Hace ocho años,
Salamandra publicaba el libro más íntimo de Sándor Márai: unos «Diarios
1984-1989» que reflejaban cómo el amor iba más allá de la muerte tras sesenta y
dos años en los que el escritor húngaro vivió con su esposa, a la que vio
apagarse lenta y penosamente poco antes de decidir suicidarse él mismo, en
1989, en la localidad californiana de San Diego. Así, la cercanía del fin de la
vida, el deterioro físico, el desconcierto en aquellas páginas personales se
convierten en un relato conmovedor como pocos, donde lo divino y humano, lo
literario y real, los comentarios a libros ajenos y propios, las noticias de la
política y sociedad estadounidenses del día a día y de los avances de la
ciencia convergían de forma tan emotiva como interesante. La publicación de
estos diarios, los primeros en traducirse pero los sextos que Márai escribió,
es la respuesta al súbito interés del autor en nuestro país, después de novelas
tan celebradas como «La herencia de Eszter», «Divorcio en Buda» y, a mi juicio,
su obra maestra «La mujer justa», por no hablar de la que la editorial Destino
publicó en 1967, «A la luz de los candelabros» y que, ya en nuestro siglo,
recibiría el nombre de «El último encuentro», todo un superventas.
Ahora, con
traducción de Mária Szijj y J. M. González Trevejo se recuperan más textos
inéditos que, además, complementan sus volúmenes de memorias «Confesiones de un
burgués» y «¡Tierra, tierra!». Por lo que se descubrió en 1997, en Budapest,
son capítulos que el propio Márai habría descartado al ser, como dijo en su
diario de 1949, una «triste confesión, esta acusación entre húngaros». En la
senda del Zweig que relataba «el mundo de ayer» ante del desmoronamiento
europeo, Márai decide «contar lo que sucedió con la cultura burguesa durante
los diez años que se iniciaron el día del Anschluss», cuando los nazis se
apoderaron de Austria y de alguna manera la Vieja Europa dejó de existir, hasta
que consigue exiliarse por la frontera rusa. Si en sus anteriores memorias,
hablaba de la Alemania llena de tiroteos callejeros de los años veinte, o de la
extrema inflación en el Berlín de los treinta, en «Lo que no quise decir» se
recuerda a sí mismo, «escritor y periodista de renombre», amén de exitoso
dramaturgo, viviendo sin preocupaciones. Hasta que ese día lo cambia todo en
Viena el todopoderoso Hitler, que «en aquel entonces hacía ya una década que
era una realidad» y que durante la siguiente iba a provocar «una masacre
colectiva».
Márai desgrana
magistralmente en qué consistía la cultura húngara y su intuición de que aquel
día quedaría exterminada, y la siniestra historia de ocupación turca que el
país sufrió durante ciento cincuenta años. Es el prolegómeno «a un proceso: el
de la aniquilación», que el autor glosa con sus grandes conocimientos
históricos y políticos, ante la amenaza soviética, mediante una prosa intensa e
hipnótica, como lanzando un continuo suspense pese a que el desenlace fuera
trágicamente conocido.
Publicado en La Razón, 21-IV-2016