En 1972, Truman Capote publicó un original texto que
venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Mª Engracia Sigüenza Pacheco.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
París, una ciudad que considero infinita y a la que me
unen unos lazos invisibles muy fuertes, que se han ido construyendo, a lo largo
del tiempo, sobre bases culturales, artísticas y sentimentales, que la han
convertido en una ciudad mítica. Y también podría elegir Sicilia y Rodas, dos
islas de una gran riqueza natural, artística, cultural y mitológica, y fijadas en mi imaginario casi con la misma
intensidad que París, aunque por razones distintas.
¿Prefiere los animales a la
gente?
Prefiero a las
personas. Los animales me interesan como me interesa todo lo que vive, todo lo
que me acompaña en este universo en el que me ha tocado vivir, pero la
humanidad, mis congéneres me fascinan, por eso me licencié en psicología y, en
gran parte, creo que por eso soy escritora y una ávida lectora. Nuestra mente,
nuestras emociones, nuestra conducta y el mecanismo de nuestro cuerpo, así como
todos los misterios que rodean a la vida me siguen asombrando cada día. La
ciencia, como todo lo creado por la humanidad me parece apasionante, así como
lo que nos queda por desentrañar, los desafíos que tenemos por delante. Reconozco
que el estudio del mundo animal también
es complejo y emocionante, al igual que el estudio de la naturaleza, de la
tierra o el universo. Es solo una cuestión de elección.
¿Es usted cruel?
La respuesta puede
parecer sencilla pero es compleja en el fondo. Enseguida respondería que no,
que jamás sería cruel, un adjetivo que va mucho más allá de la maldad. Pero
¿qué sería capaz de hacer si me encontrara en una situación límite, en unas
circunstancias extremas, en las que ni siquiera soy capaz de pensar? No lo sé.
Afortunadamente nunca me he visto en una situación de este tipo, aunque soy
consciente de la cantidad de horror que hay en el mundo y de la complejidad de
la naturaleza humana. Por eso estoy segura de que si llegara a ser cruel y
tuviera conciencia de ello perdería una parte tan fundamental de mi
humanidad que no podría convivir conmigo
misma. La crueldad premeditada es una patología, el rasgo de una psicopatía.
¿Tiene muchos amigos?
Me siento
afortunada. Soy una persona abierta, muy comunicativa y esto, unido al interés
que siento por las personas aumenta las posibilidades de conocer gente y por
ende de hacer amistades. La química siempre está presente y las afinidades
electivas pueden aparecer en cualquier lugar y contexto. Y muchas se mantienen en el tiempo. Sé que puedo contar con media docena de
personas, en lo bueno y en lo malo, y tanto si nos vemos como si no y por ello
me siento agradecida. Aunque también soy consciente de que el ser humano está
solo frente a su destino.
¿Qué cualidades busca en sus
amigos?
La bondad, la generosidad, la honradez, la empatía, la
sensibilidad y sobre todo la ética. Procuro rodearme de personas que
reúnen alguna de estas virtudes. Personas que de alguna manera me hacen crecer
como ser humano. No soporto la maledicencia ni la envidia destructiva; otra
cosa es la constructiva, que sería la admiración, alegrarte de que alguien a
quien aprecias triunfe en su vida o realice algo hermoso. A lo largo de los
años he ido aprendiendo a elegir. Es evidente que la experiencia te hace
conocerte y conocer un poco más a los demás. Y si algo tengo claro a estas
alturas de mi vida es la importancia que tiene el hecho de rodearte de personas
que te generan bienestar, que te aportan –y a las que intento corresponder en
la misma medida- energía positiva. Elegir a personas tóxicas puede arruinar lo
único que de verdad poseemos: nuestra vida.
¿Suelen decepcionarle sus
amigos?
Alguna vez, pero
siempre ha sido en cosas insignificantes, anodinas. Si la decepción hubiera
sido de tipo moral o ético, si hubiera acarreado un daño profundo a mis
valores, la amistad se hubiera deteriorado y nos hubiéramos distanciado. Algo
que solo me sucedió un par de veces, en esa época convulsa de la vida que es la
adolescencia.
¿Es usted una persona
sincera?
Sí, a veces creo que
demasiado. Tengo una tendencia natural a la transparencia, así como un rechazo
frontal a la falsedad. Pero, obviamente
a veces no puedes ser del todo sincera, por tu bien o el de los demás, en esos
casos toca ser diplomática o guardar silencio. Lo último sería utilizar la
mentira, los eufemismos irrespetuosos o la ironía ofensiva. Prefiero pasarme de
sincera, eso sí, manteniendo las formas, estando dispuesta siempre a escuchar y
rectificar, porque odio la prepotencia, la falta de humildad.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre?
De tantas maneras
que el día se me queda corto. Me encanta viajar, leer, el cine y la música en
todos sus géneros, y por supuesto, salir a tomar algo o a pasear con mis
amigas/os y con mi familia. Como además, necesito practicar, de vez en cuando,
la saludable actividad de soñar despierta, de divagar sin planificar no suelo
experimentar el aburrimiento. Aunque he de decir que con las nuevas tecnologías
se está perdiendo la capacidad de sosiego, de disfrutar de nuestro tiempo
saboreándolo. Es algo en lo que reflexiono mucho últimamente porque soy
consciente de la vorágine de posibilidades que nos ha traído internet, y de que no resultas fácil adaptarse con
sentido común e inteligencia a los nuevos tiempos.
¿Qué le da más miedo?
Lo peor es el miedo,
o más bien el terror a que mis hijos y mis seres queridos sufran alguna
desgracia irreparable. Es un terror que lleva implícito vivir, porque sé que la
vida en un instante te puede quitar todo lo que te ha dado, de hecho en uno de
mis últimos poemas defino la vida como una terrorífica bendición. El miedo a la
muerte, al dolor y a la enfermedad son miedos con el que tenemos que convivir
cada día, pero la preocupación por la vida de tus hijos, la incertidumbre que
sientes por ellos desde que nacen es un dolor de una intensidad solo comparable
al amor que nace y crece con ellos.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza el
abuso de poder, la indiferencia ante el
dolor ajeno y también la avaricia. Creo que el ser humano es capaz de lo mejor
y de lo peor, por eso es tan importante mantener una ética, unos valores que
guíen nuestras vidas. Estamos viendo continuamente que algunas personas amasan
poder y riquezas de forma insaciable, que se dejan caer en el lodo de la
corrupción, del engaño y del abuso, llevados por esa enfermedad que es la
avaricia. Y lo mismo sucede con la indiferencia hacia la injusticia y el dolor
ajeno. Intento luchar contra ella en mi día a día, pero cuando la observo a mi
alrededor me doy cuenta de que los poderosos, los políticos corruptos y faltos
de ética son un reflejo nuestro.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera encantado
vivir de forma aventurera y altruista, vivir temporadas aquí o allá ayudando a
los demás, colaborando en proyectos solidarios. Y después al hacerme mayor, al jubilarme gestionar una
casa rural o un hotel familiar en un lugar bonito. De todas formas, y a pesar de que me siento
satisfecha con mi vida, no dejo de soñar despierta y siempre imagino que otras
vidas, otras posibilidades aún son realizables y por supuesto compatibles con
la escritura. Como he dicho antes, creo que es importante soñar, y estoy
totalmente de acuerdo con Richard Ford, uno de mis escritores favoritos, cuando
dijo, al recibir el Premio Príncipe de Asturias, que la imaginación era una
virtud que ayudaba a vivir mejor.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico?
Practico Pilates dos
veces por semana y procuro caminar todos los días. Pero cuando realmente hago
ejercicio es cuando viajo, y procuro hacerlo a menudo. No puedo pasar más de dos meses sin hacer una
escapada, ya sea por España o fuera de ella. Los viajes son otra de mis
pasiones y es una maravillosa manera de hacer ejercicio físico y mental. Se
podría decir que cuando viajo me agoto por fuera y me lleno por dentro.
¿Sabe cocinar?
La cocina no es una
de mis pasiones, aunque reconozco que tiene mucho de arte y creo que me
defiendo bien. Me gusta cocinar recetas
sanas y rápidas, y por supuesto, aquí también considero importante la
imaginación. Por ejemplo, el programa de Jamie Oliver me gusta porque combina
todo esto que he mencionado y además añade la historia cultural de cada receta,
aderezándolo todo con viajes, el contacto con los lugareños y a veces un toque
social. Eso es lo enriquecedor de la gastronomía. Yo crecí con los guisos
tradicionales y los bocadillos del pan casero que mi abuela amasaba y cocía en el horno árabe de mi
familia. El aroma del pan recién hecho, las migas que cocinaba mi padre los
días de lluvia para toda la familia y algunos vecinos que se unían son
recuerdos inolvidables. Siempre he pensado, con cierto orgullo, que mi infancia
en La Murada (Orihuela), rodeada de naturaleza, de campos abiertos por donde
correr en libertad, de animales domésticos y casas abiertas a toda la vecindad,
se parecía mucho -en lo malo y en lo bueno, y salvando todas las distancias- al
ambiente rural en que crecieron Truman Capote, Harper Lee, Flannery Oćonnor y otros muchos escritores/as
que admiro. A veces, una imagen, un aroma o un sabor me hacen rememorar con
nostalgia -a la manera de la magdalena de Proust- aquellas veladas familiares
en la enorme cocina de mi infancia, donde todos juntos degustábamos el trigo
picado, las gachas-migas o los cucurrones que con tanto amor cocinaba mi
abuela.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno
de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Intentaría contar la
vida de mi padre o de mis abuelas, transmitiendo toda su anónima grandeza. Es
algo que tengo pendiente y que espero ser capaz de realizar alguna vez.
¿Cuál es, en cualquier
idioma, la palabra más llena de esperanza?
Bondad, empatía, perdón, amor y quizá por ese orden. Hay
muchas palabras fundamentales que han sido denostadas y que hay que
reivindicar. Creo que nunca perderán su grandeza porque son imprescindibles
para construir un futuro mejor.
¿Y la más peligrosa?
Crueldad, odio,
venganza, indiferencia, también por ese orden. Juntas o por separado pueden
llegar a deshumanizar.
¿Alguna vez ha querido matar
a alguien?
En algún momento y de forma instintiva, he podido llegar
a desear que alguien muriese. Pero no soy consciente de haber deseado matar.
Contestaría de forma parecida a la pregunta sobre la crueldad; que quizá, ante una
situación extrema podría desear, o incluso llegar a matar. Espero no tener que
descubrirlo nunca.
¿Cuáles son sus tendencias
políticas?
Creo en la libertad
individual pero unida a la solidaridad, creo en una sociedad laica y
republicana. Creo en la falta de prejuicios, en la igualdad de oportunidades y
en la regulación del sistema capitalista para que todas las personas puedan
tener las necesidades básicas cubiertas.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser?
Muchas cosas, no he
sido una de esas personas con una gran vocación, con una idea clara de lo que
quería hacer en su vida. Hay tanto para elegir, me gustan tantas cosas y todas
tan interesantes que me resulta difícil escoger. Quizá estudiaría algo
relacionado con el cine, una pasión que a lo largo de los años no ha hecho más
que crecer dentro de mí, o con el periodismo o los viajes. Elegiría un trabajo
flexible, que me permitiera la movilidad y el cambio.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La mayoría de mis
vicios son tan irrelevantes que no merecen ese calificativo. No soy consciente
de ninguna inmoralidad, aunque sí de muchas imperfecciones.
Habría que preguntar
a mi familia, que son las personas que mejor me conocen. Ellos a veces dicen
que soy algo intransigente y que puedo llegar a abrumar. Como todo el mundo,
tengo cosas que mejorar.
¿Y sus virtudes?
Creo que soy una
persona vitalista que intenta ver siempre el vaso medio lleno (eso también me
lo dicen mi familia y amigas/os). Llevo el Carpe Diem gravado en el cerebro
desde que murieron mi padre y mis abuelas cuando yo era muy joven. Vivo con los
ojos muy abiertos, siento el dolor que hay en el mundo, por eso cada día,
cuando me despierto y observo los dones que la vida me da, sé que tengo el
deber moral de agradecer, de celebrar, de compartir y devolver el don de la
alegría. También sé cuáles son mis prioridades y cultivo la pasión, que
considero fundamental para la creación y para disfrutar de la vida. Creo que
esas son mis virtudes principales y espero conservarlas.
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Es una agonía muy
difícil de imaginar. Nada que ver con la muerte dulce a la que todos aspiramos.
Creo que cuando llegara el momento final, cuando
tuviera claro que ya no había forma de luchar para sobrevivir, recurriría a las
imágenes más emotivas y felices de mi vida. Y, apelando al poder de la
imaginación -que ayuda a vivir y a morir-, me entregaría a los brazos de mis
seres queridos.
T. M.