jueves, 30 de noviembre de 2017

Entrevista capotiana a José Carlos Rodrigo Breto

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Carlos Rodrigo Breto.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Indudablemente, en el interior de alguna novela: tal vez en la Vetusta de Clarín, o siendo un personaje de “La broma infinita” de Foster Wallace… Pero siendo algo más realista, en la ciudad de Praga, en concreto en el interior de esa casita azul de la calle de los alquimistas en donde Kafka escribió parte de “El castillo”. Es una casa tan diminuta que todo te queda muy a mano. Con lo que odio subir escaleras.
¿Prefiere los animales a la gente?
Pues no. Prefiero a la gente, aunque en este caso puedo citar a Bukowski como respuesta: “No es que odie a la gente, solo que soy más feliz cuando no están a mi alrededor”.
¿Es usted cruel?
Si es cruel citar a Bukowski… pues sí soy cruel. Bueno, fuera bromas, necesito ser directo y decir lo que pienso. Me molesta mucho lo políticamente correcto y a veces no poder expresarme con una opinión fundamentada. Si se considera una crueldad a decir las cosas como creo que se deben decir, entonces, vivimos en un mundo que se ha convertido, además de hipócrita, en cruel. Qué paradoja.
¿Tiene muchos amigos?
Pues conocidos tengo muchos…, pero amigos los necesarios: dos o tres, y son de la infancia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Qué me soporten. Eso es lo más importante. Como escritor que soy me muevo en los límites de la manía, de los tics y de los tocs, de la histeria y la bipolaridad y, por supuesto, de la eterna mala leche. Por eso necesito que los amigos sean enormemente pacientes y comprensivos con alguien que parece que no hace nada durante todo el día mientras ellos trabajan y luego, además, no deja de quejarse.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ya no. Antes me entristecían algunos comportamientos, pero he aprendido que eso es culpa mía. Se trata de no esperar nada, así no te decepcionas, y lo que venga después, pues son todo alegrías.
¿Es usted una persona sincera? 
Soy escritor, vivo de la mentira, de la fabulación, del artificio. ¿Cómo voy a ser sincero?
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Este es uno de mis secretos: no tengo tiempo libre, igual que tampoco me aburro nunca. Siempre estoy empleando el tiempo en algo, generalmente en cosas que ocurren dentro de mi cabeza. Me atrevería a decir que ando escribiendo permanentemente, de memoria, tomando notas, desarrollando historias, fabulando… Siempre estoy recibiendo información que puede ser aprovechable en mi progreso como escritor o estudioso de la literatura; cuando leo, cuando escucho música, cuando paseo o cuando veo una película. Todo es material de trabajo. Por eso no tengo tiempo de ocio, porque mi ocio es alimento creativo, muchas veces de forma involuntaria. Y por ello, tampoco me aburro nunca, aunque envidio a las personas que son capaces de desconectar y descansar, porque yo no lo consigo ni durmiendo.
¿Qué le da más miedo?
Hay un montón de cosas que me dan miedo. Soy un ser asustadizo por naturaleza. Por ese motivo, para defenderme del pavor y de las ofensas del día a día, he buscado refugio en la literatura que, por cierto, también me asusta bastante. Pero, sobre todo, lo confieso, algo especialmente pavoroso es enfrentarme a las llamadas de teléfono. Sinceramente, no puedo con ellas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Creía que a medida que cumpliera años, las cosas me irían resbalando, pero ha ocurrido al contrario. La inmoralidad, la desfachatez, la corrupción, la falta de principios, la cara dura y especialmente, la grosería y la insolidaridad, me escandalizan terriblemente. Es más, me perturban.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera gustado ser tenista o trabajar como farero en un lugar bien apartado de todo. Realmente esta segunda opción me gusta más que la del tenis… Incluso me gusta más que la de ser escritor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Teniendo en cuenta que gran parte de mi vida la dediqué, profesionalmente, a ser profesor de tenis y pádel, creo que ya hice todo el ejercicio físico que me tocaba. Así que la respuesta es obvia: no.
¿Sabe cocinar?
Digamos que me defiendo con algunas cosas. Me considero un chef con cinco estrellas en lo denominada “cocina de salón”. Soy un teórico de los fogones. Toda ciencia necesita de sus teóricos para poder consolidarse. Pues ese soy yo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me gustaría entrevistar a Stalin y, después, darle con un piolet en la cabeza. Pero en su defecto, por lo del piolet lo digo, no por la entrevista en sí, me conformaría con Kim Jong-un.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Roma, porque es símbolo de eternidad y, al revés, se lee amor.
¿Y la más peligrosa?
Oído, porque hay que tener mucho cuidado con lo que escuchamos, toda esa sarta de mentiras, insultos, manipulaciones, que buscan convertirnos en enemigos a unos de otros…, y porque al revés, se lee odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No pasa un día en que no quiera matar a alguien. Soy muy matarife para según qué cosas…
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No tengo. No creo en la política. Cuando un líder político crea en mí, yo creeré en él. En eso me pasa como con las camisetas de los grupos de rock. ¿Llevan los Rolling Stones una camiseta con mi cara? Pues que no esperen que lleve yo una con las suyas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si pudiera ser un alimento, desde luego uno de los buenos: un bocadillo de chorizo de calidad o una ración de callos. Pero si tuviera que ser un animal, en concreto un insecto, pues el chinche asesino o Rhinocoris Iracundus. Lo vi el otro día en el zoo de Madrid y me resultó fascinante. Y si fuera un edificio, pues la sinagoga Viejo-Nueva de Praga por aquello de que allí reposa el Golem… O incluso sería el propio Golem, pero con las virtudes letales del Iracundus. ¡Eso sería mucho mejor!
¿Cuáles son sus vicios principales?
Fumar en pipa. Disfrutar de un buen whisky, un buen coñac, de una buena comida, de un buen licor balcánico, y de ver agonizar a mis enemigos. Esto último, más que vicio, es entretenimiento.
¿Y sus virtudes?
Pues también me gusta ver agonizar a los enemigos de los demás… No, seamos serios, mi principal virtud es que soy tenaz, mantengo un gran empeño por lograr metas que parecen disparates. Así, me hice profesor de tenis, disk-jockey, bombero forestal o Doctor en Literatura. Si continúo percutiendo, puede que un día logre el mayor disparate de todos: ser escritor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Dentro del esquema clásico…, supongo que mi vida brincando como un saltimbanqui. Pero yo no soy mucho de esquemas clásicos, y estoy demasiado cansado y mayor para las acrobacias, así que es muy posible que mi cabeza se llenara de pensamientos absurdos como cuando Sam Neill en “Calma Total” chupa el aire de unas tuberías del barco, o de esos memos de los Kingsman cuando hacen lo mismo con unas duchas que han desmontado. Así que mi último pensamiento sería, seguro: ¡Denme un tubo que chupar!

T. M.