viernes, 23 de septiembre de 2016

Entrevista capotiana a Rubén Martín Díaz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rubén Martín Díaz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sería una casa amplia con grandes ventanales, mucha luz y vistas a la naturaleza, y que dispusiera de un sofá cómodo, una pintura original de Claudio de Lorena, una sala de cine, una gran biblioteca y una sala para practicar deporte.
¿Prefiere los animales a la gente?
Los animales tienen una nobleza en la mirada que me cuesta encontrarla en los humanos.
¿Es usted cruel?
Creo que no. Me gusta pensar que no, al menos.
¿Tiene muchos amigos?
Conocidos, sí. Amigos de verdad, de los que pase lo que pase siempre están ahí, de los que ponen la mano en el fuego por uno sin preguntar primero, de los que anteponen el sentimiento mutuo al interés personal, me temo que no. Las relaciones entre personas son verdaderamente difíciles de llevar.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Naturalidad, lealtad y compromiso.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna vez, claro, pero esto tiene su explicación. Te decepciona aquel que te importa de verdad, y no ese otro que ni te va ni te viene.
¿Es usted una persona sincera? 
En líneas generales, sí. Me incomoda tener que mentir. No me gustan las mentiras. Y no me gustan los mentirosos compulsivos, no son de fiar.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En compañía, con mi familia y mis amigos; o en soledad, con un buen libro, practicando deporte, jugando a videojuegos o viendo una buena película (esto último también podría hacerlo en compañía).
¿Qué le da más miedo?
El sufrimiento de mis seres queridos. Que no sean felices en la vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Lo hay. Me escandaliza, y mucho, la injusticia. No puedo con eso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me temo que dar vueltas perdido por el mundo. Con todo, ser escritor no es algo que se elige, es más bien algo que surge y que te atrapa. Por lo tanto, estoy convencido de que más tarde o más temprano terminaría escribiendo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, he practicado deporte desde que tengo uso de razón. Durante la adolescencia, por ejemplo, dediqué mucho tiempo a las pesas; sin embargo, a día de hoy prefiero salir a correr mientras disfruto del aire libre y ordeno mis pensamientos.
¿Sabe cocinar?
Lo justo y necesario. No me interesa la cocina, a pesar de que me encanta comer y del boom televisivo que existe en la actualidad sobre este tema.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No tengo personajes preferidos y no me viene ahora a la mente ningún personaje inolvidable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Lo tengo claro: esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Peligro. Siento ser tan… práctico.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
En momentos puntuales, imagino que sí. Seguramente por causa de alguna injusticia…
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No es por escurrir el bulto pero cada vez estoy más perdido en este tema.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un lobo. Me temo que la vida está jodida para ser cualquier cosa, pero no me resisto a pensar en un lobo, por su belleza, su fiereza y poderío, y su conciencia de unidad grupal.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La literatura, el cine y los videojuegos.
¿Y sus virtudes?
No lo tengo claro. Habría que preguntarle a otro para hablar con objetividad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Esta pregunta tendría que responderla después de haber estado a punto de ahogarme jajaja. Prefiero, por lo tanto, no tener que hacerlo nunca.

T. M.