sábado, 4 de noviembre de 2017

Entrevista capotiana a Mónica Doña

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mónica Doña.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La propia pregunta me genera claustrofobia. Elijo vivir a campo abierto.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero la gente siempre. Excepto los pájaros, no me gustan los animales. También me gustan las plantas (que se están quietecitas). La gente para hablar y las plantas a la hora del silencio.
¿Es usted cruel
Creo que no. Aunque de pensamiento, sí. Pero a la hora de practicar la crueldad, me desinflo.
¿Tiene muchos amigos?
Sí. Posiblemente demasiados, y me produce malestar no poderlos atender a todos. Debería hacer una criba, me digo de vez en cuando, pero nunca la hago.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me escuchen, que me diviertan, que estén cerca de vez en cuando, que me ayuden en momentos de urgencia. Pero también que se alejen cuando no los necesito. Me basta saber que siguen ahí. Es lo mismo que yo ofrezco. No hablaré de lealtad porque no sé muy bien lo que es, aparte de una palabra algo
altisonante.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí, y me duele hasta enfermar. Me distancio un tiempo más o menos largo, hasta que se me pasa el berrinche -soy de procesos lentos-, y luego vuelvo como si nada. Nunca discuto ni me enfrento. ¿Para qué?
¿Es usted una persona sincera? 
No. Soy más de mentiras piadosas, imaginativas o teatrales. ¿Quién soy yo para escupirle verdades a nadie?  La sinceridad es una palabra trampa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, escuchando música, viendo películas, o simplemente mirando al techo tendida en el sofá. A veces me convierto en mujer-sofá.
¿Qué le da más miedo?
Muchas cosas. La enfermedad, el dolor, la muerte, el avance de la extrema derecha. Que de pronto todos nos volvamos tontos y serviles sin darnos cuenta porque los poderes invisibles así lo quieren y así nos programan. (Esto último ya está sucediendo, por desgracia).
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción, la deshumanización, la falta de compasión.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ahora no me veo en ningún oficio no creativo. Aunque un albañil poniendo ladrillos puede ser muy creativo. En cualquier caso, a lo largo de mi vida, he tenido que hacer muchas tareas donde no se me permitía ser creativa. Para mí fueron trabajos forzados. Tengo una fantasía: me gustaría ser el que riega las calles por la noche.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Paseo mucho. Lo demás es gimnasia pasiva.
¿Sabe cocinar?
Sé cocinar para nutrir, como arte o artesanía no me interesa. Ni siquiera me compensa que me digan ¡esto está muy rico!
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A unos cuantos, sobre todo a unas cuantas: Teresa de Ávila, Marie Curie, Coco Chanel.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No existe esa palabra comodín universal. Por otra parte, desconfío de las grandes palabras como amor, libertad, paz… En cualquier diccionario, las palabras más importantes son el SÍ y el NO. Todo lo demás deben ser gestos, acciones.
¿Y la más peligrosa?
La más peligrosa es guerra y en otro orden de cosas, felicidad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Supongo que sí. En malas rachas vitales me he imaginado estrangulando a alguien.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Muy izquierdosas, aunque hoy por hoy reine la confusión política, quizá por ausencia de Política, así, con mayúsculas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No me gustaría ser nada aparte de persona. Si acaso, y mirado poéticamente, algo pequeño que vuele: pájaro, bulano, cometa, globo. Cosas así, aéreas pero no de altos vuelos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza y el tabaco.
¿Y sus virtudes?
No sé, quizá la risa, o esa infantil y perenne afición al juego. Lo lúdico, para mí, es un asunto muy serio. También la empatía, según dicen…
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Cuál es el esquema clásico? Desde luego, buscaría la famosa tabla flotante de salvación. Y si no hay tabla y estoy en alta mar, después de luchar hasta la extenuación, me haría la muerta. Prefiero ir muriéndome yo a que me mate una ola.
T. M.