyendo, escuchando música o viendo cine. Internet también me acerca a las personas que me importan y me abre un inmenso abanico de posibilidades.
¿Qué le da más miedo?
La inmovilidad de las cosas motivada por la desidia y la ignorancia. Ya no temo a la muerte porque la comprendo mejor, de veras. Me inquieta el tiempo en su más amplio sentido, no el clásico antes o después de, sino el concepto de lo eterno aplicado al ser, a nosotros mismos. ¿Qué somos realmente?
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de solidaridad generalizada; es siniestra la deriva que está tomando. Los valores humanos no pueden soslayarse como individuos, pero tampoco como sociedad. A estas alturas debiera ser algo exigible para ambos, con total naturalidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que lo mismo que hago ahora, pero sin escribir. Antes escribía, estuve casi 25 años sin escribir nada, y ahora he vuelto a hacerlo. No dejé de sentir como sentía, ni de pensar como pensaba. Simplemente me negué la escritura por falta de tiempo  y de concentración, estaba en claro desequilibrio y acepté esa derrota provisional.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Madrugar, ¿serviría?
¿Sabe cocinar?
Me encanta cocinar, disfruto mucho. Por acuerdo familiar ahora me hago cargo de las cenas. También es algo que hay que dedicarle su tiempo, como todo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mis padres, siempre. Con ellos aprendí tantas cosas de la vida, por acción u omisión, como nos ocurre a los demás con nuestros propios hijos. Con el paso de los años cobran más fuerza e importancia, son un punto de referencia fundamental. Como un faro que sin alumbrarlo todo, delimitan los escollos con claridad.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La dicha en el momento justo.
¿Y la más peligrosa?
La malinterpretada.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Jamás.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mi mujer, la admiro. Y por muchos y variados motivos. Le debo mucho.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los inconfesables...
¿Y sus virtudes?
Soy buen oyente, valoro el tiempo de los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¡Primero mis hijos... y después los demás que quiero... si me da tiempo antes de ahogarme...!  (Juego con ventaja; pasé por un trance equiparable, salvando las distancias, y juro que sucede en este orden).

T. M.