En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Sílvia Andrés Serna y Rafael Manrique.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sílvia: Una
casa con terraza en el ensanche de Barcelona.
Rafael: Mi
propia casa.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sílvia: No,
prefiero a la gente… a alguna gente… a poca.
Rafael: Entre
animales y gente… prefiero a algunas personas.
¿Es usted cruel?
Sílvia: No, más bien
bondadosa, aunque algunos piensen que mi timidez es “bordería”.
Rafael: Cuando
soy bueno, soy muy bueno; cuando soy malévolo soy mucho mejor.
¿Tiene muchos amigos?
Sílvia: Pocos.
Rafael: Conozco
a mucha gente. Tengo pocos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sílvia: Sencillez,
bondad, inteligencia… y algo de sofisticación.
Rafael: Inteligencia,
cultura, belleza.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sílvia: A veces, sí.
Como yo a ellos.
Rafael: No.
Prefiero que me sorprendan, aunque sea en negativo, a que sean previsibles y
aburridos.
¿Es usted una persona sincera?
Sílvia: No
del todo. Eso es una grosería obscena.
Rafael: Mi
religión me lo prohíbe.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Sílvia: Viajar,
leer… escribir poemas.
Rafael: Leer,
pensar, el cine, divagar, escribir, viajar.
¿Qué le da más miedo?
Sílvia: La
irracionalidad, el machismo… la arrogancia.
Rafael: La
ignorancia, la irracionalidad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Sílvia: No me
escandaliza nada. Me molestan, me indignan y me deprimen bastantes cosas.
Rafael: Ahora
mismo, nada.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Sílvia: Viajar
más… pero no renunciaría a escribir. Y a leer.
Rafael: Me
hubiera gustado ser arquitecto.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sílvia: ¡Por
favor, no!
Rafael: ¿Algún
tipo de qué? Se equivoca usted; soy un intelectual.
¿Sabe cocinar?
Sílvia: Sobreviviría.
Rafael: ¿Si
sé qué? Esta entrevista empieza a tomar una deriva…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sílvia: Emily
Dickinson.
Rafael: Nelson
Mandela.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Sílvia: Alegría.
Rafael: Coincido,
por una vez, con Sílvia: alegría.
¿Y la más peligrosa?
Sílvia: Utopía.
Rafael: Esperanza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sílvia: No, pero que
pensar que si alguien estuviera muerto sería mejor para todos… sí. Alguna vez.
Rafael: Por
supuesto. Mis fantasías son mucho mejores que cualquier film de Tarantino.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Sílvia: Demócrata radical.
Rafael: Ideológicamente
socialista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Sílvia: Cantante. No me he decantado si
de soul o de ópera renacentista.
Rafael: Mae
West; sin dudarlo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Sílvia: Los
hombres. No escarmiento.
Rafael: El
kitsch y un cierto tipo de vulgaridad algo casposa. Me fascinan.
¿Y sus virtudes?
Sílvia: La
paciencia, la templanza.
Rafael: La
inteligencia, la cortesía y, aunque difícil verlo a primera –y tal vez a
segunda– vista, la ternura.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sílvia: Todo
aquello a lo que no me atreví. No sé si tendría tiempo para tanto.
Rafael: Sería
como en la famosa escena de Cinema Paradiso: todos los besos
maravillosos que he dado y recibido.
T. M.