lunes, 30 de julio de 2018

Entrevista capotiana a Pilar Blanco Díaz


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pilar Blanco Díaz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquier casa amplia con jardín, vistas a la montaña y a los prados, luz, libros, mesa de amable paz bien abastada y la compañía justa.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Queda bien decirlo, pero no. Solo que tampoco me gusta tener mucha gente alrededor, solo la imprescindible. Siempre me han abrumado las multitudes y suelo huir de festejos y apiñamientos humanos.
¿Es usted cruel?
Menos de lo que debería, pero soy humana, es decir, a veces empática y compasiva, a veces leona herida…
¿Tiene muchos amigos?
No quiero tener mucho de nada. Soy más solitaria que sociable, quiero, aprecio, me relaciono bien, pero pronto necesito regresar a mi refugio íntimo y cerrar la puerta.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No se trata de buscar, nos unen afinidades selectivas y, como en el amor, solo si la chispa surge se consolida el vínculo. Me gustan las personas honestas, leales, que no usen la amistad como moneda de cambio, que vean el mundo desde parecido margen. Si además son inteligentes, con sentido del humor, generosos… a esos no los suelto.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A lo largo de la vida de una persona adulta es imposible que no se vayan cayendo relaciones por desinterés, por distancia, a causa de alguna decepción… No debería decepcionarme tanto porque pido poco a la gente. Sin embargo, ya van unos cuantos que sí. Y también yo he decepcionado alguna vez las expectativas de personas que se me acercaron y a quienes no supe o quise dar lo que necesitaban de mí.
¿Es usted una persona sincera? 
No sé si sincera o imprudente. Voy aprendiendo a discernir cuándo alguien te dice –por poner un ejemplo del ámbito literario– que le digas la verdad y espera que elogies su obra, y cuándo realmente te piden tu opinión. Tampoco considero que ser sincera equivalga a arrojar mi verdad a la cara de nadie, se puede decir con tacto, no con saña. Entonces sí, me gusta serlo, aunque también practico la mentira piadosa. Pero soy consciente de que en estos tiempos de corrección política, hipocresía y adulación, la sinceridad es garantía de fracaso social.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Disfruto en casa leyendo y escribiendo, pero la realidad me recuerda que debo hacer ejercicio, viajar, compartir cosas con mi pareja… para volver en cuanto puedo a tumbarme a leer. Cuando tenga más tiempo disponible es probable que me muestre menos hambrienta de tan desenfrenada actividad.
¿Qué le da más miedo?
Muchas cosas, cada vez más. La sociedad a la que estamos siendo conducidos como corderos, la maldad elevada a una de las bellas artes, el futuro de mi hijo, envejecer sin dignidad…
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Casi todo lo que sucede a nuestro alrededor y que tiene que ver con la política, exterior y nacional: el ascenso imparable de los mercaderes en detrimento del humanismo y sus valores, el conformismo reinante, el regreso de la intolerancia ignorante, la violencia considerada como algo normal, la falta de respeto hacia los otros, el egoísmo salvaje...
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No decidí ser escritora, eso no se decide, o se es o no se es (independientemente de lo que proclamen algunos de sus ejercientes y de las editoriales que quitan y ponen rey a (in)discreción). Lo que sí puede uno decidir es si va a intentar vivir de ello, que no es mi caso; me encanta mi condición de profesora que, salvo por la carga laboral que supone, no interfiere en mi labor como poeta. Por eso no sé qué podría haber sido. Otra.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No lo hice durante décadas hasta que un día mi cuerpo se amotinó para pedirme, con no muy buenas maneras, que dejara un rato de ocuparme del espíritu y sus delicuescencias para atenderlo un poco. Ahora hemos llegado a un pacto de no agresión y hago lo que me exige la espalda, pero sigue sin gustarme lo más mínimo.
¿Sabe cocinar?
Sí, fue una de las tareas en que una madre de las de antes se encargó de adiestrarme. No se me da mal, aunque no ejerzo desde que se produjo en mi casa un traspaso de sartenes.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
He conocido a unos cuantos y hay muchos otros a los que nunca conoceré y que, por tanto, despiertan mi curiosidad. Pero me decido por Antonio Pereira, poeta y narrador leonés que me parece, y creo que conmigo a todos los que tuvieron el placer de tratarlo, una persona y un auténtico personaje inolvidable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
Mañana.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, claro, ya dije más arriba que soy humana con todas sus incongruencias. Como sé que llegada la ocasión no me atrevería a hacerlo, puedo gastar algunos minutos en rodar mentalmente la secuencia con profusión de detalles. Es un tipo de relajación zen un tanto heterodoxo, pero eficaz.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero progresista sin militancias, defensora de la libertad y los derechos de todos, también de los deberes. No me corto a la hora de criticar a quien actúe en contra de mis principios sea de la orientación política que sea. Y solo respeto lo que me parece respetable, entre lo que no se incluyen creencias degradantes o discriminatorias ni costumbres, tradiciones o leyes que se apoyan en la humillación de un sexo, raza, ideología, orientación sexual etc. en beneficio de otros. Intento entenderlo todo, pero no siempre lo consigo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Gato doméstico. Me encantan y envidio esa vida plácida, esa conducta amorosa y al tiempo independiente con que se relacionan con lo que les rodea.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Quizás el individualismo, la ironía, la tendencia al dramatismo. Aunque creo que son más defectos que vicios. De esto último, como no sea leer…
¿Y sus virtudes?
La autoexigencia, el afán de honestidad, la ironía, el humor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La mente es muy imprevisible, así que es decir por decir, pero si se trata de escenas imborrables de la biografía de uno, seguramente serían ciertos abrazos, la sensación de plenitud al cerrar la escritura de un libro, la de recordar  cómo se desplegó ante mis ojos la belleza, los rasgos de mi hijo en diferentes edades, de mis amores más hondos, de todo aquello por lo que mereció la pena haber vivido, haber sufrido.
T. M.