miércoles, 11 de octubre de 2017

Entrevista capotiana a Carmen Peire

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carmen Peire.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Para ser tópica, una biblioteca. Pero me gustaría un barco-velero-biblioteca. Navegaría y leería.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Adoro los animales, mi hijo vive rodeado de ellos: dos caballos, dos ponis, cuatro perros, un gato, dos cabras, pollos y gallinas. Pero la escala la tengo clara. Pese a todo, prefiero a la gente.
¿Es usted cruel?
Eso lo tendrán que decir los demás, no yo. Creo que sin unas ciertas dosis de crueldad no se puede sobrevivir. Esa dosis, en su justa medida, a veces hace el papel de escudo protector para defenderse en el mundo. Y sí, de niña le cortaba rabos a las lagartijas y quemaba saltamontes, pero nunca robé huevos de un nido.
¿Tiene muchos amigos?
Uno hace amigos de joven. Después, los va perdiendo poco a poco, bien por desencuentros, bien porque mi generación, proclive a las drogas, ha tenido muchas bajas.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean amigos. De lo demás me encargo yo. O sea, que no traicionen.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Claro, vaya una pregunta. Soy humana. Yo también habré decepcionado a más de uno.
¿Es usted una persona sincera? 
Miénteme, dime que me quieres…
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con el encefalograma plano. Una vez llegado a ese punto, lo que me salga: vida de cerdo, memoria de pez, lecturas o escrituras.
¿Qué le da más miedo?
A título individual, la decadencia, que no la muerte. A nivel social, la deriva de este mundo neoliberal en el que vivimos, me recuerda mucho a situaciones previas a un conflicto mundial. Sí, lo sé, dicen que soy pesimista.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción política y la traición personal.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La música, ah, la música… Me hubiera gustado ser una compositora, o una instrumentista, o una cantante. Fuera de lo creativo, quizá maestra de escuela o astrofísica, sí, eso, astrofísica, aunque yo veo esa profesión como muy creativa. Me seduce enormemente, no en vano mis libros de cuentos tienen títulos relacionados con ello.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, natación y tai chi.
¿Sabe cocinar?
Me encanta. Y según mis amigos y familiares, se me da muy bien. Y me gusta mucho invitar a comer a casa, meterme entre fogones con un libro que voy leyendo mientras revuelvo bechameles, masas de croquetas, arroz con leche… Me hace sentirme un poco como María Moliner, que tenía las fichas de su famoso diccionario en la cocina y lo iba escribiendo mientras preparaba la comida para ¡seis hijos!  Una auténtica heroína.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A dos que ya fallecieron pero que conocí: José Antonio Labordeta y el tío Quico, el cabrero de la sierra de Berzocana (Extremadura).
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La última de esta pregunta.
¿Y la más peligrosa?
El odio. Aunque mueve más montañas que la fe, pero también más desastres: el peor, la guerra.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí. Lo confieso, pero como soy vaga, he deseado más bien su muerte.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Hombre, soy hija de exiliados republicanos, nacida en Venezuela. Lo llevo en el código genético, cáscara amarga.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Piedra en el agua donde pudieran desovar las tortugas. O zarapito en una marisma. O un fósil recubierto de ámbar. Muchas cosas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Dicen que soy mandona e indomable.
¿Y sus virtudes?
Quizá las mismas cuando soy capaz de no traspasar la raya. También dicen que soy simpática.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Qué putada, hace poco dejé de fumar y ayer pagué la factura del dentista…

T. M.