martes, 26 de abril de 2016

Entrevista capotiana a Juan Gabriel Vásquez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Gabriel Vásquez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La librería The Strand, en Nueva York, siempre y cuando contara con un buen servicio a domicilio.
¿Prefiere los animales a la gente?
“El hombre es un animal de costumbres”, leyó Mafalda un día, y enseguida se preguntó: “¿Y no será que de costumbre el hombre es un animal?”
¿Es usted cruel?
Puedo serlo, sí. Pero nunca involuntariamente, lo cual es una forma de la decencia.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos amigos lejanos, que son como los parientes lejanos, salvo que uno los ve más. Y tengo unos pocos amigos de esos que uno sólo puede llamar con la repetición menos redundante que existe: amigos-amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Honestidad intelectual, clarividencia moral, sentido del humor y buen gusto futbolístico. Pero con tres de las cuatro me conformo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Por supuesto, y yo suelo decepcionarlos a ellos. El asunto es qué hace uno después, y eso depende, mucho me temo, de si son amigos o amigos-amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre, claro que no. La sinceridad absoluta y permanente es una señal de sociopatía o desconsideración.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¿Qué es tiempo libre?
¿Qué le da más miedo?
El sufrimiento de la gente que más quiero.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la estupidez política, es decir, la firme voluntad de no convencerse de algo aunque existan todas las pruebas. Puede ser el calientamiento global, la evolución, la corrupción de un partido político, la incompetencia de un candidato o el fracaso de la guerra contra las drogas. Ejemplos no faltan.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No tengo tanta imaginación como para contestar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Jugaba fútbol, pero me lo prohibió un oftalmólogo. Ahora juego tenis con camiseta del Barça.
¿Sabe cocinar?
Maravillosamente, pero finjo que no para que no me pidan que lo haga.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Del Reader’s Digest prefería esa sección de autobiografía de órganos: “Yo soy el hígado de Juan”, “Yo soy la lengua de Sara”. Ésos sí que eran personajes inolvidables.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Educación. Perdón por la solemnidad repentina, pero creo que es cierto.
¿Y la más peligrosa?
Religión. Porque es el único fenómeno capaz de hacer que gente buena haga cosas malas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca. He sentido verdadero odio muy pocas veces en mi vida y desprecio, en cambio, muchísimas veces (sobre todo leyendo los periódicos). Pero siempre se me ocurren otros castigos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Se pueden resumir en dos palabras: humanismo liberal. Me ha costado veinte años llegar a mi idea de lo que eso significa, de manera que no me pida explicarlo en un párrafo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cariaturista político en un lugar donde eso importe. Defensa central en un equipo donde eso importe. Actor shakespereano en cualquier parte.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El whisky y la lectura. Hay otros, pero uno de ellos no es el exhibicionismo.
¿Y sus virtudes?
No sé si haya más de una, pero una de ellas tiene que ser la capacidad de trabajo. Lo cual no tiene gracia, porque para mí la disciplina no es más que una forma de la pasión.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Chalecos salvavidas.

T. M.