lunes, 2 de abril de 2018

La ciudad codiciada donde todo está permitido


Entre los años 1935 y 1936, Roberto Arlt publicaría en un diario porteño, en que colaboraba con artículos con los cuales alcanzó una inmensa fama, una serie de crónicas en verdad formidable. En aquellas fechas, estaba viajando por toda España e incluso saltaría al continente africano para visitar Ceuta, Tetuán y otra ciudad que le recordaba a Santander, “por su dis­posición sobre el mar”, y a la que dedicaba estas palabras: “Tánger, ciudad, estamos en Tánger, señores, Tánger, codiciada por las potencias, donde conviven fraternalmente los vicios más extraordinarios, aquí todo está permitido”. Tal cosa la supieron bien muchos escritores, que acudirían allí atraídos por su clima artístico y exótico, sensual y libertino, en especial por parte de los autores estadounidenses más transgresores, como William Burroughs, que se había instalado allí tras un largo trayecto por Sudamérica en busca de nuevas drogas –“El almuerzo desnudo” (1959), novela acusada de obscena por varios juzgados americanos, sucede parcialmente en Tánger– y sus amigos Allen Ginsberg y Jack Kerouac, que fueron a visitarle.

Ahora Rocío Rojas-Marcos se interna en una ciudad que conoce bien, después de haber escrito libros como “Tánger ciudad internacional” y “Carmen Laforet en Tánger”, y publica el magnífico “Tánger, segunda patria”, un libro que nos regala una realidad urbana apasionante a partir del estudio de “la literatura española en el contexto tangerino”. Así, surgirán los escritores españoles que eligieron Tánger como su lugar de vida y motivo de escritura –Juan Goytisolo, Ramón Buenaventura–, y aquellos marroquíes que eligieron la lengua española como vehículo literario, como los casos paradigmáticos de un creador que hoy resulta fundamental a la hora de captar la esencia tangerina: Ángel Vázquez, que ganaría el premio Planeta en 1962 y firmó una novela a la que recurre la autora para mostrar las características de la ciudad, “La vida perra de Juanita Narboni”, además de un gran animador cultural como el malagueño Emilio Sanz de Soto.

Rojas-Marcos apunta enseguida que Tánger, por su situación estratégica junto al Estrecho de Gibraltar, fue llamada “la puerta de África”; de resultas de ello se convertiría en un recodo internacional que, a raíz de ciertas permisividades fiscales y políticas –de 1923 a 1956, hasta la independencia del Reino de Marruecos–, devino un “refugio” para muchos. El caso más famoso es el del neoyorquino Paul Bowles, el autor de “El cielo protector”, y su mujer Jane, pero también pisaron sus laberínticas calles otros compatriotas famosos como Truman Capote y, muy en especial, otros narradores y poetas franceses como Pierre Loti, Saint-Exupéry, Genet, Morand o Yourcenar. Árabe por geografía e historia, española en sus costumbres, el libro demuestra con multitud de ejemplos cómo Tánger fue, además de destino vivencial, un pretexto literario de primera categoría. Lo cual ha seguido de manera tan continua que tenemos al alcance novelas recientes que explotan el magnetismo de la ciudad, como en los casos muy recientes de Arturo Pérez Reverte o Cristina López Barrio.

Publicado en La Razón, 29-III-2018