miércoles, 3 de abril de 2019

Entrevista capotiana a José Ignacio Carnero


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Ignacio Carnero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Dentro de una canción, o de una película de Indiana Jones.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
Procuro no serlo, pero es inevitable. Es inevitable serlo incluso con uno mismo. Soy bastante masoquista conmigo mismo.
¿Tiene muchos amigos?
No, si como tales entendemos a la primera categoría de la tradicional distinción de Josep Pla: amigos, conocidos, y saludados.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que tengan dinero para que no me lo pidan prestado, y novia para que le cuenten sus problemas a ella, y a mí sólo me llamen para planes divertidos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Constantemente. Sobre todo a medida que dejamos la juventud y crece la mezquindad. Pero se perdona todo. Espero que ellos también me perdonen a mí.
¿Es usted una persona sincera? 
En la medida de mis posibilidades.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, escribiendo, yendo al cine, y viajando.
¿Qué le da más miedo?
Que baje el Athletic de Bilbao a Segunda. Y, al margen de eso, el dolor mío, y de mis seres queridos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me indignan muchas cosas; no me escandaliza ninguna. El verbo escandalizar me parece antiguo. Lo relaciono, quizá erróneamente, con algún precepto moral que pretende restringir la libertad de las personas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No sé si he decidido ser escritor. La abogacía es la que me llena la nevera, profesión que, de hecho, requiere bastante creatividad.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me apunté a un gimnasio, pero siempre acabo en el spa. Es un sitio muy recomendable.
¿Sabe cocinar?
Lo básico. Pero imagino que no es eso a lo que se refiere, sino a si soy capaz de crear algo apreciable por los demás en la cocina. Del mismo modo que escribir no sólo es el acto físico de representar palabras en un papel, imagino que cocinar es algo más que hacer unos macarrones. En ese sentido, no, no sé cocinar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A un perdedor, a un renegado, o a un farsante. Por ejemplo, elegiría a Houdini, a Carlos “Kaiser”, que tuvo un larga trayectoria como futbolista profesional sin haber disputado un solo partido, o a algún anónimo que haya fingido su propia muerte.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Nosotros.
¿Y la más peligrosa?
Ellos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Libertad, igualdad y fraternidad. Podría extenderme mucho, pero creo que acabaría siendo definido por los demás como un vulgar socialdemócrata. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Como ya no puedo ser futbolista, me gustaría dedicarle más tiempo a la literatura.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Pretendo tenerlo todo bajo control, soy impaciente, remolón, y exagerado en algunas de mis apreciaciones.
¿Y sus virtudes?
Fidelidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un flotador, un barco, una pizza cuatro estaciones.
T. M.