viernes, 6 de octubre de 2017

Una novela entre el fuego y el alcohol


Una adicción a la bebida que iba mucho más que la tentación de un borracho común, un desorden vital sólo aparente, pues entre sus cartas y pensamientos literarios se esconde un ser de una inteligencia y sensibilidad superiores, la sensación de fracaso –sobre todo relacionada con que el lector no asimilara de manera completa la secreta simbología de su obra «Bajo el volcán» (1947)– y perplejidad ante el éxito, pues esta obra sería pronto objeto de culto, serían algunos de los apuntes que se podrían hacer de la personalidad de Malcolm Lowry (1909-1957). Un hombre que buscó en la naturaleza, la natación y el golf el paraíso perdido que nunca tuvo en sus orígenes provincianos cerca de Liverpool.

Lowry quiso ser Kafka, quiso ser Melville, y en cierta manera consiguió ambas cosas extrayendo de sus dos iconos literarios lo necesario para que su talento echara a navegar. En una carta de 1940 hablaba de la siguiente aspiración con respecto a su obra magna: «Albergo la esperanza de que el libro pueda compararse favorablemente con libros como “El proceso” de Kafka; pero sé de sobra que los libros como “El proceso” raras veces son un éxito de ventas. De hecho, la primera condición para que se vendan bien es, al parecer, la persecución y la muerte del autor». Y aunque en efecto la veneración por su obra se amplió tras su muerte, en su momento obtuvo un gran reconocimiento, aun no asumiéndolo de buena gana, como se lee en el poema «Tras la publicación de “Bajo el volcán”»: «El éxito es como un terrible desastre».

En referencia al autor de «Moby Dick», cuya adaptación al cine por parte de John Huston le pareció desastrosa –precisamente éste llevaría a la gran pantalla «Bajo el volcán»–, hizo lo que él autor norteamericano al escribir sobre la ballena blanca, es decir, basarse en experiencias marítimas propias. Así nació «Ultramarina» (1933), a partir de sus diarios de viaje a Oriente en un buque mercante a la edad de dieciocho años, y también su última novela, «Ferry de octubre a Gabriola» –la edición original es de 1970–, la cual no tuvo tiempo de revisar al llegarle la muerte en Inglaterra por un exceso de barbitúricos mezclados con alcohol.

Una novela en llamas

En estas narraciones Lowry ofrecía tanto un trayecto marítimo como un viaje interior también del protagonista y su mujer. Y del mismo modo se puede hablar de la obra que Malpaso pone a la venta este día 28 de agosto, “Rumbo al mar blanco” (traducción de Ignacio Villaro Gumpert) o, en su inglés original, “In Ballast to the White Sea”, título que merece una explicación por parte de la editorial: «Literalmente “en lastre hacia el Mar Blanco”. Se dice que un barco navega en lastre cuando no transporta mercancías y solo lleva el material necesario (bolsas de arena, por ejemplo) para mantener la estabilidad». La obra, que empieza contando cómo dos hermanos se reconcilian tras sufrir unas diferencias con el trasfondo de un naufragio del barco de su padre que ha costado vidas humanas, presenta una curiosa y atormentada historia detrás, como ocurre con la mayoría de manuscritos del autor natural de la ciudad británica de Cheshire y que viviría en Nueva York y Hollywood. Una historia que tiene que ver con el incendio que destruyó su casa el 7 de junio de 1944.

Se cuenta que su mujer por entonces, Margerie Bonner, se internó en las llamas y consiguió salvar las páginas de “Bajo el volcán”, y que fue Lowry quien luego intentó meterse entre las llamas para recuperar la novela en la que estaba trabajando desde 1931. “De las mil hojas que acumulaba aquella obra en marcha solo quedaron unos poco papeles chamuscados: era un montón de ceniza. La pérdida del texto fue una de las heridas que atormentaron a Lowry hasta su muerte. En numerosas cartas aludiría a la gran empresa malograda, al dolor de un proyecto fatalmente devorado por el fuego”, explica el editor. Pero lo sorprendente es que el autor pareció olvidar que en 1936, poco antes de viajar a México con su primera esposa, la ex actriz Jan Gabrial, él mismo dejó una copia del manuscrito de “Rumbo al mar Blanco” en la casa de su suegra en Nueva York: “Allí durmió el papel carbón durante cuatro décadas sin que nadie osara turbar su inexplicable reposo”. Fue tras la muerte de Margerie en 1988, cuando se encontró la obra y se depositó en los archivos de la New York Public Library.

Alma marítima de poeta

El texto se abre con la referencia universitaria de Cambridge, donde Lowry adquirió su costumbre de beber; mucho tiempo después, lo encerrarían en la cárcel de Oaxaca aún no se sabe muy bien por qué (por alcoholismo, por no tener papeles en regla) y se aislaría en una cabaña de Canadá durante los años 1941-1944 para escribir la cuarta versión de «Bajo el volcán», que doce editoriales rechazaron publicar en el lapso de unos pocos meses; era la misma obra que Orson Welles descartó llevar al cine porque en ella «no pasaba nada». Porque lo que sucedía en sus páginas era el hecho de que Lowry había mirado su entorno para que cada personaje naciera de un ser real: Ivonne, la ex esposa del cónsul Geoffrey Firmin, del que conocemos sus últimas horas de vida y alcoholismo hasta que unos policías fascistas le asesinan, era Jan Gabrial, que también inspiró la mujer de «Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo», que vio la luz hace más de tres décadas a partir de un manuscrito preparado por Margerie y su biógrafo Douglas Day.

En esta otra obra recuperada, surgía como telón de fondo Cuernavaca, el mismo escenario de «Bajo el volcán»; asimismo, el protagonista se llamaba Sigbjørn, como uno de los hermanos de “Rumbo al mar Blanco (el otro es Tor), novela que está preñada de poesía como todos sus textos, incluso en los diálogos de los personajes, llenos de simbolismo: “Fíjate, Tor, lo recto y despejado que debía de parecer el camino. ¿Crees que aquel último ahorcado vio extenderse la senda ante sus ojos, que aunque sabía que su cuerpo pronto estaría columpiándose en el aire…?”, dice Sigbjørn, por ejemplo, en la larga conversación inicial. Este estilo constituirá la razón de ser literaria de Lowry, su huella artística.

En su propia definición de «Bajo el volcán», que apareció en el prólogo a la edición francesa, escribía: «Puede ser considerada como una especie de sinfonía, como una ópera, o como una película de vaqueros. Yo quise hacer música hot, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, y así sucesivamente. Es superficial, profunda, distraída, pesada, según los gustos. Es una profecía, una advertencia política, un criptograma, una película cómica, un absurdo, una frase sobre el muro». Así cabe acercarse a todas sus creaciones, también a la inacabada y misteriosa “Rumbo al mar Blanco”: una charla culta sobre la vida, sobre embarcarse y regresar a puerto, en clave lírica y anhelante –“Mientras contemplan el puerto soleado, uno de los cargueros leva el ancla y lo ven salir a la bahía y alejarse más allá del fiordo, más allá de sus sueños y de su conocimiento”– del que fuera un narrador con alma de poeta.


Publicado en La Razón, 27-VIII-2017