sábado, 17 de diciembre de 2016

Entrevista capotiana a Jesús Luengo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús Luengo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin duda mi ciudad, no de nacimiento pero si de adopción, Sevilla.
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto. Me gustan los animales, pero las personas están en otro nivel superior. Por eso me parece perverso que alguna persona pueda desear la muerte de otra, por el hecho de que mate animales. Me refiero a algunos antitaurinos, que al parecer, aprecian más al toro que a la persona. 
¿Es usted cruel?
No, no lo soy y me asquea la tortura. Creo que un torturador casi pierde su condición humana y se convierte en un ser abyecto. 
¿Tiene muchos amigos?
Más que amigos pudo decir que tengo muchos conocidos. Amigos, lo que se dice amigos en profundidad, pocos. La amistad, para mí, implica muchas cosas.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean sinceros y comprensivos, odio a los sectarios.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No me suelen decepcionar, ya que tengo pocos.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, pero no creo que ser sincero sea decir siempre lo que se piensa. Además de la sinceridad existen otras virtudes, como la prudencia y la sensibilidad, que hay que combinarlas muy bien para no caer en la intransigencia. A mí, las personas que afirman que siempre dicen lo que piensan y hablan claro me dan un poco de miedo. Decir lo que se piensa siempre y en todo momento puede servir para justificar malos modos, faltas de tacto y de educación. Además, decir lo que se piensa no significa tener razón. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Fundamentalmente escribiendo. Leo, oigo música y navego por Internet.  Además, colaboro con diversas instituciones y me queda poco tiempo libre.
¿Qué le da más miedo?
La decrepitud, la ancianidad mal llevada y la intransigencia, origen de grandes males.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Sí, me escandalizan muchas cosas. La violencia, el matar en nombre de Dios, el egoísmo desmedido, el trato humillante a las personas, la vanidad, la prepotencia. En fin, la lista puede ser más larga.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Yo he sido y soy profesor, hasta mi jubilación. Escribo como afición y como un reto. Me hubiese gustado ser músico y, también, trabajar en la radio.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No, sólo procuro andar todos los días una hora más o menos. 
¿Sabe cocinar?
Sí, algunos platos sencillos, aunque no me considero cocinero. Me gustaría dedicarle más tiempo, me gusta.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A George Harrison.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No lo sé. Para mí, armonía (que implica paz, serenidad, equilibrio).
¿Y la más peligrosa?
Intolerancia. Es el origen de todos los males evitables.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy conservador en aspectos que considero que merecen la pena ser conservados: tradiciones, costumbres, valores familiares y sociales y, en cambio, me considero progresista en temas sociales. Sería un socialdemócrata de derechas, más o menos. Pero no me gustan las etiquetas, que en definitiva separan o buscan las diferencias: siempre busco a la persona. Las ideas políticas son fruto de muchas circunstancias.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Otra cosa? No entiendo la pregunta.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Esos pertenecen a mi intimidad, no los publico. Los que me conocen son quienes podrían señalarlos.
¿Y sus virtudes?
La capacidad de diálogo y empatía hacia los demás y mi afán de servicio.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ni idea. Espero no tener que comprobarlo.

T. M.