jueves, 7 de diciembre de 2017

Entrevista capotiana a Ana Martínez Castillo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ana Martínez Castillo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Escocia, sin duda. Edimburgo. Un lugar con historia, con piedra gris en los edificios y tejados siempre húmedos, una ciudad en la que perderse por callejones oscuros. Tengo vista una casa cuyas ventanas dan al cementerio de Greyfriars. Me encantaría que fuera mía.
¿Prefiere los animales a la gente?
A la gente, mucho mejor la gente.
¿Es usted cruel?
A veces. Creo que solo estaremos completos si nos reconciliamos con nuestra parte cruel y malvada. La sombra, que decía Jung. El lado siniestro que respira oculto dentro de nosotros. En ocasiones, soy una persona orgullosamente cruel.
¿Tiene muchos amigos?
Buenos amigos, tres o cuatro. Y ya me parecen muchos. Conocidos tengo bastantes. Gente con la que compartir determinadas actividades, también un buen número. Pero amigos, amigos… tres o cuatro. Y ya te digo que me parecen muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Inteligencia e imaginación. También comprensión y sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La gente que me decepciona no eran amigos míos, no en realidad. Pero sí, en la vida pasan cosas. Con la gente pasan cosas. Decepcionantes casi siempre.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, lo soy. Pero me reservo el derecho a usar en determinados casos el comodín del público y la mentira piadosa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. No se me ocurre un plan mejor, salvo jugar con mi hija.
¿Qué le da más miedo?
Las cucarachas y conducir un coche.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la gente que es incapaz de llegar puntual a una cita. No logro comprenderlo, no lo logro.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No me imagino sin escribir, pero, si tuviera que ser otra cosa, creo que elegiría ser perfumista. O jabonera. O librera. Bibliotecaria que hace jabones artesanales en casa tampoco estaría mal.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. No encuentro mi lugar en el mundo de los deportes. Y mira que lo he intentado. He hecho pilates, spinning, esgrima antigua, rugby, natación…Sigo buscando.
¿Sabe cocinar?
Sé cocinar lo justo para no morir de hambre. Soy una artista metiendo pizzas congeladas en el horno.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Ray Bradbury. Un gigante ese hombre. De adolescente tenía su foto en la pared de mi cuarto. Ray Bradbury. Un genio.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Espliego. Que los lectores se ocupen de averiguar por qué.
¿Y la más peligrosa?
Cucaracha. Es una palabra afilada y oscura.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Matar, matar, lo que es matar, no. Pero todos sabemos que a veces ocurren accidentes… Misteriosas desapariciones…
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierdas. Claramente de izquierdas. Qué le vamos a hacer, nadie es perfecto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un árbol. Uno de esos árboles enormes de parque protegido.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El té y el chocolate. Bebo mucho té. Como mucho chocolate. Pero no me mires así, puedo dejarlo cuando quiera. ¡Cuando quiera!
¿Y sus virtudes?
Soy fiel y sé guardar secretos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que imágenes de momentos con mi familia. O quizás solo sean las imágenes de cómo fui al lago y me pareció buena idea zambullirme un rato, porque total, no había peligro…

T. M.