domingo, 17 de febrero de 2019

Entrevista capotiana a Carmen Sereno


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carmen Sereno.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Uno que tuviera una red de fibra óptica lo bastante potente.
¿Prefiere los animales a la gente?
Solo cuando la crueldad de las personas rebasa los límites de lo tolerable.
¿Es usted cruel?
Al contrario; soy tremendamente compasiva.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos conocidos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Honestidad, generosidad, tolerancia y lealtad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
De vez en cuando, pero fui a un colegio religioso, así que soy de perdón fácil.
¿Es usted una persona sincera? 
Todo lo sincera que se puede ser en esta época de excesiva corrección política en la que vivimos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con mi familia, viajando, paseando, leyendo un buen libro, viendo una buena película (un thriller, a poder ser), tomando un buen vino. Como ve, soy una persona de gustos mundanos.
¿Qué le da más miedo?
Fracasar. En cualquier faceta de mi vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La impunidad frente al abuso, la ceguera ideológica, la normalización de determinadas conductas, el fundamentalismo, el desinterés por la cultura, el adoctrinamiento de los medios de comunicación, el desmantelamiento de la sanidad y la educación públicas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Probablemente, habría continuado ejerciendo el periodismo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Antes de ser madre, sí. Ahora, me conformo con andar apretando el estómago.
¿Sabe cocinar?
Sí, pero no como para conquistar a nadie.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Fitzwilliam Darcy, de Orgullo y prejuicio.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Voluntad.
¿Y la más peligrosa?
Ignorancia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Para eso habría que saber odiar y no es mi caso; odiar cansa mucho.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me siento cómoda en la izquierda, aunque quizá no tan a la izquierda como cuando era más joven. Me considero progresista y una férrea defensora del Estado del Bienestar.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Médico, sin ningún género de dudas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El perfeccionismo machacón, la impaciencia y el desorden.
¿Y sus virtudes?
La comprensión, la bondad, la capacidad de relativizar y la pasión.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ya le he dicho que soy impaciente; me habría ahogado antes de que me diera tiempo a pensar nada.
T. M.