En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Arturo Echavarría.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi país,
Puerto Rico.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, disfruto
de la compañía de ambos. Pero si hay algo en que los animales, sobre todo las
mascotas, aventajan al género humano es que siempre dan y nunca piden nada a
cambio.
¿Es usted cruel?
No lo creo.
¿Tiene muchos amigos? ¿Qué cualidades busca en sus
amigos?
Tengo muchos
conocidos, pero amigos, amigos, relativamente pocos. Las cualidades: empatía y,
sobre todo, fidelidad. El que compartan ciertos de mis intereses, también ayuda.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los que
tengo, no.
¿Es usted una persona sincera?
Trato de
hacer lo pienso que tengo que (o debo) hacer, al margen de lo que piensen los
otros. En momentos de gran tensión, trato de no herir las sensibilidades
ajenas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo y en
la compañía de la gente que quiero.
¿Qué le da más miedo?
La
incomprensión malintencionada.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
A estas
alturas de mi vida, casi nada.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
No concibo
alternativa alguna. Las vidas artísticas y creativas responden a vocaciones, y
las vocaciones suelen ser resistentes a todo intento de modificación.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar al
borde del mar y nadar.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A una mujer,
ya entrada en años pero que de joven debió de ser muy bella, que conocí en un
barco de crucero en las aguas de Indonesia. Era judeo-francesa y pude notar, en
el dorso de una de sus muñecas, una sombra fina entre azul y gris que, mirada
de cerca, consistía en una serie de números muy pequeños tatuados, hacía ya
muchos años, en Auschwitz. No es raro que el "personaje inolvidable"
sea una mujer. En mi propia obra creativa (La isla en el horizonte, 2016, por
ejemplo) intento explorar en varios de los cuentos la rica complejidad, la
extraordinaria consistencia y, en el fondo, el misterio de la psique femenina.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Crear.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
El fanatismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Centro
izquierda, y en mí país, Puerto Rico, soberanista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No veo
alternativa alguna; he recibido y trato de cultivar los pocos dones que tengo con
agradecimiento.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Leer y
escribir. También la impaciencia, si es que ello puede considerarse un vicio.
Otros podrían decir que estos no son los únicos –y es probable que así sea–,
pero esos otros vicios los tendrán que definir ellos mismos.
¿Y sus virtudes?
El intentar
ser fiel y constante.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Los ojos de
la mujer amada al despertarse en un cuarto de hotel, donde hacía poco se oyó el
canto de un ruiseñor, en las afueras de Roma.
T. M.